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Mike Tyson: historia de excesos y triunfos del exboxeador de los pesos pesados – Otros Deportes – Deportes

por Redacción BL
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Mike Tyson: historia de excesos y triunfos del exboxeador de los pesos pesados - Otros Deportes - Deportes


Mike Tyson no nació solo para boxear, no, Mike Tyson nació para perforar, triturar y noquear, para lanzar golpes salvajes, ganchos endemoniados al mentón, puñetazos al torso, golpes como descargas eléctricas, como puntillazos en la cabeza, golpes que regresaban manchados de sangre, con un estilo indomable, como si pretendiera abrirle el pecho a su rival para arrancarle el corazón, o como si quisiera –y lo hizo– arrancarle un pedazo de oreja de un mordisco, o como si deseara mandarlo a la lona de un solo impacto. Así de visceral era, con esa mirada asesina que ponía mientras golpeaba, golpeaba y derribaba…

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Qué diminuto se veía el cuadrilátero cuando Tyson entraba con su pesado cuerpo, alrededor de 100 kg, y pisaba como si fuera a abrir orificios. Se paraba con ansias de destrucción, y se movía ágil, como si fuera liviano, y no descansaba hasta derribar a su pobre rival, cosa que a veces no le quitaba mucho tiempo. Así se hizo leyenda, así se convirtió en uno de los pesos pesados más temidos y feroces de la historia. Así, creyéndose el hombre más malo del mundo –como se denominó–, fue que ganó 50 de los 56 combates que tuvo, y 44 por nocaut. Y así, con un cuerpo quizá agrietado por el tiempo, regresa para volver a ser el temible Tyson.

Hoy tiene 54 años. La mirada no le ha cambiado, es la misma mirada desafiante que parece que también ataca y golpea. Su cara a veces se esconde bajo una barba deshilachada, escasa, gris, como si con ella quisiera pasar desapercibido, pero no puede, porque es él, es Tyson con su tatuaje de tribal que le rodea el ojo izquierdo y lo delata. Y es que él no quiere esconderse; al contrario, con su voz de trueno le grita al mundo que está de vuelta, que no es un impostor, y que para comprobarlo subirá de nuevo al ring para golpear y derribar, como antes, como siempre.

Lo hará este sábado en Los Ángeles, contra Roy Jones Jr., otro excampeón estadounidense, 51 años, rapero y actor. Un peso pesado que pondrá su peso pesado ante los puños de Tyson, quien ya dijo que esto no será una exhibición, como se promocionó. “Yo voy a pelear y espero que él venga a pelear”, dijo. Y Jones respondió: “El que pelea en plan de exhibición está muerto al primer asalto”. Así que no será una pelea de abuelos del boxeo.

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Mike Tyson, exboxeador estadounidense.

El hombre, la bestia

Detrás de esa mirada que no cambia, y de esos puños que no aflojan, sobrevive la historia de un boxeador controvertido, un boxeador hecho en la calle, una bestia con guantes que llegó al trono con dos títulos mundiales del Consejo Mundial de Boxeo (1986 y 1996), con el récord de ser el campeón mundial más joven de la historia, con 20 años y 4 meses. Y con un estilo demoledor, como cuando debutó y tumbó al puertorriqueño Héctor Mercedes en tan solo un minuto y 47 segundos, o como cuando hizo llorar a un rival mientras lo golpeaba, a Tyrell Biggs, según contó.

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Por algo ESPN lo consideró como el mejor pegador de la historia de los pesos pesados. Y por eso sería que sus oponentes, hasta los que le ganaron, le temían, o lo respetaban. “Era un monstruo. De esos tipos que ves en pesadillas y quieres despertarte y decir: ‘Me alegro de que sea un sueño’. No quería juntarme con Tyson”, dijo otra leyenda feroz, el estadounidense George Foreman.

Tyson tenía sus maneras de ganar antes de ganar, cuando dinamitaba la atmósfera con sus amenazas. Era como si le sacara provecho al papel de boxeador exconvicto en el que se convirtió. “Soy un matón por naturaleza”, decía. “¡Quiero matar!”, bramaba. Y no era carreta. En 1997 protagonizó una de las escenas más reprochables del deporte cuando enfrentó a Evander Holyfield, que le había arrebatado el cinturón en 1996. Tyson estaba hambriento de revancha y sediento de sangre. En la pelea, en esos abrazos de boxeadores agotados, reaccionó cual lobo estepario, sacando lo peor de su ira interior, y de un mordisco le arrancó un pedazo de oreja a su rival. “Quería matarlo, morderlo. Estaba furioso”, dijo. Fue descalificado y el trozo de oreja apareció después, como un trofeo.

