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Jorge Barraza analiza la derrota de Colombia contra Uruguay en la eliminatoria a Catar 2022 – Fútbol Internacional – Deportes

por Redacción BL
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Jorge Barraza analiza la derrota de Colombia contra Uruguay en la eliminatoria a Catar 2022 - Fútbol Internacional - Deportes


El cuadro de Pekerman parece más grande que antes, la voz de Queiroz más inaudible. José sonríe desde la pared; Carlos, chiquitito, dice “soy el único responsable”. Dos cosas son seguras: cuando todos los futbolistas juegan mal, hay un problemita con el técnico; y cuando el técnico empieza a echarse todas las culpas, intenta justificarse con la tropa. No con el público o el periodismo, con sus dirigidos. El jugador olfatea rápido y si advierte que las cosas no carburan, se distancia del comandante. Y perdemos la guerra. Por eso Queiroz se golpea el pecho y dice “la culpa es mía». Esa vuelta la invita él, así le dan otra vida.

¡Qué linda es la Eliminatoria…! Un tsunami de pasiones. Colombia perdió feo, de local, y se amontonan los calificativos tremebundos: “vergüenza”, “desastre”, “humillación”. Tampoco así. Pero es altamente inquietante el 0-3 ante un Uruguay que venía de jugar espantosamente los dos primeros cotejos. El marcador es menos relevante que la forma. El Maestro Tabárez jamás habrá soñado obtener semejante victoria, tan plácida que hasta cabeceó en la silla. Allí, en el mismo lugar donde en el 2012 Colombia parecía un vendaval: los zamarreó, les hizo cuatro y con la orquesta a todo trapo. Y la Celeste estaba en esplendor: venía de ser cuarta en el Mundial y reciente campeona de América. Con Cavani, Godín, Forlán, todos jóvenes. De aquel 4-0 con baile a este 0-3 lastimoso hay siete goles de diferencia. Algo pasó.

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Antes de comenzar la Eliminatoria sostuvimos que, por importancia de cada medio y cantidad de jugadores en el exterior, Argentina, Brasil, Uruguay y Colombia eran lógicos aspirantes a un cupo. Después de lo del viernes, Colombia deberá refrendarlo fecha tras fecha. Tan desangelada actuación pone en duda el viaje al Mundial. Decididamente. Un equipo sin funcionamiento, sin carácter y sin jerarquía. La que tuvo Cavani (bordeando los 34 años y tras siete meses y medio inactivo), para definir la única que le quedó de frente al arco. La de Arturo Vidal, un crack de auténtica clase mundial, para darle el triunfo a Chile en el clásico del Pacífico.

Cualquier partido se pierde, preocupa la forma. Acá no hubo un mal planteamiento táctico que se pueda corregir de aquí al martes. Es un combo, fallaron las gomas, el motor, los frenos, el conductor… Si se cae jugando aceptablemente, hay futuro; de esta forma se esfuma cualquier ilusión. A los que prefieren “jugar mal y ganar” que nos expliquen lo del viernes. Porque Colombia jugó mal, eh…

Jugar bien es importantísimo. Y todo equipo empieza a jugar bien desde el mediocampo. Es la cocina del fútbol, allí se prepara el plato de la victoria. Colombia salió al ruedo -de local- con tres volantes de marca (Uribe-Barrios-Lerma), un 10 que no conduce, tira pelotazos, y dos puntas aislados, desabastecidos, fáciles presas del oficio de los uruguayos para defender. Además, salvo Mojica, Cuadrado y Díaz, los demás jugando al tranquito, sin presionar.

