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Opinión Jorge Barraza sobre los goles en Champions, Libertadores y Sudamericana – Fútbol Internacional – Deportes

por Redacción BL
Opinión Jorge Barraza sobre los goles en Champions, Libertadores y Sudamericana - Fútbol Internacional - Deportes


“Salió el gol en la Libertadores”. Tal fue el título de una columna que publicamos en septiembre, en la reanudación de la Copa tras los primeros meses de pandemia. Se habían convertido 80 goles en 22 partidos a una media de 3,64 por juego. Extraordinario por la elevada cantidad. Y porque se da en esta época, en la cual se marca infinitamente más que en el pasado.. 

Hay fuertes y débiles como siempre, pero ahora todos los equipos salen bien preparados tácticamente, poseen un óptimo nivel físico, están muy informados del rival y lo colectivo prima sobre lo individual. Además, transitamos la era de la presión, que cada vez es más alta, se presiona hasta al arquero rival cuando va a jugar con los pies. Al que no presiona, hoy, lo golean. La presión no es otra cosa que hostigamiento: impedir, encimar, molestar, obstruir. Dificulta la creatividad de quien lleva la pelota. Y la velocidad, claro: a más rapidez mayor posibilidad de error; esto es en todos los campos de la vida.

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Acaba de decirlo Ronald Koeman, técnico del Barcelona: “No se puede comparar el fútbol de nuestra época con el de hoy en día, ahora es más físico, tiene más ritmo, es alta intensidad, ha cambiado mucho».

Y estamos en la era de la paridad. Aunque hubiere diferencias de calidad en los planteles, todos saben de qué se trata y están bien parados. Hace unos días, el Shakhtar Donetsk ucraniano, con 13 bajas por lesiones y a causa del covid, le ganó al Real Madrid de visitante 3 a 2. Y el miércoles el Başakşehir turco tumbó al Manchester United 2-1. En los comienzos de la Copa, años ’60, los grandes del Atlántico -Argentina, Brasil, Uruguay- estaban varios escalones arriba de los demás. Se registraban marcadores abultados por la inocencia y el desconocimiento de muchos equipos. No había un equilibrio mínimo de fuerzas.

En 1970, Peñarol goleó 11 a 2 al Valencia de Venezuela. En la Copa Libertadores eran comunes ese tipo de goleadas vergonzantes, que dejan un sabor tristísimo, ni siquiera puede llamarse deporte a eso. Darío Castillo, el infortunado arquero venezolano en ese partido, confesaba muchos años después que fue la noche más dolorosa de su vida. “El primer balón que tomé ya no me sentí bien. Luego llegaron los goles, uno detrás de otro, y me desmoralicé, al punto que los balones que iban para afuera yo los metía en mi arco. Esa delantera de Peñarol era endemoniada… eran unos bárbaros, unos diablos… Y la presión del público, el estadio Centenario completo, el dolor en mi dedo que me había fracturado en el partido anterior, los goles, ninguno de mis compañeros se quiso parar en el arco, y seguían los goles… Fue un partido muy difícil… Esta historia me marcó para siempre… Recuerdo que sólo un niño uruguayo, cuando terminó el partido, vino a saludarme y darme ánimo y me acompañó hasta el camerino”. Poco después, Castillo se alejó del fútbol y se dedicó al canto.

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“Para Peñarol fue una risa”, tituló su comentario Juan Ángel Miraglia, cronista de la uruguaya revista Deportes. Sí, era tragicómico. Venían al matadero y por eso se anotaban tantos goles. El mismo hincha del vencedor salía del estadio casi contrariado, no se festejan victorias así. De esos resultados catástrofe había cantidades. Peñarol, en 1963, había vencido al Everest ecuatoriano 5-0 y 9-1.

