Las platoneras, figuras emblemáticas del Pacífico colombiano, representan la esencia de la identidad afrodescendiente y la resiliencia de sus comunidades. Con un platón en la cabeza, cargado de moluscos, pescados y otras delicias del mar, estas mujeres llevan mucho más que productos: portan un legado cultural, una herencia familiar y un clamor por la paz en un territorio marcado por la violencia.
El oficio de platonera es una tradición que se ha transmitido de generación en generación en el Pacífico colombiano, especialmente en Buenaventura. Muchas de estas mujeres iniciaron en esta labor por herencia familiar, como Gisela Mosquera, quien desde hace más de 20 años sigue los pasos de su abuela, la primera platonera del barrio Bolívar.
«Ella me crió y desde entonces he estado envuelta en todo lo relacionado con el marisco. Mi abuela sostuvo a su familia con esta labor, mi madre también, y ahora yo hago lo mismo con mis hijos», comparte Gisela, quien hoy lidera la Asociación de Platoneras Afro del Pacífico.
Aunque la esencia del oficio se mantiene, Gisela destaca que el tiempo ha traído cambios. Hoy, muchas platoneras tienen lugares establecidos para vender sus productos y ya no caminan por las calles con el platón en la cabeza, una tradición que poco a poco se ha ido adaptando a nuevas dinámicas comerciales.
Martha Sánchez y Merlin Díaz, platoneras con más de tres décadas en este oficio, coinciden en que su labor es símbolo de esfuerzo y superación. Ambas han logrado sacar adelante a sus familias a pesar de los desafíos económicos y sociales.
Martha recuerda los años en que caminaba de un barrio a otro con su platón en la cabeza. Hoy, después de 20 años en el mismo lugar de venta, se siente orgullosa de haber dado educación y sustento a sus seis hijos.
Por su parte, Merlin rememora los días en que recorría barrios enteros para vender sus productos. Ahora, desde un puesto fijo en el barrio Bolívar, agradece haber encontrado estabilidad económica en un territorio donde las oportunidades son escasas.
Estas mujeres no solo conservan sus tradiciones, sino que también alzan la voz por la paz en sus comunidades. En el barrio Bolívar, donde muchas de ellas trabajan, los enfrentamientos entre bandas delincuenciales son una constante. Sin embargo, las platoneras mantienen la esperanza de un cambio.
«Queremos trabajar en paz, que las personas visiten Buenaventura, disfruten de nuestra cultura, nuestra gastronomía y vean la otra cara de nuestro territorio», expresaron en entrevista con la Radio Nacional de Colombia.
Aunque las mujeres son las protagonistas, algunos hombres también se dedican a esta labor, cargando platones y ofreciendo productos del mar. Su trabajo complementa la rica tradición que atrae tanto a locales como a turistas que llegan a Buenaventura para disfrutar de sus paisajes, gastronomía y espectáculos naturales, como el avistamiento de ballenas.
Las platoneras son mucho más que vendedoras ambulantes. Son guardianas de una tradición que conecta al Pacífico colombiano con sus raíces afrodescendientes, portadoras de historias de lucha y esperanza, y voceras de un territorio que sueña con la paz. Con cada platón, estas mujeres llevan un mensaje: su cultura es resistencia, y su legado es eterno.