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Historia de la Fórmula 1: Dallas 84, se fundió la F1 – Automovilismo – Deportes

Historia de la Fórmula 1: Dallas 84, se fundió la F1 - Automovilismo - Deportes


A lo largo de los 70 años del campeonato mundial de Fórmula 1 se han disputado más de mil carreras, muchas de ellas legendarias, con espectaculares batallas en las pistas entre grandes pilotos. Una de las más recordadas por los aficionados fue la del Gran Premio de Mónaco de 1984. Allí, Ayrton Senna demostró en su primera temporada en la F1 y su primera vez en Mónaco su calidad como piloto. Al volante de un ‘modesto’ Toleman, el brasileño desafió a pilotos de la talla de Alain Prost y Niki Lauda.

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A un ritmo demoledor, Senna luchó por la punta hasta qué en una polémica decisión, la dirección de carrera paró la competencia por lluvia. Terminó de segundo. Un año después ganaba carreras con Lotus.

Mucho tiempo atrás, en el GP de Alemania (Nürburgring), en 1957, con una gran estrategia, el argentino Juan Manuel Fangio celebró su victoria 24, su última en la F1 y su quinto título mundial.

Mientras que sus rivales, Mike Hawthorn y Peter Collins no pararon en boxes, Fangio corrió con neumáticos blandos y medio tanque de combustible, lo que lo obligaba a parar a mitad de la carrera, pero su Maserati era mucho más veloz y así podía rodar a fondo. Con esa estrategia obtuvo una ventaja teórica de 30 segundos en la parada, pero salió de boxes con 48 de atraso tras un error de un mecánico. No obstante, pudo remontar, batió el récord del circuito de 172 curvas 9 veces, adelantó a Collins y Hawthorn y ganó la carrera.

Los Grandes Premios de Fórmula 1, además de garantizar el espectáculo, son muy bien organizados y, ante todo, son seguros. Pero hubo uno que es catalogado como la antítesis de un GP de F1. Se corrió el 8 de julio de 1984, en Dallas, Estados Unidos, y fue considerada por los cronistas de la época como la carrera más insólita de la F1, organizada claramente con un interés más comercial que deportivo, aunque hoy en día esa no es una novedad.

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En este punto, el de la competencia, el resultado final habla por sí solo: en la grilla formaron 26 pilotos, abandonaron 18, y de los que terminaron la carrera, solo dos cumplieron con todas las vueltas. Por esos días, el ‘mandamás’ de la F1 ya era Bernie Ecclestone, conocido por ponerle el signo pesos a lo que se le atravesara: era el dueño del equipo Brabham y se hizo con el control de la Fórmula 1 al fundar la Asociación de Constructores de la F1 (Foca), junto a Frank Williams, Max Mosley, Ken Tyrrel, Teddy Mayer (McLaren) y Colin Chapman (Lotus), y se le apareció con la propuesta de la carrera Donald R. Walker, un reconocido empresario del espectáculo. ‘Se juntaron el hambre con la necesidad’, dirían las abuelas.

Por esos días era muy popular la famosa serie de televisión Dallas, que retrató la vida turbulenta de los Ewing, una familia multimillonaria dedicada a la explotación petrolera. Su personaje principal era J. R., un hombre sin escrúpulos interpretado por Larry Hagman, quien agitó la bandera verde, acompañado de Linda Gray, coprotagonista de la serie.

Walker y Ecclestone no eran los únicos que querían sacar provecho del GP de Dallas. Toda la ciudad se volcó a respaldar el ‘espectáculo’ pues sus habitantes querían que no solo fuera recordada porque en una de sus calles fue asesinado el presidente John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, ni por sus ranchos y criaderos de caballos, sino también por organizar un Gran Premio, aprovechando el furor que había causado en el mundo la serie de televisión.

