Pasto dejó frío a Millonarios: ¡lo venció 1-2 en El Campín!

Qué pesadilla para Gamero, despeinado de la ira; qué tormento para los hinchas, incrédulos y rabiosos en las tribunas; qué vergüenza para los jugadores de Millonarios, sometidos por el Pasto; qué tragedia para Paz y Banguero, los señalados; que horror de debut azul, qué derrota amarga, 1-2, y en El Campín, y en la primera fecha.

Caer en la primera fecha puede que no sea una catástrofe, es la primera fecha, pero puede que sí, porque Millonarios no puede perder contra Pasto (ni contra este buen Pasto) en su casa, no puede perder contra Pasto (este buen pasto) en la primera fecha, no puede jugar tan mal contra Pasto (ya dijimos que fue un buen Pasto), y con tanta fragilidad y nervios, como si no jugara contra Pasto sino contra Nacional, Junior, América, Santa Fe…

Millonarios perdió porque su defensa fue de metegol, el famoso jueguito de mesa; una defensa de madera, una defensa coja. Pobre Banguero, el lateral izquierdo, atrincherado, temeroso con el bombardeo pastuso; pobre Paz, que fue a la guerra y la perdió.

Fue por la zona izquierda que nació el primer gol: un saque de banda, tocata irrespetuosa, la zaga desconcertada, la pelota al área, a Medina que la escondió para que nadie la viera, y menos Paz, que entró cegado a ver dónde la encontraba, mientras Medina sacaba su remate de gol, al palo derecho al que Faríñez no iba a llegar ni en sus noches más heroicas.

Que irreverente ese Pasto, que arriesgado, no llegó a El Campín a esconderse, no, llegó a ganar, a bombardear al pobre Banguero y al pobre Paz. Correspondía a Millonarios despabilar, pellizcarse a ver si era en serio que el partido ya se jugaba y ya lo perdía
0-1.

Pasto lanzó un segundo comando de ataque. Pero, oh sorpresa, esta vez no fue por la izquierda, por suerte para Banguero, sino por la derecha, por desgracia para Paz, que perdió por segunda vez, y la pelota le quedó a Pajoy, que corrió solo, metió el centro donde estaba Medina, como si nunca se hubiera movido de ahí, y anotó el segundo, el 0-2.

Y si la defensa subumbía, qué hablar del ataque errado. Ni Ortiz ni Pereira ni Mackalister tuvieron puntería. Ni qué hablar de Ayron del Valle, que con fuerza bruta lanzó tres veces el balón a las tribunas. Era tal el drama, que Millos quería que se acabara el primer tiempo cuando apenas iban 30 minutos. Y mientras tanto, un riflazo de Aponte que besó el travesaño… y una atajadota de Faríñez para evitar el tercero. Hasta que por fin, el clamor del público se hizo realidad: se acabó el fatídico primer tiempo.

Millonarios necesitaba una remontada épica. No podía esperar 5 ni 10 ni 15 minutos para descontar. Pero pasaron 5, 10 y 54, porque solo en el noveno minuto de descuento, Arango conectó un cabezazo y descontó.

En medio de esa catástrofe, hubo un choque de trenes, Duque contra Guevara, tobillo contra tobillo, roja para Duque, pero no, llama el VAR, informa el VAR, el árbitro revisa el VAR, pasan 5, 10 minutos, el tiempo de oro que necesitaba Millos, y ya no fue roja, fue amarilla para Duque, y la afición iracunda por el tiempo perdido. Así siguió el partido, pero para qué más.

Pasto mató el tigre y se protegió con el cuero azul. Millos perdió el partido y la cabeza. El debut fue terrorífico, pero es el comienzo, para bien o para mal.

PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @PabloRomeroET

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