Por: Edilberto “El Mono” Hernández
La seño Ana o Anita es el nombre de pila de la señora Ana González. De piel morena, estatura mediana, contextura media, sonrisa profunda de sus días mejores, sin emitir sonidos, solo con la expresión de la atención a los buenos ratos y los cuentos de la cotidianidad, de los acontecimientos del municipio le sacan una sonrisa perfecta.
Los surcos de sus labios manifiestan la risa de los años bien vividos, sus ojos de color negro, de mirada gacha, de parpados caídos y cansados por la lectura, sus manos suaves como las uvas, a veces muda en los recuerdos más profundos, inspiran el sentimiento de un ser querido que no debe partir jamás, es una madre comprometida y dedicada a la buena crianza de sus hijos y ahora de sus nietos.
La casa quinta, habitada por la familia López González, en el municipio de Ciénaga Magdalena, está ubicada en el barrio Kennedy, patio con patio, con el colegio la Alianza para el Progreso fue un programa de ayuda económica, política y social de Estados Unidos para América Latina efectuado entre 1961 y 1970. Su origen está en la propuesta oficial del presidente John F. Kennedy, en su discurso del 13 de marzo de 1961 ante una recepción en la Casa Blanca para los embajadores latinoamericanos.
En ese sector también se encontraba el primer hospital que funcionó en el municipio, me cuenta Chichi Caballero ese gran historiador del municipio de Ciénaga que este hospital fue fundado por la hermana san Cristóbal, fue construido a las orillas del mar caribe, era una edificación de columnas altas, techos altos, de entradas múltiples, corredor amplio, donde podían dormir algunos peregrinos procedentes de las diferentes corregimientos y veredas, era atendido por monjas como los hospitales lazaretos, esta edificación era de dos niveles, una obra de expresión Greco-Romana, como la presentación de un templo para darle un nuevo sentido en la sociedad civil, una combinación caprichosa de las formas geométricas, de color blanco, bajo la influencia de esos paisajes naturales, arena, mar, montaña porque desde el segundo piso del antiguo hospital se divisaba la sierra nevada de santa marta y además la ciénaga grande y sus verdes manglares, la diversidad de aves, un contacto inmenso con la naturaleza.
Era frecuente encontrar a los indios de la sierra en mulas y caballos para poder recibir la atención en el hospital. Por lo alto de sus columnas, las ventanas eran tan grande que permitía la ventilación por la brisa que viene de las Antillas y chocan en la sierra nevada y viajan por toda la costa caribe, esos vientos alisios eran el alivio del sofocante calor de los pacientes hospitalizados, del sudor que escurría por la espina dorsal de las mujeres en trabajo de parto. Ana de Jesús Rodríguez me decía que era muy común ver el desecho de las placentas en las playas del mar caribe, aunque la mayoría de los partos eran atendidos por las parturientas del barrio entre de ellas mi bisabuela Ana de Jesús, se atendían otras urgencias en salud.
En Ciénaga, Magdalena, por los años 1910 ejerció el doctor Pablo Torregroza Borja y fue muy notable; en esta misma población el doctor Aquiles Hernández Barreto y el doctor Anselmo Martínez, quien falleció en 1944, su hijo con el mismo nombre siguió sus pasos en la medicina y fue el medico de muchos Cienagueros.
Hacer mención de la casa quinta de la señora Ana nos remonta a esa vieja edificación sacudida y borrada por el mar de leva que se presentó en esa época, esa fuerte corriente marina, no solo acabo con el primer hospital de ciénaga sino que también en la vuelta del diablo sepultó la iglesia de Puebloviejo donde solo quedó la cúpula de la iglesia y después de un tiempo sumergida en las profundidades del mar caribe como unas de las diez iglesias sumergidas en el mar.
Dalida la abuela más hermosa del mundo QEPD se levantaba muy temprano, esclavas de sus propias normas, preparaba el café tinto para toda la familia, el aroma se esparcía por las tres grandes habitaciones de la casa, la primera habitación como en todas las casas era la matrimonial, la segunda era la de las mujeres y la tercera era para los varones y algunos familiares y visitas, los catres metálicos de abrir y cerrar eran los utilizados para las visitas, de todas formas el aroma se esparcía también a la sala comedor y llegaba al patio, donde se mezclaba con el olor a brisa marina, la garza que mantenía en el patio sacudía las alas por el aroma del café, que preparaba la señora Dalida, también recuerdo el olor a oxido de las neveras en reparación del señor Jorge López el popular guillo López, el señor, que cantaba y componía canciones trabajando, era muy gracioso pegarle el gritico a uno de sus hijos para que saliera a comparar el pan de la panadería Saltaren para el desayuno, en especial a mi querido hermano Quique López.
“Enrique ve a comprar el pan y debe ser el de la saltaren” una panadería tradicional de Ciénaga siempre distante a la casa quinta de la señora Ana…… de los presentes en especial Carlos Jorge el mayor de la familia, que tiene la risa silenciosa de la señora Ana, bastante expresiva, era acompañada con la burla inaudita de julio su otro hermano, julio con la carcajada burlona trataba de aguantar la risa sin posibilidad alguna de contenerla, Enrique lleno de rabia, no podía aguantar otra dignidad diferente a la suya propia y como tratando de compensar el mal momento y ese casualidad de mala suerte, compraba el pan en la tienda de la niña Sánchez, dos cuadra de su casa. Mi gran amiga Rosa Sánchez hablaba con Guillo y le decía muchas gracias por la compra del pan no es el de la saltaren pero es de la panadería de Toño “Joche Pan”, QEPD, también muy buenos,…. Era casi una limpia segura para mi gran amigo enrique quien al verse sometido en una tormenta de verano buscaba a la señora Dalida y Anita para que lo salvaran.
Dalida de una sonrisa preciosa, la abuela protectora casi siempre de los malos momentos de sus nietos, alta morena, cabello corto y grueso blanco como hilos de plata, después de sus años bien cumplidos, era el ángel protector de toda la familia decía es que “Enrique no hace caso ese es como un caso perdido”.
Walter López mi gran amigo y mi compadre querido, ocasionalmente interfería pero no había tregua alguna, se encontraba, entre la espada y la pared, la verdad el viejo Guillo se ocupada de todos sus hijos con atención particular ese carácter de Guillo era siempre para moderar las buenas costumbres que hasta hora toda la familia mantiene.
En el mes de julio por las lluvias hay ráfagas de mosquitos procedentes del mar caribe y otros de la laguna de la ciénaga grande, los vientos alisios a veces los espantan pero cuando no hay briza se acumulan en los rincones de la casa, entonces para esa época, se prendía el fogón, para provocar la humará para espantarlos, la casa quinta de Ana se llenaba en horas de la tarde de mosquitos así que era frecuente ver al señor Jorge aplicar con su bomba manual la aplicación de gas natural con ACPM, combinado con el Baygon para derrotarlos.
Ana González, mi querida y siempre recordada amiga, hago estas notas para que recuerdes esos años viejos que te darán la fuerza para seguir adelante, sé que te estas recuperando, te quiero mucho y guardo gratos recuerdos de todos ustedes, especialmente de ti.
Mi corazón desborda en un manantial de emociones al solo saber que te estas recuperando y pronto estarás en casa. Tienes las alas de esa garza que vivía en el patio de tu casa que se emocionaba mucho con tu risa, vuela Anita rumbo a casa que te estamos esperando.