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Jóvenes formados y diestros en tecnología: así son los nuevos ganaderos

Jóvenes formados y diestros en tecnología: así son los nuevos ganaderos

Pero el caso es que, hace siete veranos, Nacho Fernández dijo “no” a Madrid. Prefirió su Villar (Pajares, Lena) natal. Colgó su título de Formación Profesional de Informática en el salón de casa y se puso al frente de la ganadería familiar. Tiene 27 años, un tractor azul, medio centenar de vacas a las que cuida con mimo y un apego a la tierra que no se quita con nada: “Yo aquí soy feliz”, repite cuando puede.

Es uno de los productores más jóvenes de Asturias y su perfil cada día se repite más. Chavales que cambian el chip a un sector que, desde fuera, a veces se siente ajado. Formados, diestros en tecnología y con apego a lo rural: así son los ganaderos que cogen el relevo en las Cuencas. Por delante tienen el difícil encargo no escrito de levantar unas cifras nada halagüeñas: en una década, las ganaderías de carne –como la de Nacho Fernández– se han reducido casi a la mitad (de 4.020 a 2.893, según el Sadei) en las comarcas de Nalón y Caudal.

Son las siete, suena el despertador. “Lo que me gusta de este trabajo es que soy más libre que si trabajara por cuenta ajena. Sí, trabajo mucho y bastantes horas. Pero soy mi propio jefe y no aguanto órdenes de nadie”, afirma el chaval, recién levantado para ir a ver a las vacas que tiene estabuladas. El invierno, ha aprendido ya en estos siete años de ganadero, casi siempre es más fácil: “Están todas las vacas localizadas, no hay que andar por el monte a por ellas”, reconoce.

Nacho Fernández, ganadero de Villa (Lena)


Una funda azul, unas botas de goma y una vara en la mano. “Gente como este guaje es lo que necesita el sector ahora mismo. Personas formadas, que deciden quedarse en el pueblo para cuidar de él y del ganado”, afirma Xuan Valladares, de Asturias Ganadera. En los sindicatos de productores sí han percibido un incremento de afiliados jóvenes, en la entidad aún no: “Esperamos empezar a renovar el sector. Es imprescindible, para sobrevivir ahora, aunar la tradición con las nuevas tecnologías”, apunta Valladares. Jóvenes que hayan visto la tradición ganadera en la familia o entre los vecinos. Y que ahora se reinventen. Solo así, añade el portavoz de Asturias Ganadera, las explotaciones serán competitivas: “Hay que aunar lo de antes y lo de ahora, y hacerlo bien”.

Nacho aprendió de ganadería con lo que vio en casa. Las botas de goma chapotean en el suelo mojado cuando va a dar de comer a las vacas de la finca de Villar: “Este es un toro, todavía no lo bautizamos”, sonríe, acariciando la cabeza a la res. El verano es tiempo de tecnología: “Cuando las tengo en el puerto, las tengo localizadas por GPS. Tengo una aplicación que te dice dónde está cada vaca, actualiza la posición cada hora. Sin nuevas tecnologías, competir ahora es muy difícil”, apunta. La red es el mejor lugar para consultar cómo van las tasaciones, aunque la presencia en los mercados tradicionales es fundamental.

“¿Se venden bien?”. El precio de la carne está bajo, comenta. Y el tema del mes: está cabreado por la nueva protección para el lobo. “Lo que no puede ser es que decidan sobre el lobo gente que no lo sufre. Aquí lo sufrimos, dicen los ecologistas que siempre se convivió con él… y yo les digo que el llobu antes estaba en el monte, y ahora baja al pueblo. ¿Qué hacemos?”, apunta, con una rotundidad inesperada.

“Lo que no puede ser es que decidan sobre el lobo gente que no lo sufre»

Nacho Fernández – Ganadero de Villar (Lena)




Hace dos años, un cánido salvaje le mató a sus burros “Rajoy” y “Margarita”. Le dolieron en el alma, no en el bolsillo. Y aclara: “Piensan que los ganaderos solo queremos matar lobos y quemar monte, cuando queremos justo lo contrario. Queremos conservar esto (abarca con los brazos el paisaje). Pero es que cada día somos menos, van a acabar con nosotros”.

Lo dice él y le dan la razón los datos. Según Sadei (Sociedad Asturiana de Estudios Económicas e Industriales), las cabañas de carne se han reducido casi a la mitad en diez años. Un repaso al histórico, no deja lugar a dudas. Una caída que parece no tocar fondo: 4.020 ganaderías en 2007, 3.242 en 2012, 2.956 en 2016… “Pero nadie hace nada. Como antes esto era una economía mixta, mina y ganao… Ahora vuelve a ser una forma de vida, y estos chavales necesitan ayuda”, matiza José Antonio Fernández, padre de Nacho, que se une a la conversación.

No hay tiempo para más charla, el mediodía ya se le echa encima a Nacho. Tiene que bajar a la Vega del Ciegu a atender otras reses, se mueve rápido por el prau: “De momento no tengo moza, cuando la tenga tendrá que gustarle el pueblo. Y si tengo guajes, quisiera que se criaran aquí. Como me crié yo”, sonríe. Antes de terminar este reportaje, una de las vacas se puso de parto. La ganadería llegó ayer a 55 reses.

“Enhorabuena, Nacho”. “Gracias”, y calla un momento. Piensa en esa vida en Madrid que convirtió en hipotética: “A lo mejor, si hubiera ido, estaría ganando 700 euros y gastando casi todo en venir a casa los findes. Soy feliz aquí…”. ¿Ni una pequeña duda? Mira al frente, al verde oscuro del valle de Pajares: “Ninguna. Esto ye lo que quiero”.

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