Migrantes africanos atrapados en Túnez dicen que el racismo persiste después de la represión

Semanas después de una violenta represión contra los inmigrantes en Túnez que desencadenó una peligrosa carrera por salir en barcos de contrabandistas hacia Italia, muchos ciudadanos africanos siguen sin hogar y sin trabajo y algunos dicen que todavía enfrentan ataques racistas.

Frente a la agencia de refugiados de Naciones Unidas en Túnez, decenas de inmigrantes africanos protestaron esta semana junto al campamento temporal donde han vivido, incluso con niños, desde que las autoridades instaron a los propietarios a expulsarlos de sus hogares.

“Necesitamos evacuación. Túnez no es seguro. Nadie tiene futuro aquí cuando tienes este color. Es un crimen tener este color”, dijo Josephus Thomas, señalando la piel de su antebrazo.

Al anunciar la represión el 21 de febrero, el presidente Kais Saied dijo que la inmigración ilegal era una conspiración criminal para cambiar la demografía de Túnez, lenguaje que la Unión Africana describió como “discurso de odio racializado”.

La subsecretaria de Estado de EE. UU., Barbara Leaf, dijo a Reuters el jueves que los comentarios de Saied habían desatado “ataques y una ola de retórica racista”, y grupos de derechos humanos dijeron que cientos de inmigrantes informaron haber sido atacados o insultados.

Saied y el ministro de Relaciones Exteriores de Túnez rechazaron las acusaciones de que él o el gobierno son racistas y anunciaron medidas para suavizar las regulaciones de visas para africanos y recordaron a la policía las leyes contra el racismo.

Si bien la represión oficial pareció terminar hace semanas, los migrantes dicen que todavía enfrentan abusos.

“La gente me decía ‘ya que estás en nuestro país después del discurso del presidente, ¿no tienes dignidad?’ Guardé silencio y me dijeron que soy basura”, dijo Awadhya Hasan Amine, un refugiado sudanés frente a la sede de ACNUR en Túnez.

Amine ha vivido en Túnez durante cinco años después de huir de Sudán y luego de Libia con su esposo. Ahora, de 30 años, ha estado viviendo en la calle frente a la sede del ACNUR desde que la población local arrojó piedras a su casa en el distrito de Rouad de la capital.

“Queremos vivir en un lugar de seguridad, estabilidad y paz. No queremos problemas en Túnez”, dijo.

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