Luis Alfonso Marroquín: murió el primer DT en llevar a Colombia a un Mundial juvenil – Fútbol Colombiano – Deportes


Luis Alfonso Marroquín se volvió entrenador de fútbol por vocación y por inercia, para no quedarse afuera de este deporte tras sufrir una lesión de meniscos que le acabó la carrera como futbolista. Su paso por la Selección Colombia juvenil fue inexplicablemente corto para todo lo que logró.

No solo obtuvo la primera clasificación a un Mundial de la categoría, en 1985, sino que ayudó a sentar una base de jugadores y sobre todo, una forma de jugar que llevaría, cinco años después de su paso, a que Colombia volviera a una Copa del Mundo después de 28 años.  Marroquín falleció en su amada Antioquia, concretamente en Medellín, este miércoles, a los 72 años. 

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Marroquín fue formador, fue padre y sobre todo, fue muy franco para decir las cosas. Pero antes fue un mediocampista prometedor, que tuvo que luchar contra el gusto de su padre, quien no quería que fuera futbolista: aunque su papá era hincha de Nacional, quería que se dedicara a la caza y la pesca. Le llevó la contraria en dos cosas: primero, era hincha del Medellín, y segundo, siguió en el fútbol.

Comenzó en el baby fútbol en Bello, a comienzos de la década de los 60. Jugó en el equipo del Liceo Antioqueño, en la Universidad de Antioquia, en Fabricato y en Pantex, y luego, en 1967, Francisco ‘Cobo’ Zuluaga, que era asistente de Néstor Raúl Rossi, se lo iba a llevar a Millonarios. Esto decía Marroquín del ‘Cobo’:

Yo veía llegar al ‘Cobo’ manejando un Porsche, bien vestido, con chaquetas muy elegantes. Cuando crezca voy a vestir como él, me decía

Tras su lesión, comenzó a entrenar, empíricamente, el equipo de los Ferrocarriles Nacionales. Pero luego empezó a estudiar en el Colegio de Entrenadores de Antioquia (Cefan), un proyecto que ayudó a montar el chileno Gastón Moraga, extraordinario preparador físico que luego trabajó con el médico Gabriel Ochoa en el América de Cali. Dirigió en intercolegiados, ganó títulos con la Universidad de Antioquia y en 1981 lo nombraron DT de la Selección de ese departamento. Comenzaba un proceso inolvidable.

Su trabajo comenzó a trascender tanto, que fue asistente de Efraín ‘Caimán’ Sánchez en la Selección Colombia que disputó la Copa América de 1983, y luego, el médico Gabriel Ochoa Uribe también lo integró a su cuerpo técnico. Pero lo más importante fue cuando León Londoño, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, lo nombró técnico de la Selección Juvenil.

No había muchas expectativas con ese equipo. Argentina, Brasil y Paraguay llevaban a ese torneo jugadores con mucha experiencia profesional. En su convocatoria, el que más partidos jugados tenía era John Édison Castaño: 15 juegos con Deportivo Pereira. Entonces, Marroquín tomó la base de la Selección Antioquia que él dirigía y le agregó piezas en las posiciones que consideraba que no estaban tan fuertes.

Llevó a un arquero, René Higuita, al que le insistió en que debía jugar bien con los pies, algo que aprendió de ver a Amadeo Carrizo. También eran de su Selección Édison Álvarez, el lateral derecho; Carlos Álvarez, volante de primera línea, y de la mitad para adelante, James Rodríguez (el padre del actual ‘10’ de la Selección), Felipe Pérez y John Jairo Tréllez. Y le sumó dos centrales, Álvaro Núñez y John Córdoba; un lateral izquierdo, Jairo Ampudia, y un perro de presa en la mitad de la cancha, Romeiro Hurtado.

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El equipo brilló en el Suramericano de Paraguay. Y en ese grupo, Marroquín aplicó muchas de sus ideas, adentro y afuera de la cancha. Sus equipos siempre viajaban de corbata. Les enseñó a comportarse, a hablar por radio, a dar entrevistas en televisión. Por recomendación del ‘Caimán’ Sánchez, entrenaba cuando no había sol, por lo cual el equipo aparecía en la cancha de entrenamiento a las 6 a. m. y cuando hacían doble turno, volvían cuando ya caía la noche.

Era disciplinado, pero tenía la inteligencia para manejar situaciones complicadas. El equipo estaba concentrado en Bogotá y el menú del hotel los domingos era el mismo, ajiaco. A René Higuita no le gustaba. Marroquín se dio cuenta e hizo un trato con el cocinero del hotel. Delante del grupo, lo regañó: «Si se va a quedar sin comer, pues se queda sin comer». Pero ya tenía todo coordinado para que a René le tuvieran preparada otra comida: comía en la cocina.

Pero Marroquín también era muy franco cuando tenía que decir algo que no le gustara. El autor de este libro lo sufrió: tras la eliminación de Colombia del Mundial de Alemania 2006, EL TIEMPO hizo un informe sobre qué estaba pasando con el fútbol colombiano, que ya sufría su segundo fracaso consecutivo. Marroquín fue muy duro: “Mire, señor: si en su momento no me hicieron parte de la solución, ahora no vengan a hacerme parte del problema”, dijo. Y tiró el teléfono.

El equipo, en el Mundial, superó la primera ronda por sorteo, tras igualar en puntos con Hungría, un rival con el que, en el primer partido, había empatado 2-2 tras ir perdiendo 2-0 a los 88 minutos. “Eso fue un milagro”, recordó. Luego le tocó enfrentar a Brasil en segunda ronda. En el primer tiempo, empataban 0-0. Marroquín recordó que ese día falló y se llenó de soberbia. “Tomadorcitos de Coca Cola”, les dijo en el camerino, ofuscado. Perdieron 6-0.

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A su regreso de Unión Soviética, sede de ese torneo (jugaron en Erevan, hoy Armenia), Millonarios lo contrató con la idea de armar un proyecto de divisiones menores igual a los que se veían en Europa. Incluso, lo mandaron allí a capacitarse. Pero la idea se truncó tras la muerte del presidente del club, Edmer Tamayo Marín, en enero de 1986. Marroquín cayó en una depresión profunda y rechazó muchas ofertas. Nunca quiso dirigir en el fútbol profesional.

Volvió a su querida Antioquia, donde montó una escuela de fútbol que tuvo que cerrar en 2009. Pero hasta su muerte siguió siendo un punto de referencia por lo que logró, por lo que enseñó y por el legado que dejó.

José Orlando Ascencio
Subeditor de Deportes
Tomado del libro ‘Los mejores técnicos del fútbol colombiano’ (Intermedio Editores, 2019)

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