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Noticias coronavirus | Economía mundial por cuenta del coronavirus: de mal en peor | Economía

Noticias coronavirus | Economía mundial por cuenta del coronavirus: de mal en peor | Economía

Algún día los libros de historia dirán que el semestre que termina mañana fue el más difícil para la humanidad en los últimos tres cuartos de siglo, por cuenta de un mal que ni siquiera tenía nombre a comienzos de 2020. Con más de 10 millones de contagiados en los cinco continentes y un número de muertos que ya supera el medio millón, la pandemia causada por el covid-19 ha ocasionado verdaderos estragos en el campo de la salud.

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Y lo peor es que todavía se ve lejos el día en el que se puedan apagar las alarmas. Como lo demuestra lo sucedido en Estados Unidos, en donde los casos activos llegaron a nuevos máximos, las advertencias sobre eventuales rebrotes son justificadas. Por cuenta de esa situación, tanto en Florida como en Texas las autoridades se vieron obligadas a dar marcha atrás en sus planes de reapertura.

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La certeza de que el problema sanitario está lejos de ser resuelto ensombrece todavía más las perspectivas en lo que atañe a la economía y los indicadores sociales. El sueño de que vendría una reactivación en forma de V que habría permitido regresar al punto de partida con relativa rapidez se desvaneció. Ahora la pregunta es cuánto tiempo tomará recuperar el camino perdido.

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El pronóstico, lamentablemente, no es alentador. Así lo señaló la semana pasada el Fondo Monetario Internacional, cuando dio a conocer la revisión a los pronósticos realizados en abril, que en ese entonces brillaron por su pesimismo. Los números de la entidad multilateral pusieron de presente el conocido dicho de “cualquier situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar”.

UN TORTUOSO CAMINO

Semejante parte de preocupación fue entregado por la economista jefe del organismo, Gita Gopinath. La expectativa es que el Producto Interno Bruto (PIB) global caiga en 4,9 por ciento, casi dos puntos porcentuales más que el cálculo de once semanas atrás. “Ningún país se ha salvado”, afirmó la experta.

La magnitud de lo sucedido realmente no tiene precedentes. Incluso si en la época de la gran depresión el golpe pudo ser mayor, en esta oportunidad las afectaciones se sienten en todas las latitudes. Tampoco hay antecedentes parecidos respecto a la respuesta de los diferentes gobiernos, pues el monto de la deuda pública, como proporción del PIB, estará por encima de los registros alcanzados durante la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de un esfuerzo tan significativo, el daño es sustancial. La razón es que la demanda agregada se derrumbó debido a la mezcla de cuarentenas, distanciamiento social y menor apetito de gastar por parte de la gente, consecuencia del salto en el desempleo y la cautela de los que tienen ahorros. La inversión empresarial también se desplomó. Ante la incertidumbre, son pocos los proyectos importantes en marcha.

“A la fuerza hemos recordado que podíamos vivir sin muchas distracciones o artículos que antes parecían indispensables, comenzando por salir mucho a la calle o hacer compras no esenciales”, dice el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno. “Ese retorno a un esquema más simple puede ser casi permanente, algo que compromete a un buen número de actividades asociadas al ocio, el goce o la distracción”, agrega.

El resultado factible es que, con algo de suerte, la economía mundial apenas recuperaría el nivel que tenía al término de 2019 solamente hasta finales de 2022. Y eso si una previsible ola de contagios que se sentiría en el hemisferio norte cuando llegue la temporada de otoño y bajen las temperaturas no obliga a imponer medidas más drásticas.

Tampoco se despejan las dudas en el terreno laboral, sobre todo porque la capacidad de subsidiar a los que se quedaron sin puesto es limitada. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, la disminución en el número de horas trabajadas equivaldría a la pérdida de 300 millones de empleos de tiempo completo.

Dentro de lo rescatable, vale la pena mencionar la respuesta de los bancos centrales que han inyectado liquidez en abundancia y vienen disminuyendo las tasas de interés. Gracias a esas medidas, no ha habido grandes desequilibrios y se pudo contener la salida de capitales de los mercados emergentes, algo que habría complicado todavía más las cosas.

La relativa estabilidad alcanzada por los precios del petróleo, también es una buena nueva. Que haya cierta calma en ese sector les sirve mucho a los exportadores de crudo, como es el caso nuestro, si bien los volúmenes vendidos son sustancialmente menores como resultado de la parálisis.

LA PEOR DE TODAS

No obstante esa mejoría, es imposible desconocer lo que viene. La advertencia resuena con mayor volumen en América Latina que, entre todas las regiones del mundo, es la que pinta más mal con un decrecimiento previsto de 9,4 por ciento.

A la zona del euro tampoco le irá bien, pero la pequeña gran diferencia es que, mientras el Viejo Continente venía gozando de buena salud económica hasta que arribó el coronavirus, esta parte del planeta se encontraba estancada. El ingreso per cápita en 2019 ya era un seis por ciento menos que el de cinco años atrás, y ahora el salto en reversa será mucho más significativo.

Aparte de que los casos problema de antes -Venezuela, Argentina, México o Brasil- verán agudizados sus males, los que sacaban la cara se enfrentan a un verdadero descalabro. Perú, el país que había mostrado los mejores números en lo corrido del siglo, sufriría una contracción de casi 14 por ciento mientras que la de Chile sería del 7,5 por ciento.

Por su parte, Colombia no se salva. La apuesta del Fondo Monetario es de una caída del 7,8 por ciento, de lejos la peor estadística en 115 años. El frenazo, atribuible al confinamiento obligatorio, dejó secuelas más profundas, que todavía siguen ocasionando estragos.

