Murió Álvaro Teherán leyenda del baloncesto colombiano por problemas renales – Otros Deportes – Deportes

Este lunes, luego de intentar luchar contra unos serios quebrantos de salud, falleció a sus 53 años, Álvaro Teherán Teherán, la estrella del baloncesto en Colombia, después de no poder superar unos problemas renales que venía padeciendo desde diciembre pasado y durar con diálisis durante este último tiempo.

«Lo hospitalizaron este domingo y de inmediato fue ingresado a cuidados intensivos. Este lunes falleció a mediodía en Cartagena«, le contó una fuente allegada a Teherán a EL TIEMPO.

María la Baja es un municipio de Bolívar, a 72 kilómetros de Cartagena. Allí, es raro ver que alguno de sus habitantes tenga una estatura de 2,14 metros y pese 81 kilos. Pero la historia de ese pueblo situado a los pies de los Montes de María –donde la agricultura y la ganadería son el sustento diario– se dio el lujo de tener un hijo de esas características, que se dedicó, por cosas del destino, a un deporte del que solo tenía referencias.

Álvaro Teherán Teherán nació el 6 de enero de 1966 y era hijo de Romualdo y Cecilia, ambos del mismo apellido, pero sin parentesco. Aquel chico desgarbado, que se la pasaba pateando balones de fútbol y jugando al béisbol en las polvorientas calles de su pueblo, no pasaba inadvertido.

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Muy pronto fue visto por Alfonso Torres, exjugador de la Liga de Baloncesto de Bolívar, que lo recomendó para que se fuera a vivir a Cartagena, donde a sus 18 años comenzó una carrera que lo llevó a las puertas de la NBA y a ser uno de los jugadores más importantes del país. 

Teherán estuvo cerca de hacer parte del quinteto de Filadelfia de la NBA. También hizo parte en torneos de baloncesto en España y en Eslovenia, además de haber actuado en el campeonato colombiano en los equipos Sabios y Piratas, entre otros.

EL TIEMPO recuerda uno de los diálogos que tuvo con Teherán en el 2013, en el que contó todas sus anécdotas del baloncesto y dio al detalle temas de su vida personal.

Con una temporada de dos o tres meses me tocaba hacer otras cosas. Vivía del baloncesto cuando jugaba y cuando no, trabajaba como ayudante en Inderbol, una empresa de asesores de abogados.

Alfonso Torres, un exjugador de la selección Bolívar, me vio en el pueblo, en 1984. Cuando volvió a Cartagena le habló de mis cualidades al técnico Jairo Ramírez, y este envió a dos personas para que me contactaran. Me propusieron irme a Cartagena y acepté.

Una beca y trabajo en Comfenalco. Entrenaba de día y estudiaba de noche. Luego vino el viaje a Estados Unidos.

Me ofrecieron una beca en Houston, en la Universidad Bautista, pero cuando llegué la había retirado el apoyo deportivo a ese centro. Entonces me vinculé a la Universidad de Houston; pasé de un claustro de 3.000 a uno de 30.000 estudiantes.

Me sentía en el equipo, pero cuando me dicen que no voy a quedar, pues se me vino la noche. Regresé a Houston, hice las maletas y me devolví para España.

Tenía algunos contactos en España. Inicialmente me llamaron del Real Madrid, pero luego me decidí a jugar con el Málaga. Sin embargo, terminé mi contrato y regresé a Estados Unidos.

Con Filadelfia hice los campamentos de novatos y de veteranos. Llegué a jugar cinco partidos de pretemporada. La temporada comenzaba el 4 de octubre y un día antes estaba en mi cuarto, ilusionado con jugar en la NBA, pero a eso de las 8 de la noche me comunicaron que salía del equipo.

Me dijeron que no era mi hora, que esperara. A menos de 24 horas me cortaron. Luego traté con Washington, con Rockets de Houston y finalmente volví a España, donde estuve dos años más.

Claro. Me sentía en el equipo, pero cuando me dicen que no voy a quedar, pues se me vino la noche. Regresé a Houston, hice las maletas y me devolví para España.

Jugué al lado de Charles Barkley, que después se convirtió en una de las grandes figuras de esa liga. Era la estrella de Filadelfia, pero ese año fue transferido a los Suns de Phoenix. Estuve con él en varios campamentos. Era un hombre tranquilo, sin afanes, de buen corazón. Me di cuenta de eso cuando hacíamos las obras sociales. Eso sí, en la cancha era mala gente.

Estudié cuatro años de educación física, pero el trabajo siempre fue mi meta, pues quería ganar plata para comprarles una casa a mi abuela y a mi mamá. Por eso no me gradué. Compré la casa, pero hoy no tengo vivienda propia, por esas malas decisiones que uno toma. Me quedó el inglés; gracias a eso trabajo en el proyecto actual.

Mis padres siempre trabajaron fuera del país y me dejaron al cuidado de mi abuela, Vita, junto con mis siete hermanos. Pasamos momentos difíciles. Muchas veces íbamos al colegio sin desayunar, volvíamos y no había almuerzo, pero mi abuela se rebuscaba para conseguir los alimentos.

Hakeem Olajuwon, el nigeriano. Cuando estaba en Houston fuimos a la misma universidad y lo conocí. Además, tuve mucha amistad con él porque jugamos en Rockets, pero nunca volví a hablar con él.

No, no, no… Jordan es el mejor del mundo, pero en mi posición, la de poste, Olajuwon me marcó.

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