Actualmente estamos asistiendo a verdaderos festivales de gol, algo inesperado porque cada día los entrenadores insisten más en el concepto de presión, ahogando al adversario para impedirle llegar hasta su área. Y podemos ver que ante el avance del contrario muchos conjuntos ponen hasta nueve y diez hombres detrás de la línea de la pelota. Incluso, previo a un córner o un tiro libre se puede observar a los once en posición defensiva. Antaño, los delanteros se quedaban arriba y los volantes ofensivos apenas se acercaban a la media cancha. Defender era tarea de los defensores. Y las marcas, muy laxas. Todo ello favorecía la conversión.

Hace un mes, en la Premier League, considerada casi unánimemente la mejor del mundo, hubo 41 goles en diez partidos (4,1). El campeón Liverpool recibió siete del Aston Villa (7-2), Manchester United sufrió de local 6 goles del Tottenham (1-6). El gol está por todos lados y no es privativo de nadie en especial.

En la jornada de este martes de la Champions se registraron 35 en ocho juegos (4,38). Son promedios altísimos, que casi duplican los de la década del ’80 por ejemplo. Lo notable es que no sólo los poderosos golean, y no sólo los chicos son goleados. El Bayern Munich goleó a tres grandes: 8-2 al FC Barcelona, 7- 2 al Tottenham y 6-0 al Estrella Roja de Belgrado, campeón europeo de 1991. Medio siglo atrás, si se daba un 8 a 2 se decía que era poco serio, “un partido de casados contra solteros”. Acá también había algunos casados y otros solteros, pero de los mejores del mundo. A colación: el Bayern actual es el campeón más contundente de la historia: hizo 43 goles en 11 partidos (3,91 de promedio propio).

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Y todos se ganan. El Shakhtar, que venía de dar el golpe en Madrid, sucumbió el martes en Ucrania por 0-6 ante el Borussia Moenchengladbach, el menos bueno de los Borussias; el bravo es el Dortmund. En Bérgamo, el Liverpool le obsequió un 5-0 al Atalanta, la gran revelación del fútbol italiano y europeo la última temporada. La Eliminatoria Suramericana ha tenido un inicio en consonancia. En la segunda fecha hubo 20 tantos en 5 encuentros (4 de media). Pasa en casi todos países y torneos.
En los años ’60, lo recordamos bien, el fútbol italiano era el reino del 0 a 0. Era normal que tres o cuatro -a veces más- de los ocho partidos de cada fecha terminaran sin que se sacudieran las redes. Y uno o dos más culminaban 1-1. Igual se llenaban los estadios. Fiorentina fue campeón en 1969 marcando sólo 38 veces en 30 partidos (1,27). Imposible coronarse con menos poder ofensivo. Y ocho equipos, la mitad de los competidores, terminaron con menos goles que partidos jugados, algo que hoy parece tan insólito como increíble. En el última edición, Atalanta fue tercero señalando 98 en 38 partidos (2,58).

Conste que antiguamente se marcaba de lejos, sin la dinámica actual. Agréguese que los arqueros del presente son muy superiores a los del pasado. Incluso los penales son más difíciles de convertir en este tiempo. “Antes los goles de penal no se festejaban, simplemente te dabas vuelta hacia la mitad de la cancha”, recordaba Di Stéfano en su libro. Ahora los arqueros son agilísimos y tienen estudiados a los ejecutores, es complicado convertir desde los doce pasos. Los técnicos estudian hasta los más ínfimos detalles para evitar el gol adversario; incluso se critica a los delanteros que no aportan defensivamente. Todos están obligados a bajar colaborando en la recuperación. Pese a ello, llueven goles. Porque también se trabaja incesantemente explorando nuevas formas de llegar al arco contrario.

Goal significa objetivo, meta, es la razón de ser del juego y la emoción máxima. Si se da en mayor cantidad, el juego es más atractivo. Y si ocurre en la alta competencia, más mérito. Es difícil encontrar una sola razón a tanto gol. La más probable es que ahora todos salen a ganar.

Último tango…

JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
En Twitter: @JorgeBarrazaOK

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