El obispo emérito de Buenaventura fue conocido como un crítico de las malas condiciones de vida que padecen los habitantes de Buenaventura y denunció el sinfín de horrores de las “casas de pique”, donde criminales organizados asesinaban y desmembraban personas.
La causa del fallecimiento fue un derrame cerebral, el pasado 29 de enero; se encontraba en una clínica de Pereira.
Desde su llegada a Buenaventura fue amenazado por manifestar su inconformidad por las condiciones sociales, políticas y económicas del puerto.
Estos son extractos de algunas de sus declaraciones:
“Ya sobrepasa los límites de la cordura de descuartizar con motosierras. Eso muestra la sevicia y la falta de humanidad entre estos grupos”, denunció en 2012.
“La corrupción ha sido el caldo de cultivo porque para nadie es un secreto que los tres últimos alcaldes han terminado en la cárcel”.
“Que siga unida, como se decía en el paro cívico que un pueblo unido jamás será vencido, Buenaventura no se rinde”.
Según declaraciones del actual obispo, monseñor Rubén Darío Jaramillo: “Él había declarado en notaría la voluntad de que sus restos mortales terminaran sepultados en la Catedral de San de Buenaventura y es lo que vamos hacer”.