Redacción
La afición por la resolución de conflictos llevó a Daniel Gándara a estudiar Ingeniería en Sistemas. En el proceso, descubrió que, más allá de su utilidad, la tecnología era otra de sus pasiones. “Fue una gran combinación. La profesión me resulta muy interesante y la ciencia aplicada permite impactar muchísimo en distintos ámbitos”, valoró Daniel sobre la fusión que le permitió crecer exponencialmente en el universo del desarrollo tecnológico.
Oriundo de Salsipuedes, hoy elige seguir viviendo en Sierras Chicas, al tiempo que se desempeña como vicepresidente de IT Product Development en Mercado Libre, la empresa de comercio electrónico argentina que triplicó su valor en 2020 y se posiciona como una de las firmas líderes de América Latina.
Su ingreso a la empresa se remonta al año 2013, cuando la plataforma de e-commerce y fintech adquirió Neosur, compañía de desarrollo de software a medida fundada por Gándara a fines de los 90. Para el ingeniero, sus primeros pasos en el negocio se basaron más en la intuición que en la planificación. “La estrategia era hacer nuestro mejor esfuerzo, tratar que saliera bien y dejar conforme al cliente, confiando en que nos iba a recomendar”, recordó.
A pesar de su simpleza, con esta filosofía Neosur pronto se expandió lo suficiente para empezar a jugar en las grandes ligas. “Salí a buscar inversiones y, sin pensarlo, se presentó la oportunidad de vender la empresa, lo cual te hace notar que la criatura que creaste creció lo suficiente”, señaló Gándara y aseguró que, a pesar de que significó “un ejercicio de desapego”, el tiempo confirmó que su decisión fue la correcta.
Pero este no es el único capítulo en el desarrollo profesional del sierrachiquense. Gándara también fue socio e impulsó la firma Autoentrada, además de oficiar como mentor de numerosos proyectos a través de su participación en el board de Endeavor, una organización global de apoyo a emprendedores. Su vocación docente también se despliega en las aulas de la Universidad Católica de Córdoba, institución de la que es egresado.
Hoy en día, Gándara transita “días largos y de gran intensidad” (como él mismo los define) en la urbe cordobesa, líder en industria tecnológica, para luego compensar la vorágine laboral con la tranquilidad que le ofrece su Salsipuedes natal. “Sierras Chicas es un lugar precioso, con la ventaja de estar a media hora de Córdoba. Creo que mucha gente elige esta región porque pueden trabajar en la gran ciudad, pero vivir en contacto con la naturaleza”, expresó el profesional de la tecnología.
El Milenio: ¿Cuáles son las características que debe tener un emprendimiento para ser eficaz?
Daniel Gándara: Mucho tiene que ver con el perfil del emprendedor, la visión que tiene. En general, hay que tener ganas de hacer muchas cosas, pensar en proyectos a escala global, que trasciendan una geografía, entender la esencia de un problema instalado en la sociedad, desarrollar una idea innovadora, que pueda realmente solucionar lo que está pasando. Esos serían los condimentos que se deben encontrar en un emprendimiento de alto impacto.
El lugar donde uno está instalado sirve como campo para probar y validar la hipótesis de solución, pero siempre pensando en llevar eso a otros espacios. El formato de pensamiento así no tiene techo, se trata de estar atento a las oportunidades y problemáticas. No todos los emprendimientos tienen que ser de base tecnológica, sólo hay una relación porque ésta es intangible y más fácil de relocalizar.
EM: ¿Qué apreciación hace del mundo laboral en los tiempos que corren? ¿Cómo definiría el papel de la tecnología hoy y su resignificación a partir del contexto actual?
DG: Son procesos evolutivos y la tecnología es parte de éstos. La pandemia aceleró cosas que todos sabíamos que se podían hacer, pero no se hacían, por ejemplo, el trabajo de manera remota. Particularmente en nuestro rubro es muy interesante lo que está pasando. Lo que se busca es mano de obra calificada, que más allá de su trayecto formal, demuestre tener capacidad para aplicar sus conocimientos a la resolución de problemas concretos.
Asimismo, hay más demanda laboral vinculada a la tecnología, que personas capacitadas para satisfacer esa demanda. Todo esto genera un círculo virtuoso. Hay mucho trabajo por hacer, pero a la vez hay una valoración muy linda de quienes se dedican a esto. Se aprecia mucho la experiencia, el compromiso y las competencias prácticas, lo cual fomenta el crecimiento de los profesionales. Eso después se derrama en otros trabajos que tienen que ver con la economía del conocimiento.
Creo que es una evolución que se acelera con situaciones impensadas, como la pandemia, y la tecnología es un gran facilitador para que todo esto ocurra. El proceso es muy divertido y desafiante al mismo tiempo.
“Resistirse a los cambios es tratar de tapar el sol con la mano. Tarde o temprano, alguna situación te obliga a adaptarte y es mucho más doloroso, porque lo tenés que hacer de golpe y sin la preparación correcta”
EM: ¿Cuál es el rol de la educación en este contexto?
DG: Por un lado, la tecnología avanza a una velocidad terrible, más rápido, en general, que la evolución mental del ser humano. Es bastante improbable que el ámbito académico pueda seguirle el ritmo, o sea, es difícil pretender que se enseñe lo último que se está usando en el mercado porque eso cambia y varía mucho.
Ahora, lo que es fundamental y sí viene haciendo bien la educación, es entrenar a los estudiantes en la capacidad de aprender cosas nuevas y transmitirles criterio a la hora de resolver problemas, lo cual se logra brindándoles conocimientos base y exponiéndolos a distintas situaciones para que apliquen lo que aprendieron. Además, como mencioné, se está dejando de pensar en la formalidad pura y hay mayor enfoque en los trayectos de competencia, que es lo que se necesita al final del día, que la gente se inserte profesionalmente y resuelva las necesidades que tiene la sociedad.