Tanto en lo que a nosotros respecta, como al resto de las naciones grandes de Latinoamérica, comienza a surgir la visión de que nos habríamos podido quedar con el pecado y sin el género: aquí los números de la pandemia mantienen su tendencia al alza con cerca del 25 por ciento de los contagios globales y más de 100.000 muertes, al tiempo que los daños en materia económica y social pueden costar el equivalente de dos décadas de desarrollo.

En medio de esa especie de sin salida, no queda más remedio que seguir adelante. Marcela Meléndez, economista jefe para América Latina y el Caribe del PNUD, sostiene que “el énfasis tendría que ser en protocolos para que podamos funcionar lo más parecido a lo normal mientras nos cuidamos. Es un error pensar que si se alarga la cuarentena el problema desaparece y lo que le estamos haciendo a la economía del país y de los hogares es dramático”.

A este respecto, Hernando Zuleta, director del Cede de la Universidad de los Andes, agrega que “dentro de las consideraciones para abrir sectores deberían tenerse en cuenta encadenamientos hacia adelante y hacia atrás. Hay sectores que no pueden operar aunque les autoricen porque los que demandan sus productos están cerrados o porque los que elaboran sus insumos están cerrados”.

Lo anterior sugiere que la reapertura debe seguir, mientras las autoridades sanitarias mantienen la guardia arriba. Cierres como los adoptados para el Atlántico deberían ser una medida de última instancia, pero lo ideal es evitar llegar allá si las otras herramientas funcionan.

En ese sentido, la estrategia de pruebas, rastreo y aislamiento selectivo sostenible de los enfermos y su círculo -o PRASS- que impulsa la administración Duque está bien concebida. El desafío es que opere bien en la práctica, sobre todo ahora que la curva se sigue empinando, algo que depende de la buena asignación de recursos y la capacidad de coordinación y gerencia en manos del Ministerio de Salud y los municipios.

LA OTRA LUCHA

Pero al tiempo que la batalla contra el coronavirus sigue, los economistas no pierden de vista otros frentes. El viernes en la tarde el Ministerio de Hacienda dio a conocer el Marco Fiscal de Mediano Plazo, que contiene la visión de las cuentas públicas en esta década y en especial durante este y el próximo año.

Tal como se esperaba, la fotografía es preocupante. Desde el punto de vista de la actividad productiva, los datos oficiales revelan el impacto de las suspensiones adoptadas, pues en abril el país operó a cerca del 70 por ciento de lo normal. Para junio la proporción subió al 91 por ciento, con lo cual es imposible hablar de volver a crecer por ahora.

El tropezón va a golpear duramente los recaudos estatales. El déficit del sector central en 2020 será cercano a 83 billones de pesos -8,2 por ciento del PIB- y en ese faltante van a pesar más la caída en los ingresos provenientes de impuestos y otras fuentes que los gastos para contener los efectos del covid-19, de alrededor de 27 billones de pesos.

Aunque sería ideal si hubiera más holgura, el mensaje de fondo es que no queda mucho para raspar la olla. Quizás el último esfuerzo de magnitud importante consistió en ampliar el programa de ingreso solidario que les llega a 2,5 millones de familias hasta diciembre.

Para 2021 la perspectiva tampoco es fácil. Si bien la regla fiscal está suspendida, la administración optó por la línea de la prudencia y plantea bajar el saldo en rojo en más de tres puntos porcentuales, hasta el equivalente del 5,1 por ciento del PIB, con la idea de que en el año siguiente venga una nueva reducción.

Sin embargo, esa promesa parte de varios supuestos que llevarán a más de un especialista a levantar las cejas. Estos incluyen un crecimiento del seis por ciento el próximo año que supera por un buen margen las proyecciones de las entidades multilaterales, al igual que privatizaciones por 12 billones de pesos y salto del 12 por ciento en los recaudos de impuestos.

Además, el planteamiento es que no habría prácticamente gastos extraordinarios atribuibles a la respuesta al covid-19. Eso sería ideal, aunque lamentablemente desconoce que incluso si aparece una vacuna efectiva hacia diciembre, tardaría meses en distribuirse pues no habría suficientes dosis en el mundo para inocular de manera inmediata a todas las personas.

Como si lo anterior fuera poco, el panorama de 2022 es todavía más complejo, pues en el Gobierno se reconoce la necesidad de adelantar una reforma tributaria que aumente los ingresos en el equivalente de 20 billones de pesos de hoy. Dado que en ese momento la opinión estará en etapa pre electoral, no es necesario ser un especialista en política para darse cuenta de que el clima será poco propicio para subir las cargas.

Ante esa mirada, no faltará quien diga que primero lo primero. Según dicha visión, en lugar de fijarse en lo que puede suceder dentro de un par de años, al Ejecutivo le corresponde concentrarse en lo que viene este semestre.

Conseguir que la pendiente de la curva de contagios se aplane y empiece a retroceder es una prioridad, junto con la reactivación económica. De lo contrario, el espiral descendente actual seguirá su curso, con mayores impactos negativos sobre el bienestar de los colombianos.

Aun así, no se puede perder la perspectiva. El objetivo es que el país sea sostenible y eso solo se logra si se dan los pasos adecuados. Lo peor que nos puede pasar es que en la segunda mitad del 2020 tomemos el camino equivocado o, más grave todavía, sigamos cavando el agujero que abrimos desde marzo, por la fuerza de las circunstancias.

RICARDO AVILA
ANALISTA SÉNIOR
PARA EL TIEMPO
En Twitter: @RavilaPinto

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