Fuentes y destinos de las remesas que dinamizan la economía del país

Había sido un día más de trabajo. Al final de la jornada, Diana Acosta aprovechó un rato libre para abrir la aplicación Xoom en su celular y repetir la rutina de todos los meses. En cuestión de segundos le hizo un giro a su mamá, quien lo retiró pocas horas después, a través de un banco en Bogotá.

(Así impulsan las remesas a la economía colombiana). 

Para esta colombiana, que reside en Virginia y lleva trece años en Estados Unidos, el envío de dinero es un compromiso indeclinable. “A veces mando 350 y otras, 400 dólares, que les sirven a mi mami y a una tía con la que vive para pagar el arriendo y comprar algo de mercado”, cuenta. Siempre lo ha hecho. “Al principio era menos y ahora es más. Poco a poco, la vida te va ayudando”, señala.

Historias similares a la de Diana se repiten de manera constante, ya sea en Australia, Emiratos Árabes, Italia o Perú.

Desde los más diversos puntos del globo, quienes salieron a probar suerte en otras latitudes les pasan plata a sus familias en Colombia tanto para ayudar con los gastos de la casa como para sufragar la educación de los hijos, el cuidado de los mayores o la atención de un pariente enfermo.

En ocasiones, los fondos sirven para comprar una vivienda, un pedazo de tierra y hasta para invertir en un negocio.

UN FENÓMENO GLOBAL

Lo que sucede aquí se repite en los cinco continentes. De acuerdo con las Naciones Unidas, el número de migrantes en el mundo llegó a 258 millones de personas en 2017 –3,4 por ciento de la población total–, y todo apunta a que la cifra sigue creciendo.

Las brechas en oportunidades e ingresos, al igual que la violencia y el cambio climático, son la principal justificación para que una persona busque un mejor futuro para sí y los suyos en tierras diferentes a aquellas en las cuales vio la luz.

En general, quien llega a otra nación no corta los lazos con su lugar de origen. Tan pronto el recién llegado consigue un trabajo, lo usual es que les mande dinero a quienes dejó atrás.

El impacto económico de las remesas es inmenso. Según el Banco Mundial, los flujos recibidos por los países de ingreso bajo y medio ascendieron a 529.000 millones de dólares el año pasado. Dicha cifra supera con creces el monto de la inversión extranjera directa: 344.000 millones en el mismo periodo.

La lista de los que más fondos registraron está directamente relacionada con el tamaño de la diáspora de cada cual.

(Remesas, el regalo para las madres). 

India encabeza las clasificaciones internacionales con 79.000 millones, seguida por China (67.000 millones), México (36.000), Filipinas (34.000) y Egipto (29.000 millones de dólares). En lo que atañe a América Latina, y aparte del caso mexicano, se destacan los casos de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, la República Dominicana o Ecuador, entre otros. El año pasado, la región contabilizó 88.000 millones de dólares por este concepto.

Colombia no está ausente de la realidad descrita. De acuerdo con las estadísticas del Banco de la República, el año pasado, los giros percibidos del exterior ascendieron a 6.325 millones de dólares.

Y por cuenta del ritmo observado hasta agosto, es muy probable que la cuenta llegue a 7.000 millones en 2019, un nuevo máximo histórico.

Dicha cifra es descomunal, bajo cualquier parámetro que se utilice. A ojo de buen cubero, el dinero que envían los colombianos a su país equivale al 17 por ciento de las exportaciones y supera las ventas al exterior de oro, café, flores, banano, aceite de palma, azúcar y productos químicos, en su conjunto.

Tan solo el petróleo aporta más, pues todo apunta a que el carbón les cederá el segundo lugar a las remesas, que crecen a un ritmo superior al 10 por ciento este año. Dado el abultado déficit de la balanza comercial, lo que arriba en transferencias es fundamental para financiar en buena parte ese desequilibrio.

Aunque el veredicto definitivo se demora, tal parece que la plata de afuera explica el buen comportamiento del consumo de centenares de miles de hogares, a pesar de que el desempleo muestra tendencia a subir. El motivo es que la devaluación del peso le ayuda al poder adquisitivo de las familias que reciben dólares.

Si se toma la tasa de cambio promedio como base de cálculo, entre enero y agosto la cuenta de lo ingresado ascendería a 14,3 billones de pesos, una cantidad que supera con creces el valor de la cosecha cafetera. Recibir los mismos dólares de hace un año implica contar con 15 por ciento más de dinero en el bolsillo.

FUENTES Y DESTINOS 

Varios estudios muestran de dónde vienen y a dónde llegan los recursos descritos. Un trabajo elaborado por varios técnicos del Banco de la República, encabezados por Aaron Levi Garavito, y publicado a comienzos de este año, muestra que el crecimiento de las remesas es consecuencia directa de los flujos migratorios ocurridos en diversas épocas de la vida del país.

