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Gustavo Gámez: la ciencia colombiana desafía al coronavirus

Gustavo Gámez: la ciencia colombiana desafía al coronavirus

Según el investigador, el Protocolo Colombia abre la posibilidad de que en el país haya un diagnóstico más económico del COVID-19, con insumos propios.

Un científico de Maicao, La Guajira, encabeza hoy en la Universidad de Antioquia uno de los proyectos más importantes para el país en tiempos de pandemia. Se llama Gustavo Adolfo Gámez de Armas, es doctor en biología molecular de Universidad de Greifswald, de Alemania, y es el cerebro detrás del Protocolo Colombia, una alternativa para detectar el SARS-CoV-2. Si este desarrollo es validado por el Instituto Nacional de Salud, podría traer grandes beneficios para el país, pues también se están fabricando insumos para realizar pruebas moleculares a precios más bajos. La nueva fase proteica de este trabajo puede dar paso a la creación de tratamientos e incluso una vacuna.

¿En qué consiste el Protocolo Colombia y cuáles son sus posibles alcances?

El Protocolo Colombia es una estrategia amplia de biología molecular con la cual la Universidad de Antioquia pretende dar respuesta al COVID-19. Es para el diagnóstico de esta enfermedad. Detectamos y ponemos a hablar al RNA del virus SARS-CoV-2 como no lo hacen los otros protocolos. Puede haber muchas recomendaciones a nivel mundial, pero consideramos que también tenemos el potencial para desarrollar soluciones; incluso con las metodologías y los equipos de biología molecular que tenemos de los años 80 y 90. En marzo, anticipamos que el Protocolo Berlín podría tener problemas para esta época, porque conocemos las dinámicas de los sistemas biológicos. Por eso empezamos a crear este Protocolo desde el inicio de la cuarentena obligatoria, con la fortuna de que los diseños fueron buenos y ahora nos permiten palpar las características del virus por lo versátil, discriminatorio (no se confunde con otros coronavirus) y robusto que es este protocolo.

¿En qué se diferencia este a los tres que ya existen?

Más allá del orgullo, esto nos permite tener una herramienta para ser más eficientes y masivos en la detección del virus. Tener este Protocolo nos da la potestad de masificarlo tanto como queramos. Con los protocolos de otras partes debemos pagar grandes cantidades de dinero por kits comerciales. Las metodologías actuales son muy costosas para aplicarlas a toda la población, con los módulos que creamos, específicamente con el de las enzimas, pretendemos bajar esos valores exorbitantes.

¿Qué ha podido determinar respecto al comportamiento del virus?

Llegamos a análisis más profundos de las secuencias de DNA, RNA y proteína. Para poder sacar lo mejor del sistema de la proteína Spike, que es la que interactúa directamente con el humano, hemos llegado a niveles que nos permiten tener un gran entendimiento biológico, genético y médico del SARS-CoV-2. Inicialmente no sabíamos qué significaban las marcas genéticas sobre Spike que seleccionamos para el Protocolo Colombia, pero después arrancamos a trabajar con proteínas y nos dimos cuenta de que lo que tenemos es muy importante en la biología del virus, también que se relaciona con los sitios de glicosilación (adición de azúcares a una proteína) que le permiten realizar el mimetismo de los grupos sanguíneos. Por ahora, no podemos dar más detalles porque se está preparando un artículo científico de alto nivel al respecto. Pero podemos decir que ya conocemos la relación molecular que hay para esas modificaciones, la forma en la que el virus se comporta y la tendencia a la protección en ciertos grupos sanguíneos. Cuando salga el artículo, mucha gente entenderá lo que hemos encontrado para darle explicación molecular a la pandemia; eso nos fortalece y nos posiciona en el campo.

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¿Cuál es el descubrimiento más importante hasta el momento?

Encontramos unos sitios de O-glicosilación estratégicamente ubicados que son cruciales para explicar la transmisibilidad y capacidad infectiva del virus. Podría existir patente si estuviéramos en unas condiciones de investigación normales, pero como inventores hemos decidido no tomar ese camino. Debemos ser más humanos y no podemos pensar en dinero ahora. La idea es que la comunidad científica pueda usar esta información para salvar vidas.

¿Qué le aporta esta investigación a la lucha contra el virus?

Si logramos manejar el sistema y entenderlo profundamente, no solo desde la biología molecular sino también desde la bioquímica, podremos proponer muchas soluciones. Desarrollar sistemas de detección (como el Protocolo Colombia), vacunas, tratamientos. Pero una cosa es entender cómo se hace esto y otra es tener la capacidad de hacerlo. No se ha invertido lo suficiente en ciencia pública en el país como para tener el camino fácil y lograrlo. Tenemos conocimientos para desarrollar, pero tal vez nos veamos limitados en cómo hacerlo, y ahí será importante asociarnos a nivel local y mundial. Al pensar en el alcance, ya nos dimos cuenta de que este tipo de sistemas y protocolos nos funcionan muy bien con neumococos y ahora con coronavirus. Lo que significa que podrían también funcionar con otras bacterias patógenas e incluso con el cáncer; y para allá vamos cuando termine esta pandemia. Colombia podría estar ganando un conocimiento muy importante, todo dependerá de aquí en adelante de con qué recursos contemos. Esto puede servir también de inspiración para muchos niños y jóvenes que verán en la ciencia molecular una nueva oportunidad; y yo gustoso de tenerlos como estudiantes en la Universidad de Antioquia.