La carrera tuvo un costo de 10 millones de dólares y se denominó Gran Premio de Dallas de F1. Se hizo en un circuito callejero improvisado, mal asfaltado, con una temperatura de 40 grados (66 en la pista), con cambios de horario a última hora y muy pocas medidas de seguridad, pero con muchos inflables gigantes de vaqueros alusivos a la ciudad del rodeo y los caballos. El asunto pintó mal desde el principio.
Antes de la carrera hubo una gran fiesta organizada por Alfa Romeo y Benetton, en el rancho Southfork, donde se grababa la serie de televisión, a la cual asistieron todas las personalidades de la sociedad de Dallas, los actores y los pilotos.

Después de la resaca de la fiesta, y de revisar durante horas el improvisado circuito, se dieron cuenta de que lo que les esperaba iba a ser una pesadilla.

Este es el lugar más difícil
en el que estuve, sin duda. Por primera vez en mi carrera como piloto de F1 tengo ampollas en las manos. Es un circuito muy incómodo por sus baches

La pista del GP de Dallas estaba al lado de una feria ganadera cerca de Fair Park, un lugar en el cual hoy todavía se realizan grandes transacciones y exposiciones de equinos y bovinos. El trazado de 4.128 metros tenía huecos, curvas ciegas y pocos puntos de escape. En pleno verano, en el que fueron famosas las bolsas de hielo para refrigerar los motores en boxes, y con la humedad, el asfalto se degradaba con cada salida a pista, a tal punto que se podía levantar con las manos, comentaron los pilotos.

Además, antes del GP se realizó una carrera de la Canadian-American Challenge Cup (Can-Am) que contribuyó al deterioro de la pista.

Para los proveedores de neumáticos de la época, Michelin, Goodyear y Pirelli, ‘leer’ el asfalto fue una incógnita y decidieron ahorrarse los de clasificación pues los blandos no aguantaron ni media vuelta.

Los temores de los pilotos se hicieron realidad en la jornada de clasificación con el accidente del inglés Martin Brundle (Tyrrell). El hoy comentarista de televisión se fracturó los pies, y gracias a las habilidades y la atención rápida del doctor Sid Watkins (médico de la F1), todavía los conserva, pues iba rumbo a una amputación.

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Los pilotos protestaron, unos con más vehemencia y diplomacia que otros. “Por primera vez en mi carrera como piloto de F1 tengo ampollas en las manos. Es un circuito muy incómodo por sus baches”, dijo el inglés Nigel Mansell (Lotus). “La organización creyó que era solo encerrar entre muros unas calles”, dijo Alain Prost. “La pista es una mierda”, afirmó el francés Jacques Laffite (Williams), mientras que el finlandés Keke Rosberg (Williams) describió el circuito como “asquerosamente malo, el peor que he visto en mi vida”.

Niki Lauda (McLaren), Prost (McLaren) y Nelson Piquet (Brabham), entre otros pilotos apoyaron un boicot para no correr, pero al final lo hicieron. Pudieron más los intereses de Ecclestone y Walker, quienes pensaban en las 90.000 entradas vendidas, el ‘peso’ de los presidentes de grandes corporaciones patrocinadoras de la carrera, quienes junto con los invitados especiales y el elenco de Dallas fueron los únicos que la pudieron ver con la comodidad de los aires acondicionados. Dicen que ahí nacieron las salas VIP en la F1.

Un episodio simpático que dejó a más de uno sorprendido, entre ellos a Frank Williams, fue la aparición en pijama de su piloto Jacques Laffite. Como la carrera se adelantó para las 11 de la mañana por el intenso calor, esta decisión también anticipó el warm up, que pasó a las 7 de la mañana. A modo de protesta, el hoy periodista llegó vestido así al circuito. Finalmente, el warm up no se realizó porque en la noche anterior varias máquinas intentaron ‘arreglar’ el asfalto.

Mientras los estadounidenses, amantes de las carreras accidentadas, se divertían con el espectáculo, los pilotos la pasaban mal en la pista. Al italiano Piercarlo Ghinzani (Osella), en una parada en boxes le lanzaron varios baldes con agua fría para sofocar el fuerte calor. El holandés Huub Rothengatter (Spirit), quien abandonó tras un choque, salió caminando del auto hacia la zona de espectadores y a varios de ellos les pidió vasos de agua que se los echó en sus zonas íntimas.

