La mujer que sobrevivió al conflicto y al ataque de una serpiente

El cultivo y la producción de cacao le están retribuyendo a Nury Hernández Molina tantos años de sufrimiento, desde que el conflicto armado la sacó corriendo de Caquetá, cuando asesinaron a su esposo y quedó viuda con dos hijas menores de edad.

La violencia se ensañó con su familia, dice Nury, desde octubre del año 1981 cuando un avión Curtiss C-46, de la empresa Aeropesca, acuatizó cargado de armas en el río Orteguaza, en una de las audaces operaciones de guerrilleros del M-19 en la que secuestraron el avión. Este lo habían abordado en el aeropuerto de Medellín, lo trasladaron a La Guajira para recoger las armas y luego lo hicieron atravesar el país hasta aterrizar de emergencia en Caquetá.

Como el ejercitó descubrió donde había aterrizado el avión, que quedó enterrado en una zona arenosa del río, llegó a combatir a la guerrilla y se recrudeció la violencia.

Nury recuerda que de su tierra natal salió corriendo sin ropa y sin nada, y llegó al Meta con dos niñas y viuda, pues su esposo murió en la violencia cuando una hija tenía ocho años y la otra diez.

Trabajó en fincas y encontró un compañero con quien vivió durante veinte años, pero los desencuentros los llevaron a la separación. Por eso, desde hace ocho años, vive sola en su finca de la vereda El Encanto, en Guamal.

Allí, hace varios meses, una serpiente muy venenosa la mordió y por poco le qui.
En medio de las dificultades sacó a sus dos hijas adelante. Hoy, una es contadora pública y administradora de empresas y tiene su propio almacén de electrodomésticos, y la otra es diseñadora de modas.

Después de separarse en su segunda relación, Nury logró estudiar. “Las mujeres para qué estudian”, decía su papá, y por eso nunca había ido a un aula de clases.

Uno no se da cuenta de lo que es capaz de hacer porque creer que necesita de la compañía de un hombre y que aprende a conocerse cuando le toca enfrentar la vida

“Me gradúe de primaria y de ahí seguí estudiando una técnica en cosecha y cultivo de cacao y un técnico en cocina internacional. En diciembre hago pollo relleno, tamales, conservas, manjares y la gente me busca para que haga las cosas”, dice.

Tiene una hectárea de tierra cultivada en cacao y aguacate. Cosecha entre 3.000 y 3.500 kilos al año, que comercializa en hogares y escuelas del municipio.

En una reciente vista a su finca con funcionarios de Ecopetrol y periodistas, ofreció un desayuno con alimentos producidos en su finca: licor de chocolate (también produce chocolate granulado y chucula), achiras, panderitos, pandeyucas y huevos.

Estuvo luchando por ser una microempresaria sin éxito y, ahora, como asociada de la cooperativa agropecuaria Aguamal, que tiene 120 asociados, ve un futuro más próspero.

La cooperativa ha contado con el respaldo de Ecopetrol desde el año pasado, la cual les ha brindado capacitaciones y asesoría, para que mejoren la calidad de la producción y, en corto tiempo, puedan comercializar el producto con grandes empresas del sector.

“Uno nunca se da cuenta de lo que está hecho; soy una mujer verraca. Uno no se da cuenta de lo que es capaz de hacer porque creer que necesita de la compañía de un hombre y que aprende a conocerse cuando le toca enfrentar la vida. Ahora estoy empoderada y luchando por la cooperativa”, manifiesta Nury.

NELSON ARDILA ARIAS
Para EL TIEMPO
VILLAVICENCIO

Fuente de la Noticia

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