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¿Cómo podría fluir el juego con un tridente de músculo y sudor…? Colombia no creó una sola situación de gol en 97 minutos, apenas un cabezazo medio desinflado de Zapata al que la estirada de Campaña le dio visos de uuuuuuuhhh, de casi casi… Y cuando Queiroz vio que perdía y el carro estaba empantanado, sacó un obrero del medio (Barrios) para ingresar a Luis Díaz, posiblemente el futbolista colombiano de mejor rendimiento, hoy; un puntero veloz, punzante, encarador, con desequilibrio en el mano a mano. No puede ser suplente Luis Díaz. En contrapartida, Tabárez sacó a un volante ofensivo (De la Cruz) y puso a otro delantero neto (Darwin Núñez) para hacer más daño. Atención a Darwin Núñez: puede ser figura internacional, como Suárez o Cavani.

“Nos metieron un gol de entrada y había que cambiar”, se defendió el entrenador. Raro que un hombre de fútbol esgrima eso, es una posibilidad muy real (y usual) del juego que a uno le marquen a los cinco minutos, ¿por eso hay que cambiar todo lo planificado a la media hora…? No, varió el plan porque avizoró que no servía. Tuvo el mérito de no ser obtuso. Seguro habría querido cambiarlo a los quince, pero eso era un papelón, se aguantó hasta los treinta.

¿Y las individualidades…? Desde luego, la falta de armonía del conjunto deslució a todos, pero dentro del bajón general hubo incluso puntos más bajos. Muriel directamente fue inexistente, el hombre invisible. La pareja de centrales -Mina y Murillo- fallona, inconfiable; de Uribe aún esperamos demuestre por qué está en todas las convocatorias desde hace tiempo. Y James… No toma el mando del equipo, se lo ve falto de dinámica, no puede sostener dos segundos la pelota porque lo enciman y se la sacan (le pasa también en el Everton). Y vienen contraataques que cuestan goles. Ello se debe, posiblemente, a un deficiente estado físico. Por eso tiene que sacársela de encima rápido y pierde precisión. No elabora fútbol, tira pases y ya. Incluso está alejado del arco, antes pisaba seguido el área. El único con categoría real fue Cuadrado. Puede jugar bien, regular o mal, pero la muestra, tiene rebeldía. Es como aquel que en el barrio o en la escuela, si lo buscan, pelea, aunque pierda. Vuelve con un ojo negro, pero se atrevió. Y metió alguna mano.

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El fútbol colombiano lamentaba en las últimas semanas que los clubes no pintan en la Libertadores. La actuación del viernes es una preocupación adicional. Este 0-3 enciende alarmas porque engrosa una estadística poco agradable: en los últimos 12 encuentros eliminatorios frente a los cuatro más importantes del continente -Brasil, Argentina, Uruguay, Chile- empató 6 y perdió 6. No gana en ese nivel desde 2012 (a Chile). Los números no hablan, pero quieren decir algo: que a la hora de la hora…

Y encima se viene Ecuador, cuya moral está a la altura de Júpiter. Con cero tiempo para trabajar, Gustavo Alfaro ha armado un equipo en una sobremesa, de madrugada y sobre una servilleta, pero funciona. Esperará a Colombia con un día más de descanso y en la altura de Quito. No tiene buena pinta el programa por aquello de “si Ecuador pasó por arriba a Uruguay, que pasó por arriba de Colombia…” Sin embargo, el fútbol no tiene carácter transitivo y todos los partidos son distintos. Pero, claro, los antecedentes no invitan al entusiasmo. Ecuador tiene el mejor biotipo físico de Sudamérica y son gente que juega con personalidad. Hay una ilusión extraordinaria porque pasaron de una bajísima expectativa previa a verse en lo alto de la tabla. Y ya sabemos que el optimismo es el jugador número doce.

La buena es que no jugará Enner Valencia, afectado de covid en Turquía. Enner es el máximo goleador de Ecuador, un 9 bravo, que en dúo con Michael Estrada conforman un ataque potentísimo. Pero Alfaro sabrá reemplazarlo. Es un hombre perspicaz, trabajador, tiene amplia trayectoria y está muy mentalizado, este es el reto de su vida. En sólo dos meses y sin conocer el medio, ha revolucionado el ambiente.
Cada uno de los que viajan a Quito lleva un cartelito en la frente: “Prohibido perder”.

JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
@JorgeBarrazaOK

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