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España recela del F-35 de EEUU pero el ‘gran caza’ europeo es un cúmulo de problemas

Foto: Aviones F-35 y F-16 de la aviación israelí (IAF)

El futuro de la aviación militar española, nunca mejor dicho, sigue ‘en el aire’. Hay demasiados frentes abiertos y otros, sobre el papel ya cerrados, no dejan de complicarse día tras día. Uno de estos últimos es el futuro avión de combate europeo, el FCAS, que parecía estar encarrilado, pero al que cada día le ‘nace’ algún obstáculo. El último lo ha puesto sobre la mesa el propio partido en el Gobierno en España, asegurando no ver con buenos ojos una posible inversión en el caza estadounidense F-35. El problema es que la alternativa, el supercaza europeo FCAS, sigue siendo de momento solo un sueño.

El último dardo al F-35 proveniente de Europa ha llegado precisamente de España. «El F-35 Bravo es un avión puramente estadounidense. Esta compra no sirve para Europa. La autonomía estratégica es importante no solo por razones militares, sino también porque el dinero europeo financia la industria, el empleo, la investigación y la tecnología en Europa». Así se expresó esta semana la diputada socialista Zaida Cantera, portavoz de la Comisión de Defensa en el Congreso, al ser entrevistada en la cadena de radio alemana Deutschlandfunk. Las declaraciones no han pasado desapercibidas.

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Contactada por este diario, Cantera asegura que, «salvo que la compra de Europa a EEUU del F-35 genere empleo y actividad económica en España, no se debe considerar«. La alternativa debe ser el FCAS, porque apostar por este consorcio europeo entre Alemania, Francia y España, es «apostar por nuestras empresas», señala.

No hay que darle muchas vueltas para tener claro que hay que apostar por la industria de defensa propia y europea. Las ventajas son notorias. Por un lado, con la fabricación de armamento se obtiene esa tan ansiada independencia en los suministros, pero además se consiguen ventajas económicas y sociales. La adquisición de armamento en el exterior supone un desembolso que unas veces viene aparejado con ciertas contraprestaciones industriales, pero otras veces no. El desarrollo y fabricación de armamento nacional sería lo ideal. Todo queda en casa. Se potencia la investigación con otras posibles aplicaciones fuera del campo militar, se generan puestos de trabajo y se abre la vía a los mercados de exportación. Cuando el desarrollo no es posible acometerlo en solitario hay que recurrir a programas multinacionales, algo que también es positivo pues parte de los beneficios recaerán en la industria nacional.

Sin embargo, no todo son ventajas. Hay zonas ‘grises’ que conviene recordar. En los programas internacionales, y hablamos de los europeos, pueden surgir algunos problemas. El más evidente es que hay que gestionar el reparto de cuotas con unos socios que procurarán quedarse con la ‘parte del león’, sobre todo cuando un socio como España comparte proyecto con pesos pesados como Francia o Alemania e incluso Italia.

Otro de los problemas de este tipo de desarrollos es que van casi irremediablemente asociados a retrasos y sobrecostes. Es el precio a pagar por tener que adaptar el producto a las peculiares necesidades de cada socio. Casi cualquier caso sirve de ejemplo, desde el Eurofighter hasta el Tigre, donde por citar este último, España tardó 13 años en recibir su flota completa de 24 helicópteros, cuando Boeing, que competía con su modelo Apache, prometía entregar los 24 helicópteros en dos años.

Delicada situación española

La situación actual de las Fuerzas Armadas españolas y en concreto de sus medios aéreos, es bastante delicada. A unas inversiones cada vez menores y muy por debajo de las de nuestros vecinos y aliados, se une un grave problema de material que, coincidiendo en el tiempo, hay que renovar con urgencia. Una vez más hay que referirse a la situación de los F-18 de Canarias, adquiridos de segunda mano y nunca modernizados, cuyo reemplazo no acaba de quedar resuelto pues el precio actual de los Eurofighter, según el último paquete adquirido por Alemania (donde España debía colocar su pedido), es muy elevado y del orden de los 140 millones de euros por ejemplar.

También está el relevo de los aviones de patrulla marítima P-3 Orión, aún con dudas, pero donde se descarta el avión americano P-8 Poseidón (el mejor en su cometido) y todo apunta a que se reemplazarán por C-295 Persuader. También está el reemplazo de los aviones de adiestramiento avanzado, donde la propuesta de AIRBUS de su AFJT sigue sin definirse y pendiente, además, de la necesaria participación de Francia y Alemania para hacer viable este desarrollo y también el tema de los tres aviones cisterna, los A330 MRTT, cuya adquisición aún no se ha firmado.