Mike Tyson

Mike Tyson y la postal de su mordisco a Holyfield. .

Pero sus escandalosos triunfos traspasaron el ring. Afuera, Tyson era Tyson. Sin máscaras. Representaba el perfecto antihéroe del boxeo. Construyó esa imagen del tipo rudo que nadie se quería encontrar en el cuadrilátero y menos en un callejón oscuro. Era el tipo que iba a la cárcel como quien va al trabajo. De hecho, su historial judicial puede ser más amplio que su palmarés. Con apenas 12 años de edad ya había sido arrestado varias decenas de veces, ¡38!, y había ido a la correccional por hurtos o peleas callejeras que protagonizaba en los suburbios neoyorquinos.

Cuando ya era leyenda, pasó varias etapas en prisión, una de ellas por violación. Pasó tres años tras las rejas. Allí cambió muchos hábitos. Se convirtió al islam, decía estar arrepentido de sus actos. Empezó a leer autores como Hemingway, Tolstoi y Marx. Confesó que solo una vez golpeó a otro preso y fue porque este lo trató de “violador”. Además, contó que tenía sobredosis de sexo. El campeón mundial tenía privilegios.

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Su vida de boxeador fue la de los lujos y la extravagancia (tenía un tigre de bengala como mascota); de la violencia mezclada con cocaína y marihuana (paranoico, golpeó a siete prostitutas creyendo que lo iban a robar); de los matrimonios (tres) y los divorcios (dos), las aventuras y los noviazgos, y de todo eso, siete hijos. Una vida entre el estrellato y la depresión (tuvo ideas suicidas).

Con una fortuna amasada (ingresos por 28,6 millones de dólares en 1990, siendo el deportista mejor pagado del mundo) y luego la quiebra total (hoy sus ingresos se los reporta su exitosa empresa de cannabis para uso medicinal). Y una vida con trampa: en las pruebas antidopaje utilizaba orina de su mujer o hijos, valiéndose de un pene artificial donde tenía la orina falsa… Tyson subió al Olimpo del boxeo a puñetazos y se cayó de golpe, en su irreversible decadencia personal y deportiva. Su última pelea oficial la terminó en el piso, cuando un tal McBride lo mandó a la lona en el sexto episodio. Fue el fin, como una leyenda tragada por el cuadrilátero.

Mike Tyson

El regreso

10, 9, 8… La cuenta ahora es regresiva en la cabeza de Mike Tyson. Porque ya viene la hora de su esperado regreso, 15 años después de colgar los guantes. 7, 6, 5… Cuenta y sabe que será un combate de exhibición, aunque él ya dijo que no cree en la exhibición. Por si acaso, la organización toma sus precauciones: no habrá jueces, ni ganador ni perdedor en el Dignity Health Sports Arena de Los Ángeles. Serán ocho asaltos de dos minutos cada uno y la instrucción al árbitro es clara, detener la pelea si se sale de control, si el castigo de alguno es muy feroz. No quieren un escándalo, no quieren un nocaut, y menos si es Mike Tyson el que está en el cuadrilátero, así su cuerpo ahora solo sea el reflejo de su leyenda, de su ocaso.

En su cabeza debe seguir el conteo regresivo: 4, 3, 2… Su corazón de hierro ya debe estar saltando en su pecho, y su sangre ya debe estar borboteando de ansiedad, y los músculos bien contraídos, y las venas brotadas, y la piel morena mutando a un verde de hombre increíble, y la mirada asesina fijando a su víctima, y los puños de campeón, desgastados pero ligeros, preparados para el ataque, para golpear, golpear y derribar, como antes, como siempre…

Datos de la pelea

TYson vs. Roy Jones Jr.

Pelea de exhibición.

Hora: 9 p. m.

TV: ESPN 2

Sede: Staples Center, de Los Ángeles.

Ganancias: versiones de prensa informan que Tyson recibirá en esta pelea alrededor de 10 millones de dólares y que Jones ganará tres millones de dólares.

Reglas: serán ocho asaltos de dos minutos de duración cada uno.

PABLO ROMERO
​Redactor de EL TIEMPO
Twitter:@PabloRomeroET



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