Redacción
En entrevista con Andrea Jaramillo el artista de Buenaventura habló de los obstáculos que tuvo que superar y los sacrificios que tuvo que hacer para llegar a donde está hoy. Es solista del Ballet Real de Inglaterra, una de las cinco compañías más importantes de baile clásico en el mundo.
“Las circunstancias en las que yo crecí en Buenaventura, en Cali, no eran las más propicias para cualquier joven o niño. Era difícil la pobreza y lo que se vivía alrededor del barrio donde vivíamos, violencia, drogas. Al ver alrededor mío, desde muy chiquito yo sabía que quería ser alguien de bien”, expresó.
En medio de las adversidades, conoció a su gran amor: el ballet. El ritmo que marcaría cada uno de sus pasos de ahí en adelante.
Ha sido como ese amor a primera vista. Ese primer contacto que tuve con el ballet era como electricidad, como una energía interior
El talento lo tenía, la pregunta era ¿había nacido en el lugar para explotarlo?
Mi papá hizo un pequeño estudio de ballet en la sala de la casa
“Creo que ese apoyo de las familias, de los padres en general es fundamental porque son quienes nos crean los valores que se nos quedan para toda la vida y cuando sentimos tener ese apoyo al lado nuestro, nos llena de una fortaleza muy muy grande”.
De la tierra de la salsa pasó a la del son. A los 14 años Cuba y su abuela, como la llama, le abrieron las puertas.
“Mi abuela se llama Aidé Montoya. Es una mujer de La Habana, fue quien me crió esos años y me hacía mi ropa de ballet y muchas veces cuando mis padres no podían enviarnos dinero, ella cosía y vendíamos esos leotares para tener algo de dinero para comer”.
De ahí, llegó a Italia. Cada vez más cerca de su sueño y cada vez más lejos de los suyos.
Se hacen sacrificios constantemente, desde muy temprana edad
Incluso vivir escondido en un convento. “Me ofrecen una beca y mi compañera vivía en un apartamento que rentaba dentro de un convento y decidimos no decir nada, que estuviese ahí escondido casi cinco meses hasta que me pillaron”.
Después de uno de sus espectáculos le ofrecieron ir a Inglaterra a una audición, la consiguió y se convirtió en el primer colombiano en formar parte del Ballet Real.
Todo había valido la pena, pero en este mundo en el que, se vive en puntas y donde los giros son constantes, lo que estaba por venir no sería fácil.
“Mi madre falleció dos meses después de que entré a la compañía. Siempre creo que sigue protegiéndome y abriéndome las puertas y las cosas que van pasando”.
Pero cuando se tienen bases fuertes ni los movimientos más difíciles derrotan al bailarín.
“Ha habido momentos, no de duda sino como de dolor y dices: Dios mío, ¿será que esto valdrá la pena o no?”.
Para Fernando el ballet le ha dejado varias lecciones: “me ha enseñado a caerme, pararme y continuar”.
Continuar hasta llegar a la cima y bailarle a la reina Isabel. “Fue una gran emoción de conocerla, darle la mano”.
Es para unos segundos en lo más alto para los que él se prepara cada día. La vida, como el baile, es una pieza en constante movimiento y en la de Fernando Montaño el sacrificio, la dedicación, el amor y los sueños son y seguirán siendo protagonistas…esta es una obra que aún no llega a su fin.
Canal RCN
