Entrevista a Francis Fukuyama | Economía

El científico político Francis Fukuyama estuvo en Colombia invitado por la Universidad Iaveriana y el Centro Internacional para la Empresa Privada (CIPE).

(Francis Fukuyama llama la atención por deficiencia del país en infraestructura). 

Fukuyama, profesor de la Universidad de Stanford, se hizo mundialmente conocido por su hipótesis del “fin de la historia”, en la cual señaló el fin del socialismo después de la caída del muro de Berlín. Su más reciente publicación, que presentó en Bogotá, se titula: ‘El liberalismo y sus desencantados’, en la cual señala las amenazas que la democracia liberal enfrenta en las sociedades modernas. El profesor de la Javeriana y columnista de Portafolio, Jorge Restrepo, conversó con Fukuyama.

Jorge Restrepo: ¿El liberalismo también está amenazado en América Latina y específicamente en Colombia?

Francis Fukuyama: Existe una amenaza, pero probablemente no tan vívida como en otros lugares. En América del Norte, la amenaza proviene principalmente de la derecha. Donald Trump y su movimiento, MAGA, amenaza el liberalismo y el estado de derecho.

No tienes nada comparable a eso en Colombia. Bolsonaro en América Latina estuvo más cerca de eso, pero ya no es presidente de Brasil. Creo que lo que hay en América Latina es una especie de populismo que amenaza al liberalismo porque tiende a socavar el estado de derecho. Cuando un líder populista no puede salirse con la suya, que el Congreso apruebe una legislación, entonces le pide a la gente que actúe directamente.

JR: Las políticas de la nueva izquierda latinoamericana, de Boric a López Obrador, ¿son una amenaza contra el liberalismo?

FF: En América Latina usted aún tiene una izquierda que no ha logrado reconciliarse con el capitalismo, con una economía promercado, proiniciativa privada. De hecho utiliza el término neoliberalismo como sinónimo del capitalismo; no les gusta la idea de que haya un sector privado, una comunidad de empresarios, que tenga poder, eso en efecto es una amenaza a la economía liberal.

(Los consejos de Fukuyama a América Latina). 

El otro tipo de amenaza es más política, a las instituciones, y la institución más importante que subyace en una sociedad liberal es el estado de derecho: un orden constitucional que protege la autonomía de los ciudadanos y su capacidad de tener acceso al sistema legal, a participar. Los populistas, tanto de izquierda como de derecha, no gustan de restricciones legales, y cuando la ley se interpone en su camino, intentan circunvenirla.

En el caso de México había un sistema de transferencias monetarias condicionadas, Progresa, al que califican personas bajo la línea de pobreza de acuerdo con una medición objetiva hecha por el Estado. Pues AMLO ha reemplazado esto con un mecanismo mucho más personalista: no es el Estado mexicano, es el líder el que provee. Esta no es una amenaza al liberalismo pero sí debilita las instituciones, reemplaza el imperio de la ley con el de un líder populista.

JR: Estamos en la región con mayor inequidad, sin suficiente progreso y un gran descontento social. ¿Es esa una causa justa del descontento contra el liberalismo, justo el título de su más reciente libro?

FF: Latinoamérica no ha confrontado de forma sería su problema de desigualdad. En Europa y los Estados Unidos, fue un proyecto de dos generaciones, tras la segunda Guerra mundial, que construyó el estado de bienestar, para proteger a las personas de los estragos del capitalismo y una economía de mercado, proveyendo cuidado en salud, pensiones y educación.

JR: Muchos estados en América Latina no han hecho eso adecuadamente. Hay mucha rabia por los excluidos. En los países andinos corresponde a diferencias raciales y étnicas: la inequidad se manifiesta así.

FF: A comienzo del siglo el coeficiente de Gini cayó en toda la región. Desafortunadamente, durante la pandemia, eso se revirtió y muchísimos niños quedaron sin educación adecuada. Este es un problema que debe ser atendido de forma seria, y el Estado debe hacerlo, pero el problema está cómo lo hace: ¿es a través de una forma clientelista que avanza los intereses de un político en particular o es a través de las instituciones con criterios objetivos para llegar a las personas que lo necesitan?

