En sus encierros de cuatro paredes y con unas cuantas salidas a las calles silenciosas, las historias de colombianos reflejan los dramas que trajo la pandemia de coronavirus en la ‘Capital del Mundo’, que no ha terminado su cuarentena y sufre ahora el agite de las protestas por el crimen de un ciudadano en un acto policial en MInneapolis.
Han sido semanas de incertidumbre, miedo y desempleo en la ‘Gran Manzana’, que extendió su caurentena hasta el 13 de junio y donde se ha vivido el horror de encontrar cadáveres amontonados en camiones en una funeraria.
El registro esta semana marca 377.911 casos positivos y 30.566 muertos en Nueva York.
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A Wilman Sànchez Cabrera nunca lo olvidarán en el mundo del baile y la bohemia en Cali. Se hizo reconocido en la pareja Wilman y Maité, la primera en traer el título de Campeón Mundial de Tango a Colombia.
También por ser el fundador del ‘Viejo Rincón’ en Cali y ‘La Barraca de Lorena’ en Bogotá. Su muerte, cuando cumplía 59 años, al sufrir el coronavirus, causó luto en ese mundo de la rumba y la gastronomía.
Sánchez Cabrera, nacido en Palmira, estudió música y danza en el Instituto Popular de Cultura (IPC) en Cali, donde se especializó en danza folclórica. Luego estudió contaduría y administración de empresas.
En los últimos cinco años Sánchez Cabrera, padre de dos hijos, se radicó en Queens, en Nueva York, donde era gerente de una cadena de restaurantes, hasta finales de marzo cuando se sintió enfermo.
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Juan Carlos Sánchez, uno de sus cinco hermanos, dice que Wilman marcó historia en el entretenimiento y espectáculos en Cali al abrir puertas a bailarines y cantantes.
Lorena Urrea, cantante de Delirio, vivió 28 años con Wilman, con quien tuvo su segundo hijo, Nicolás. Ella lo refiere como un artista, emprendedor, gran compañero y padre.
Maité, con quien se consagró en el baile, dice que siempre llevará la imagen de un soñador y artista inolvidable.
Las amargas travesías de un taxista
Al comienzo, cuando el virus caminaba desde China y Europa, el taxista colombiano Jairo Claros sentía como miles de personas, que era algo lejano de Nueva York. Con los días empezó a usar tapabocas, guantes y desinfectante.
“Yo seguí manejando como 10 días y no entendía la gravedad de todo, pero me fui ‘paniqueando’ con la muerte de colegas y cuando veía la fila de gente en el Hospital Elmhurst”, cuenta Claros, desde Queens.
Para este colombiano, radicado hace 30 años allí, es una pesadilla. “Mucha gente cree que está bien y está contagiada. El esposo de mi excompañera, que es policía, salió positivo, y siete amigos de mi ramo, han fallecido”.
Si Nueva York es la ciudad más azotada por el virus en Estados Unidos, Queens, donde reside el taxista con su hijo en un apartamento sin vista a la calle, al lado de Brooklyn son los condados epicentros del brote.
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En Gramercy Park, en Manhattan, en su mayoría habitada por personas de raza blanca, la tasa es de 31 muertes por cada 100.000 habitantes. En Far Rockaway, en Queens, donde más del 40 % de sus residentes son afroamericanos y un 25 % latinos, la tasa de mortalidad es casi 15 veces mayor: 444 muertes por cada 100.000 personas.
Las cifras horrorizan en esta ciudad que sufrió el atentado del 11 de septiembre de 2011, cuando murieron 2.983 personas. Juliana Montenegro, caleña de 33 años, quien reside con su hijo, de 8 años, en Queens, habla del miedo.
«Muchos líderes de mi iglesia cristiana han perdido la vida como los padres y la madre de tres amigas. El abuelo de mi hijo salió positivo, cinco de mis clientas también se contagiaron. Ya lo material y el dinero han pasado a un segundo plano porque ahora es salvar la vida”, dice la esteticista.
El diseñador que da ejemplo de solidaridad
El diseñador colombiano Raúl Peñaranda y su equipo de trabajo, con el fin de ayudar al personal médico, decidió producir más de 2.000 tapabocas y mascarillas y donarlos a los hospitales neoyorquinos.
“Simplemente porque soy ser humano y tenemos que ayudarnos los unos a los otros”, dice Peñaranda, con marca propia en su taller en el Fashion District de la Gran Manzana y con 15 colecciones en las pasarelas de la Semana de la Moda de Nueva York.
«Todas las máscaras fueron donadas a los hospitales como Sloane Kennedy, Mount Sinai, Lenox Hill y de Brooklyn. Sirven como capa extra de protección para el personal de salud. Fui la tercera marca, después de Ralph Lauren y Christian Siriano en tener esta iniciativa. Esto lo hicimos hasta cuando se nos permitió, porque ya luego tuvimos que cerrar el estudio».
«Tengo una hermana en Cali, el resto de mi familia, papá, mamá, tres hermanas y mi hermanito permanecen en Miami y gracias a Dios están bien, pero aquí en Nueva York sí he perdido bastantes personas y es lamentable todos los días ver cuántas personas se han ido», dice el diseñador.
«Estoy en una zona de Times Square que está agitada por el acto del policía. Hay gente protestando en paz como debe ser para que esas muertes no se repitan y hay otros saqueando las tiendas. Esperamos que abran la ciudad la semana próxima.. Todo está cerrado y, ahora con las protestas, no podemos salir de 11 p.m. a 5 a-m-«.