Una primera oleada tuvo lugar hace cerca de medio siglo, cuando un número importante de ciudadanos colombianos fijaron su residencia en Venezuela y, de manera paulatina, en Estados Unidos –en donde habría cerca de 1,1 millones– y algunos lugares de Europa.

El segundo envión se dio hace un par de décadas, por cuenta de la combinación de una mala situación económica interna y un clima de seguridad en franco deterioro, que llevó a miles de personas a Norteamérica, España y Ecuador. En épocas más recientes, el sur del continente se volvió un polo de atracción, como lo muestran los reportes de Chile y Argentina.

Puede sonar sorpresivo, pero la salida de colombianos al exterior no se ha detenido. Durante la crisis económica global del 2008 tuvo lugar un bache, pero una vez soplaron los vientos de la reactivación en los países más ricos, la migración continuó.

Si bien hay cifras distintas, las Naciones Unidas señalan que habría 2,7 millones de personas nacidas en Colombia habitando en otros lugares, una suma que equivalía al 5,6 por ciento de la población en 2017. Es posible que los miles que retornaron, huyendo de la crisis venezolana, hayan incidido en que ese inventario sea menor. Aun así, después de México éramos los segundos emisores a escala regional hasta hace dos años.

El dinero llega de múltiples lugares. Estados Unidos ocupa el primer lugar con 49 por ciento de lo registrado en el segundo trimestre de 2019, seguido por España con 15, Chile con seis y Panamá con cuatro por ciento. El resto de naciones aporta el 26 por ciento y allí se ubican Australia, Brasil, México, Alemania y Suecia, entre muchos otros.

En contra de lo que se podría creer, la plata no necesariamente entra a donde está concentrada la población colombiana.

El Valle del Cauca es el principal departamento receptor de remesas, con un 26 por ciento del total, seguido por Bogotá y Cundinamarca con 18 por ciento y Antioquia con 17 por ciento.

El antiguo eje cafetero es otro jugador importante, pues a Caldas, Quindío y Risaralda entran uno de cada siete pesos que se monetizan por este concepto.

Las investigaciones realizadas muestran que 94 por ciento de los recursos que vienen del exterior para cerca de 350.000 familias se destinan a gastos corrientes de la casa. Los jefes de hogar –y especialmente las mujeres– son las principales beneficiarios (casi un 70 por ciento).

EL COMPORTAMIENTO 

Ante lo ocurrido en los últimos años, cuando el monto de los giros globales se duplicó, no han faltado las preguntas de varios analistas. Algunos se interrogan si dentro de estos flujos se esconderán dineros provenientes de actividades ilegales, como el narcotráfico.

Al respecto, las investigaciones muestran que el tamaño promedio de la remesa es pequeño, de menos de 300 dólares. Por su parte, los demás países de América Latina a donde entra dinero por el mismo concepto muestran tasas de crecimiento de doble dígito en lo corrido de la presente década.

La explicación es el comportamiento del mercado laboral en los lugares en donde viven los migrantes. Sin ir más lejos, el viernes se supo que el desempleo en Estados Unidos se encuentra en 3,5 por ciento, el punto más bajo de los últimos 50 años. Más ocupación se traduce en más ingresos y en mayores excedentes a la hora de darle una mano a la familia en Colombia.

Que la realidad económica local es determinante lo demuestra el desplome en las transferencias salidas de Argentina en los últimos meses. Es de imaginar que con los controles cambiarios adoptados recientemente por el gobierno de Mauricio Macri, las cifras seguirán cayendo.

Hacia adelante, los estudiosos se preguntan qué va a pasar con las remesas. La inquietud es válida porque la edad promedio de quienes se fueron algún día avanza. Por ejemplo, en Estados Unidos el colombiano típico se acerca a los 50 años, dos décadas más que el que habita en Chile y una más del que está en territorio español.

En la medida en que los trabajadores de hoy se conviertan en los jubilados del mañana, la disposición a mandar plata puede disminuir.

No obstante, también es cierto que la gente continuará yéndose. Para citar un caso concreto, miles de personas salieron en épocas recientes de la zona del Pacífico con destino al sur del continente, como lo muestran las vibrantes comunidades de Arica o Antofagasta.

Los menores costos de desplazamiento junto con la falta de oportunidades seguirán influyendo para que los colombianos se trasladen a otros lugares, continuando con la tradición andariega que nos caracteriza. Y cuando logren ubicarse continuarán con la tradición de quienes los antecedieron: mandar dólares americanos, canadienses o australianos, al igual que euros, libras esterlinas, coronas suecas o pesos mexicanos y chilenos a la familia que dejaron en Colombia.


Ricardo Ávila Pinto
Analista Sénior de EL TIEMPO

Fuente de la Noticia

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