JR: En materia de servicios sociales ¿es posible reformarlos cuando la sociedad está con rabia?

FF: Una reforma seria nunca tendrá lugar sino cuando hay mucha ira; si la gente no está molesta con el status quo nada va a cambiar. La verdadera pregunta es si un político puede canalizar esa ira en políticas sensatas. Por ejemplo, en los Estados Unidos durante la Gran Depresión, teníamos una tasa de desempleo del 25%, una gran caída en el PIB. Franklin Roosevelt creó un estado de bienestar bastante eficaz para hacer frente a algunas de esas desigualdades, un sistema de seguridad social que Estados Unidos no tenía antes y cosas así. Puedes estar enojado por las desigualdades creadas por una economía de mercado, pero necesitas una economía de mercado. Si no se permite que los empresarios ganen dinero, entonces no habrá los ingresos para apoyar el tipo de programas sociales que se necesitan.

Una cosa específica sobre Colombia y otros países de esta región: cuando se habla de protección social, el problema en muchos países es que están ligadas al empleo formal y la informalidad es realmente un problema importante. Por ejemplo, el tamaño promedio de una empresa en México durante la última década se ha reducido: los empresarios privados, están ahí, gente con un carrito vendiendo en la calle, como atrapados en esta informalidad sin acceso a los servicios sociales a los que sí tiene acceso un empleado en una gran corporación multinacional.

Sin resolver ese problema, no vas a resolver el problema de la desigualdad.

JR: ¿Qué tienen que hacer las empresas de América Latina para superar las amenazas contra ese modelo liberal?

FF: La comunidad empresarial es un jugador más en una democracia pluralista donde hay otras voces, por sí sola no puede protegerse por completo. Necesitas aliados y necesitas hacer política. En muchos casos, lo que la comunidad empresarial quiere en realidad no es preservar un orden verdaderamente liberal, con igualdad de condiciones para todos que permita una competencia real: lo que quieren es protección para su negocio o quieren un subsidio, un arancel o algo que los ayude, pero no que ayude a la economía en general. Importa mucho qué tipo de políticas impulsa la comunidad empresarial.

(Deuda de América Latina se dispara a 117 % del PIB regional). 

Deben ser imparciales, deben ser pro competitivos, deberían ser los que abren la economía al resto del mundo. Ningún país de América Latina es lo suficientemente grande como para que pueda crecer por sí solo. Ese tipo de política, entonces tendría sentido, haría a todos más ricos. Ése es realmente el trabajo político de las empresas.

JR: ¿Volveremos a una situación en la que las economías latinoamericanas estaban relativamente cerradas?

FF: ciertamente en otras partes de América Latina, ese ha sido el caso: los gobiernos populistas en Argentina, por ejemplo, han estado impulsando aranceles a la exportación, que son una locura. Todas las economías de Asia oriental crecieron a través de la exportación, y Argentina lo desalienta para que el Estado gane ingresos. Esa alianza sí puede darse entre la comunidad empresarial y los gobiernos populistas, que busca protección contra la competencia.

JR ¿El neoliberalismo latinoamericano fracasó?

FF: Bueno, creo que hay un par de problemas. Creo que esa parte de la agenda neoliberal fue buena porque hubo demasiada regulación estatal. Simplemente es difícil hacer negocios. Entonces, ¿por qué hay tanta informalidad? Bueno, formalizar un negocio en muchos países es un proceso muy difícil, ir a 12 agencias diferentes, pagar sobornos para obtener el tipo correcto de certificación, lo que desalienta el espíritu empresarial. Pero en otros aspectos fue demasiado lejos, al no reconocer que el Estado en realidad necesita tener un papel importante como estabilizador de la economía, que crea instituciones y, en particular, garantiza el estado de derecho de tal manera que no haya políticos corruptos que puedan aceptar sobornos.

JR: Hay una nueva ola de tensión que busca modificar las instituciones, en Chile, por ejemplo, ¿los elementos constitucionales que pueden definir el sistema político y el sistema económico liberal están amenazados?

