Redacción
En la actualidad, el 55% de la población mundial vive en áreas urbanas, y para 2050 se espera que esta cifra se incremente en un 70%, lo que significaría 2.500 millones de personas más en las ciudades.
Esta proyección, junto con los efectos que ha dejado la pandemia producto del miedo al contagio (distanciamiento social, disminución del uso del transporte público, aumento en la circulación con vehículo propio, entre otros), nos invitan a reflexionar como sociedad sobre qué esperamos de la movilidad vial en el futuro.
Los servicios y la movilidad crecen más rápido que lo que las ciudades pueden gestionar, y ello genera, además, un gran volumen de datos que no se usan ni se comparten de manera eficiente.
Mientras tanto, los ciudadanos demandan ciudades más conectadas, limpias, seguras y que les brinden una mejor calidad de vida y quieren disponer de información para tomar mejores decisiones y ahorrar tiempo en sus desplazamientos, así como acceder a nuevos medios de transporte.
La “nueva normalidad” conduce nuestras miradas hacia megatendencias, como la revolución digital o la protección medioambiental. En este contexto, la tecnología del transporte jugará un papel clave al poner a disposición múltiples herramientas para las entidades públicas: desde la gestión dinámica de semáforos en tiempo real, un centro de intercambio de datos para tomar decisiones inteligentes hasta sistemas tarifarios (controlan la demanda que busca acceder a zonas urbanas y de este modo evitan la congestión) y no tarifarios (diseñados para garantizar el acceso a zonas concretas).
También, este contexto nos interpela sobre nuestro compromiso participativo como sociedad: ¿qué estrategias aceptan las grandes ciudades del mundo? ¿Los conductores apoyarían y seguirían rutas alternativas utilizando su sistema de navegación para reducir la congestión y mejorar la calidad del aire? ¿Hasta qué punto es importante la protección del medioambiente para los conductores y cómo se puede mejorar la aceptación de los sistemas de peaje?
La movilidad en las ciudades es un ecosistema cada vez más complejo y los entornos urbanos presentan los mayores desafíos en lo que respecta a la sostenibilidad del transporte, ya que son los que más sufren la congestión, el deterioro en calidad del aire, la contaminación sonora y una seguridad vial deficiente a causa del tráfico.
En grandes ciudades como Córdoba capital, la emergencia sanitaria obligó a los ciudadanos a optar por distintas alternativas de transporte, en las cuales se ubica la bicicleta como la menos riesgosa ante los contagios.
De esta manera, con un nuevo impulso al plan integral de bicisendas y ciclovías, se están dando los primeros pasos en la provincia para pensar en una movilidad sustentable. La oportunidad es enorme, ya que vivimos en un contexto en el que la tecnología nos habilita a gestionar el tránsito a través de datos reales que pueden facilitar la movilidad de los ciudadanos cordobeses.
Argentina tiene el potencial que se requiere para crecer en propuestas de movilidad vial sustentable y ya tomó decisiones estratégicas relacionadas con nuevos proyectos que fomentan la descongestión de arterias importantes de las ciudades y el uso preferente de bicicletas como medio de transporte sostenible, ágil y saludable.
Sin embargo, todavía queda mucho por implementar en lo que se refiere a inversiones en nuevas tecnologías de gestión de tránsito, con una mirada puesta no sólo en el bienestar de los ciudadanos como autores partícipes de este ecosistema, sino como sociedad involucrada en el mejoramiento de la calidad ambiental y, en consecuencia, en el bienestar social.
*Gerente de soluciones, KapschTrafficCom
El texto original de este artículo fue publicado el 11/03/2021 en nuestra edición impresa.