La Armada también está en una encrucijada, prácticamente sin helicópteros antisubmarinos a la espera de un NH-90 que no se sabe a ciencia cierta cuándo va a llegar y pendiente de la adquisición de los famosos MH-60 Romeo. A la vez estirando el Harrier, ya que su sustitución parece a día de hoy todavía más incierta.

Tempest y FCAS

En este contexto, las declaraciones de la portavoz Cantera dejan algunos interrogantes. Sobre el proyecto Tempest, el cada de nueva generación que prepara Reino Unido, y un posible interés español, comenta que no es posible para España después del Brexit. El Tempest lo lanzan los británicos porque no se sentían muy cómodos en un programa liderado por los franceses. Al Reino Unido se han unido Italia y Suecia por diferentes motivos. Lo de los italianos parece lógico. Además de las implicaciones industriales de Leonardo y su interés en colaborar con BAE Systems, está que las necesidades italianas para su futuro avión de combate se asemejan más a las británicas que a las francesas. De entrada, ellos no necesitan un avión naval, pues esa parcela ya está cubierta y de sobra con el F-35B. Los suecos puede que se hayan apuntado además por el interés de SAAB en participar en desarrollos tecnológicos más allá de la quinta generación actual.

No obstante, no habría que descartar que incluso ambos programas, Tempest y FCAS, convergieran a un modelo único. Los italianos ya lo han apuntado, aunque también podría ser una manera de ‘nadar y guardar la ropa’ por si el Tempest no prospera. El FCAS está teniendo problemas por discrepancias entre los socios. Por un lado, los franceses desde el minuto cero dijeron que la plataforma (el avión) era cosa suya y que el resto, tema de sistemas y desarrollos no tripulados, podía ser cosa del resto de socios. Quieren ‘su’ avión. Además, tendrá una versión naval para portaaviones con catapulta y cables de detención, algo que solo necesita Francia de entre todos los países europeos, mientras que a Italia, Reino Unido y España, les valdría con un avión VTOL (de aterrizaje vertical), que no se va a hacer en el FCAS. Todo esto parece que cada vez gusta menos a los alemanes.

España entra en igualdad de condiciones en el Programa, pero es vista con recelo tanto por Francia como por Alemania por las incertidumbres económicas y la inestabilidad política existente en nuestro país. España ha tenido problemas a la hora de afrontar compromisos de pagos en otros programas militares y estos retrasos, además de generar costes financieros que encarecen los productos, producen una desconfianza entre unos socios que se preguntan cómo un país con problemas de pago pretende entrar en igualdad de condiciones.

A vueltas con el F-35

Todo apunta a que se descarta el F-35 por ser material norteamericano cuando, según la Portavoz de la Comisión de Defensa, hay que ir a hacia el material europeo. Cierto que se trata de una adquisición al extranjero con dudosas contraprestaciones, pero no es menos cierto que ocurre en un contexto donde Italia, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Polonia y Noruega, además del Reino Unido, han adquirido el polémico caza, a los que se podrían sumar Finlandia y Grecia. No parece que la ‘estrategia de defensa común’ vaya por buen camino.

Este alejamiento del F-35 condicionaría el reemplazo de la flota española de F-18 y dejaría casi como única alternativa la adquisición de más Eurofighter, algo discutible pero no dramático. El Eurofighter, aunque de generación anterior, es un buen avión. Como plataforma no va a avanzar ya que se descartó el asunto de las toberas orientables y su firma de radar (su detección por radares) tampoco mejorará, pero permitirá mantener una buena capacidad de combate aéreo.

Otro tema es el caso de la Armada y aquí sorprende la referencia explícita al “F-35 Bravo”, la versión VTOL para aterrizaje vertical, que es el único avión que existe para reemplazar al Harrier. Si esta mención significa un rechazo al F-35B, supone de facto la renuncia a disponer de aviación embarcada de ala fija, con todo lo que esto significa.

Una cosa es perder prestaciones y otra bien distinta perder capacidades. Un ejemplo: con el futuro C-295 Persuader frente al actual P-3 se perderían prestaciones, pero se mantiene la capacidad de patrulla marítima. Con el F-35B la Armada ganaría prestaciones (un salto enorme) frente al Harrier, manteniendo la capacidad de operar con aviones embarcados. Pero sin el F-35, en el 2030 se dará fin y se perderá esa envidiable capacidad que italianos y británicos se han apresurado a mantener y que nos da una ventaja táctica sobre otros países de nuestro entorno. Esto sería un error histórico.

Sin aviones embarcados, la Armada perderá capacidades en cascada. Sin apoyo aéreo, su fuerza anfibia no podrá actuar de manera independiente en escenarios exigentes ni utilizarse como fuerza de proyección, lo que significaría cuestionar su propia dimensión, así como los buques de asalto anfibio. Todo un despropósito que haría bajar varios peldaños el propio valor de la Armada y el prestigio de España en el ámbito internacional.

Fuente de la Noticia

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