FF: No creo que estén bajo amenaza directa. En Chile pusieron demasiadas cosas que eran deseables pero que realmente no deberían estar en una constitución y luego fue rechazado por una mayoría sustancial.

Los chilenos, especialmente los jóvenes chilenos, expresaron un genuino deseo de cambio -no les gusta el tipo de sistema educativo neoliberal basado en el mercado que se ha puesto en marcha, esa es una demanda perfectamente razonable. Pero cuando se trataba de la amenaza a un orden constitucional, lograron mantenerla.

JR: ¿Es una redistribución el camino en América Latina?

FF: Si haces tanta redistribución que destruyes los incentivos para producir, entonces terminarás siendo pobre. Entonces no es una solución. Pero sí creo que hay formas de redistribución que son sostenibles: hay que tener en cuenta los incentivos, cualquiera preferiría no obtener un ingreso sin trabajar en lugar de trabajar para obtener un ingreso.

Los sistemas de pensiones que son sostenibles a largo plazo ayudarán a las personas a ahorrar para la vejez. El cuidado de la salud que por lo general, se distribuye de manera muy desigual, por lo que las personas pobres o las personas que viven en áreas rurales no tienen acceso a una buena atención médica y es una responsabilidad del Estado proveerla. Como ciudadano de Estados Unidos, creo que hemos hecho un trabajo muy pobre en esto porque hasta Obama, ni siquiera teníamos una política nacional de salud. Es una forma de redistribución que ayuda.

JR: Latinoamérica es también la región más insegura…

FF: Sí, la inseguridad es un gran problema en todos los países, especialmente en Colombia. Si el Estado no puede garantizarla habrá más desigualdad. En Medellín, en los noventa, , literalmente no podías trabajar en las partes de clase media de la ciudad si vivías en los barrios porque tenías que cruzar el territorio de las bandas. La infraestructura buscó crear oportunidades para que las personas pudieran trabajar de manera segura y ganarse la vida.

Hay dimensiones de crear igualdad que no necesariamente significan solo limosnas para quienquiera que vote por ti. Esa, en cierto modo, es la peor forma de redistribución. Pero hay otras formas sensatas de redistribución en términos de infraestructura realmente pública, por ejemplo, que realmente ayudan a las personas a encontrar trabajo por sí mismas que son mucho más sensatas.

JR: En su libro menciona a McCloskey quien se refería al liberalismo, como el “liberalismo humano” ¿se puede humanizar el liberalismo?

FF: El neoliberalismo estaba conectado con esta creencia de que el Estado no era realmente necesario, que el mercado lo arreglaría todo, lo que es realmente problemático porque los estados, entre otras cosas, crean las condiciones para que ocurra el intercambio de mercado, pero también tienen que hacer una redistribución, en términos de brindar servicios públicos básicos y bienes públicos, agua potable, acceso a la educación. Muchos neoliberales en ese período realmente no prestaron suficiente atención a cómo se entregaría ese tipo de servicios.

Deirdre McCloskey está diciendo que queremos una economía de mercado fuerte, queremos un estado de derecho y derechos de propiedad que respalden eso. Pero también queremos un Estado que demuestre que está preocupado por la gente y que le dé a la gente inclusión.

JR Pregunta final. ¿La ideología tiene futuro?

FF: La ideología nunca desapareció. Siempre tenemos ideas que guían nuestra política.

El liberalismo es una idea. Las ideas liberales necesitan más circulación y, en ese sentido, soy ideológico. La ideología tiene mala reputación cuando se convierte en una especie de sistema rígido de ideas que no es capaz de evolucionar en ese sentido.

AMLO, por ejemplo, parece estar atrapado en una especie de socialismo de izquierda de 1960. Así que no le importa el feminismo, no le importa el medio ambiente, los demás asuntos progresistas que han surgido desde entonces, es como si no fueran parte de su conciencia; sus ideas son particularmente anticuadas en cierto sentido.

JORGE RESTREPO
Economista y profesor de la Universidad Javeriana

Fuente de la Noticia

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