Hace 30 años, el primero de abril de 1990, el fútbol profesional colombiano se preparaba para volver a competencia luego de la para obligada más larga de su historia. Fueron 136 días en los que la pelota no rodó.
A diferencia de hoy, cuando la Liga está suspendida por la pandemia de covid-19, las causas que obligaron a parar la competencia fueron oscuras y mafiosas.
El campeonato de 1989 fue cancelado: fue la única vez en la historia en la que el fútbol colombiano no tuvo un campeón.
El narcotráfico había permeado al deporte y generó una serie de hechos que desencadenaron el asesinato de un árbitro, Álvaro Ortega, el 15 de noviembre de 1989, en Medellín.
El gobierno de la época, en cabeza del entonces ministro de Educación, Manuel Francisco Becerra Barney, le hizo una serie de exigencias. Entre ellas estaban que todos los protagonistas del fútbol declararan que no tenían amenazas en su contra.
Además, ordenó una revisión por parte de la Superintendencia de Sociedades de la composición accionaria de los 15 clubes, un colegio nacional de árbitros independiente de la Dimayor y la creación de un tribunal disciplinario cuyos integrantes debían cumplir con los mismos requisitos que se necesitaban para ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Además, se exigió que ninguno de los directivos de los clubes tuviera antecedentes penales.
Edición de EL TIEMPO anunciado la para del campeonato.
Archivo / EL TIEMPO
Algunos de esos requisitos eran bien difíciles de cumplir. Sobre todo, el de declararse libre de amenazas. Un árbitro, Armando Pérez, fue secuestrado antes del comienzo del octogonal de 1988.
Lo único que nos falta es un muerto
“Lo único que nos falta es un muerto”, dijo –tras la liberación de Pérez– Jesús Díaz, el mejor juez colombiano de la época. ‘Chucho’ acompañaba a Ortega el día de su asesinato, luego de que ambos fueran jueces de línea en un partido entre Medellín y América.
El caso de Ortega prescribió definitivamente en 2014. La investigación se archivó. Sin embargo, posteriormente apareció una versión del sicario John Jairo Velásquez. ‘Popeye’ aseguró que la orden de matarlo la había dado el propio Pablo Escobar, disgustado por el resultado de un partido entre América y Medellín, el 26 de octubre de ese año, en el que Ortega fue el juez central.
¿Sirvió para algo parar el campeonato? Esto escribió el entonces editor de Deportes de EL TIEMPO, José Clopatofsky Londoño: “La depuración del fútbol terminó en un inventario de duchas, en recolección de pasados judiciales, en revisión de listas de socios que siguen en eso, listas, y en una mirada a los balances cuyo color se conocía de antemano: rojo”.
“En la moralización de su plana dirigente duramente cuestionada, en la limpieza e independencia del arbitraje, en el ordenamiento económico interno y del control de elementos anexos al juego, no se avanzó nada”, agregó.
Edición de EL TIEMPO en el que se anunciaba el regreso del campeonato.
Archivo / EL TIEMPO
Los clubes tuvieron que adaptarse al nuevo orden económico. Solo tres técnicos extranjeros arrancaron dirigiendo en 1990, de los cuales dos estaban radicados en Colombia hacía rato: Carlos Miguel Dizz (Cristal Caldas) y Óscar Héctor Quintabani (Pereira).
Después de tener a los mejores jugadores de Suramérica, solo quedaron 16 extranjeros.
Los clubes echaron mano de sus divisiones menores, porque no había de otra.
Pero el problema no se acabó: ya exministro, Becerra Barney fue condenado en 1997 por enriquecimiento ilícito, al comprobar que recibió dineros del Cartel de Cali.
En septiembre de 1990, la Conmebol prohibió los partidos internacionales en Colombia y ordenó repetir en cancha neutral el partido entre Nacional y Vasco da Gama, en los cuartos de final de la Copa Libertadores, luego de amenazas e intento de soborno a la terna encabezada por el uruguayo Juan Daniel Cardellino. Esa es otra historia, igual de grave…
José Orlando Ascencio
Subeditor de deportes
@josasc