La lucha de una editorialista y el dolor de perder a la abuela
Alexis Ruginis Sierra, nacida en Nueva York, a los 10 años se radicó en Cali y solo volvió a Estados Unidos cuando se graduó del posgrado en 2010. Ahora vive en Manhattan, uno de los cinco distritos de Nueva York.
«Nuestro mundo se ha reducido a unas 4 cuadras hacía el sur, y 4 al norte.Lo más lejos que caminamos es para ir al mercado, que tal vez son 6 cuadras. Por suerte vivimos cerca de un parque y gente viene a correr o a jugarcon sus hijos. Con tanto niño encerrado, la rutina de nuestro negocio sí ha cambiado. Mi hermana y yo fundamos Veoleo, una editorial independiente que produce libros y crea contenido para la población Latina enEstados Unidos y otros países no-hispanoparlantes.
Cuando cerraron los colegios, con artistas latinos, diseñaron hojas paracolorear. «Tuvimos acogida, así que ahora estamos produciendocontenido para más edades y desarrollando proyectos digitales. Sacamos productos que le sirven a la comunidad así que elconsumidor escoge el precio, empezando desde cero».
Alexis sufrió un drama familiar. «Mi abuelita se murió el primero de abril. Estaba en un centro de rehabilitación por una cirugía de cadera cuando impusieron la cuarentena. Tratamos de hablarle por teléfono y video-llamada pero no es lo mismo. Poco a poco, la notabamos más ida. Jamás sabremos si el virus causó su fallecimiento o si sencillamente murió de vejez. Lo cierto es que estamos con el corazón roto».
«Para ella, era importante el ritual fúnebre católico, así que la misa la organizó mi suegra en Cali y la familia, cada quien por su lado, pudo verla por redes. La funeraria nos avisó que en una semana había recibido a 50 personas, cuando lo usual son 25 al mes. No tuvieron tiempo de prepararla, y si hubiéramos querido velarla, se limitaría a a 10 personas. Decidimos que era demasiado riesgo pues mis papas y mi tía son vulnerables. Así que fuimos al cementerio y uno a uno nos bajamos de los carros para ponerle flores al ataúd. Vi a mi mamá llorando a dos metros y no podía abrazarla, eso fue devastador. Todo parece mentira».
La actriz que enseña la resiliencia
Carolina, quien desde hace cinco años reside en Nueva York, sale cada 15 días a mercar en Harlem en Manhattan. Solo hay supermercados y droguerías abiertas, pero hay personas en algunas esquinas que venden desde mascarillas hasta comidas e incienso.
Ella no se atreve a usar el tren. La escuela donde trabaja cerró y solo se dictan clases on line. Todas las personas que conoce, que trabajan por horas, perdieron el trabajo. Son trabajadores de restaurantes y tiendas que se fueron cerrando».
«Yo también soy actriz y filmmaker. Antes del coronavirus me habían dado roles en short films que debían ser filmados entre marzo y abril. Tenía proyectos en vista con otros productores para un documental, y sigue en veremos. Soy una persoina tranquila y me gusta estar en casa. Considero que esta cuarentena es más un proceso de transformación personal y global, autoconocimiento y autoevaluación. Debemos ser resilientes», dice Carolina.
Por ahora sigue aplicando para trabajos. «Algunos son para hacer desde la casa (voice-over sobre todo), los self-tape son para producciones en espera. A todos nos preocupan los pagos de rentas y tarjetas de crédito. Y , sobre todo, la vida».
El vuelo que devolvió a doña Luz Mila
Luz Ibarra oró casi tres meses para que la mamá pudiera regresar después de viajar a a Estados Unidos el pasado 3 de marzo para cuidar a otra hija que recién había salido de una operación quirúrgica.
“Mi madre Luz Mila Lancheros debía regresar el 25 de abril pero todo se complicó y no pudo acceder pronto a un vuelo humanitario desde Nueva York, por donde debía pasar en el viaje de regreso”, explica Luz.
La espera se terminó el jueves 28 de mayo cuando pudo regresar, aunque dice que muchos colombianos se quedaron sin poder volver. «Todos tienen derecho a regresar, igual esos vuelos no son gratis. Ya es hora de que reativen las aerolíneas”, dice Luz, agradecida por el retorno de la mamá.
La zozobra de escuchar una ambulancia
Daniel Arias reside hace 16 años en Long Island City, isla del Estado de Nueva York,con más de 3.000 muertes. Desde el 14 de marzo está en aislamiento voluntario, pero debe ir una vez a la semana a la oficina.
«En la ciudad se siente la zozobra cada que se escucha una ambulacia, porque se cree que es otra persona para el conteo de victimas del virus. El sentimiento general es de incertidumbre porque el Estado enfrenta la crisis con recursos pero el Gobierno Federal, en vez de facilitar medios para ayudar, insiste en poner trabas», dice.
No hay restricciones de circulación pero se debe mantener entre personas distancia de 6 metros’ y usar tapabocas en sitios públicos.
Florencia, residente hace cuatro años el Long Island, se trasladó temporalmente a Vestal, donde hay menos contagios. «En este tiempo empecé a estudiar un nuevo idioma, a tomar cursos online, hacer ejercicio y aprender a cocinar».
El silencio de las noches solo se rompe cuando los neoyorquinos desde sus ventanas aplauden a los trabajadores de la salud, agradeciéndoles por su lucha contra el virus que les ha quitado la vida a más de 374.000 personas en el mundo.