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Con el asfalto deteriorado, los motores turbo de 550 HP no pudieron exprimirse al máximo, lo que hizo que varios autos se juntaran y fueran por el triunfo. Nigel Mansell se fue adelante tras ganar su primera pole en la F1, pero fue superado en la vuelta 35 por Keke Rosberg, quien al final ganó el primero y único GP de Dallas. “Era una cuestión de supervivencia”, dijo años después al revelar en una entrevista el secreto de su triunfo: se puso un casco refrigerado con agua, que por esa época era muy usado por los pilotos de la muy americana categoría Nascar.

Como fue una carrera impredecible, el segundo en cruzar la meta fue el francés René Arnoux (Ferrari), quien se había clasificado de cuarto en la disputa por la pole, pero en la vuelta previa su motor no arrancó y tuvo que partir desde los boxes. A Mansell se le paró el motor de su Lotus a pocos metros de la meta, intentó llevarlo empujado a la raya, pero lo venció el calor y ya exhausto se desmayó. Despertó en una cama llena de hielo, en el hospital donde le trataron la deshidratación.

Al final del GP, 18 de los 26 pilotos de la grilla abandonaron, 10 de ellos por accidentes, entre ellos, el campeón vigente, Nelson Piquet, el italiano Riccardo Patrese (Alfa Romeo), Ayrton Senna (Toleman) y el francés Patrick Tambay (Renault). De los ocho que terminaron solo Rosberg y Arnoux cumplieron con las vueltas reglamentarias.
Senna dio una explicación ‘increíble’ de su accidente –en la vuelta 46 cuando ocupaba el cuarto lugar– al chocar contra un muro. El episodio es hoy una anécdota histórica que recuerda la precisión del brasileño en su conducción.

“No ha sido culpa mía, el muro se ha movido”, le dijo Senna en los boxes a Pat Symonds, director técnico de Toleman. Symonds lo tomó como la típica excusa de los pilotos, pero ante la insistencia de Senna fueron a revisar el muro. Y quedó sorprendido. En efecto, un accidente en la carrera previa de la Can-Am cambió de lugar los bloques móviles.

En la noche, los operarios del circuito reforzaron la protección del muro con cemento, pero este no alcanzó a secarse, por lo cual, con la vibración producida por el paso de los autos el muro se iba moviendo. Esa mínima variación, que jugó en contra de la milimétrica y estudiada trazada de Senna hizo que el brasileño se encontrara con el muro.

“No fue una carrera, de ninguna manera (…) fue, en el mejor de los casos, una parodia de Gran Premio”, diría tiempo después Alain Prost, quien no terminó por fallas en el motor de su Ferrari, pero se fue de Dallas como líder del campeonato, que al final ganó su compañero Niki Lauda, el tercero y último título de su carrera.

Así concluyó el primer y único GP de Dallas, con Rosberg luciendo un sombrero de vaquero en el podio y el trofeo que le entregó Linda Gray; con un Ecclestone convencido –como se dice en Colombia– de ‘no dar papaya con los pilotos’, y mucho menos en sociedad con promotores como Donald R. Walker, que tiempo después terminó preso durante siete años por fraude fiscal.

La Fórmula 1 ha visitado Estados Unidos desde los años 50. Pero aparte de Austin, solo Dallas acogió un Gran Premio en Texas. Fue solo uno, en 1984. Y menos mal que fue solo uno, porque se recuerda como una de las carreras más surrealistas de la historia”, recordó hace unos años el periodista español especialista en F1 Cristóbal Rosaleny, codirector de SoyMotor.com, en el programa Hora de F1.

CARLOS A. CAMACHO MARÍN*BibliografíaEl otro lado de las carreras (Blog) The Fifth Column by Nigel Roebuck, periodista revista ‘AutoSport’ La increíble anécdota de Ayrton Senna en el GP USA 1984, by Javier Prieto. Top Gear. F1’s wildest ever race? – 9 reasons Dallas ‘84 will never be forgotten. Formula1.com

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