¿Cuánto tiempo lleva trabajando en la investigación?

Durante el doctorado estuve aplicando este sistema al neumococo, que es más complicado en lo molecular que el coronavirus. Más de un millón de niños también mueren al año a nivel mundial por esta causa. Teniendo esa experiencia de trabajo con un patógeno como este, cuando llegó el coronavirus me di cuenta de que podía aplicar las metodologías que he trabajado durante años. Por eso en marzo empecé a estudiar virología para entender al patógeno, meterme de lleno y poder aportar.

¿Cuánto se puede demorar el proceso de validación?

Para que el Instituto Nacional de Salud (INS) nos valide, tenemos que presentarle un kit de detección. No basta con el diseño. Estamos atrasados porque no contamos con los recursos y, hasta ahora, tenemos poca capacidad. Necesitamos que la empresa privada sume recursos y el Gobierno flexibilice las medidas, dadas las virtudes del protocolo y que hay personas muriendo allí afuera. Una vez tengamos el kit lo presentaremos al INS. Sin embargo, el camino ya va adelantado, pues el INS ha podido verificar la veracidad de nuestro desarrollo. Trataremos de llegar a la comunidad lo antes posible. Si logramos producir las enzimas necesarias podremos sacar pruebas diagnósticas para otras enfermedades.

¿Siempre quiso estudiar biología?

Siempre he sido muy curioso, tuve la fortuna de estudiar en colegios que eran cercanos a la naturaleza. En el año 1992 escuché por primera vez del proyecto del Genoma Humano. En ese tiempo estaba en noveno de bachillerato y los profesores nos hablaban del tema. Siempre he tenido buena memoria lo que me permite recorrer moléculas de DNA y proteínas, e ir guardando información. De tal forma que cuando veo más adelante las mismas señales, recuerdo dónde estaban las que había visto antes. Ese saber caminar sobre la molécula es importante.

En cuanto a sus estudios…

Primero estudié en la Escuela Sindelima de Maicao, allí me exoneraron de dos años lectivos y entré derecho a segundo de primaria. Después mi papá me ingresó al Internado Indígena de Aremasain, donde aprendí los beneficios de la disciplina que caracteriza mi vida, y donde un sacerdote italiano me enseñó lo que significa ser Guajiro, un orgullo enorme y sentido de pertenencia por nuestra tierra. De allí pasé a estudiar en otro internado: el Instituto Agrícola de Carraipía, allí aprendí mi amor por la tierra y la estética de la carpintería.

Para mis últimos dos años de bachillerato mi mamá me llevó a Medellín, estudié en un gran colegio público llamado Liceo Nacional Marco Fidel Suárez y me gradué como mejor bachiller. Luego estudié biología en la Universidad de Antioquia, allí tuve unos profesores espectaculares, puedo mencionar cuatro de ellos que marcaron mi vida como domador de moléculas: el profesor Jairo López, quién me enseñó química orgánica; Roberto Amarís, quién me enseñó bioquímica metabólica; Gabriel Bedoya, quién me enseñó a caminar sobre el DNA; y Mauricio Camargo, mi gran amigo, de quién aprendí todo lo que sé sobre genética humana y citogenética, lo difícil que era responderle una pregunta a este señor fue lo que configuró mi compleja forma de pensar. Por ello hice mi maestría con él.

Luego salí a Alemania a realizar un Doctorado y terminé logrando dos, porque pude aprender el complicado idioma alemán en solo 3 meses gracias al Servicio Alemán de Intercambio Académico o DAAD. En el 2004, cuando la Universidad de Antioquia recién cumplía sus 200 años, me gané un concurso público de méritos con el que obtuve mi posición como profesor vinculado de tiempo completo de la Escuela de Microbiología. La UdeA 200 años fue una estrategia muy bonita de relevo generacional en la que jóvenes talentos de la época recibimos una oportunidad y creo que hoy, 15 años después, estamos pagando con la calidad de nuestro trabajo.

¿En qué otros temas ha trabajado?

Me siento feliz de haber recibido una formación familiar integral. Me encanta saber de todo. He trabajado en Genética Humana (Alzheimer Familiar), Genética Animal (Poblaciones de Murciélagos), Citogenética del Cáncer (Leucemias), Epidemiología Molecular de Enfermedades Infecciosas (Neumococos, Meningococos), Biotecnología (Ingeniería Genética), Bioinformática, Búsqueda de Blancos para Vacunas (Adhesinas de Neumococos), y ahora para poner a raya a este demonio del Coronavirus (Spike de SARS-CoV-2). Mi mayor pasión siempre ha sido la química y la uso para explicar la biología (Bioquímica). También me gusta el fútbol, los negocios que den plata, la mecánica automotriz, la carpintería y la construcción. Por ello, durante la cuarentena, mi principal proyecto familiar ha sido dirigir la construcción de un Eco-hotel en el Balneario “El Silencio”, ubicado en Distracción, Guajira.

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