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Iván Duque Presidente, Martha Lucía primera mujer vicepresidente de la historia de Colombia

por Redacción BL
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Iván Duque soñó con ser presidente desde niño. Así lo recuerda su madre, Juliana Márquez Tono, quien cuenta que una vez –con cerca de 12 años–, el pequeño le preguntó al presidente Julio César Turbay si de joven soñaba con un día llegar a ser jefe de Estado. El sorprendido y veterano político le respondió: “No, mijito, de niño yo no pensaba en nada de eso”. Y ante esto el pequeño replicó: “Yo sí”.

Ese día finalmente le llegó a Iván Duque este domingo. Horas antes el exsenador le había encomendado ese propósito a la virgen de Chiquinquirá. En sus últimas horas como candidato, Duque se trasladó a ese municipio boyacense para encontrarse con la llamada patrona de Colombia y orar frente a la imagen de lienzo que han bendecido los dos papas que han visitado al país. “Vengo a pedirle que me dé sabiduría, me acompañe, me ilumine. Me siento contento de lo que ha sido una campaña decente”, dijo allí.

La mañana del día en que Duque fue elegido presidente comenzó tranquilamente. El candidato se levantó temprano y desayunó con su esposa y sus hijos. A su casa fueron llegando sus personas más cercanas. Su mamá Juliana Márquez, su estratega y amiga, Gloriza Ramírez, su secretaria privada, María Paula Correa. Antes de salir, Duque los llevó a la biblioteca y les mostró con asombro las decenas de regalos que le habían llegado los últimos días. Hubo uno que lo impresionó especialmente. Un hombre había pintado un cuadro de su papá, pero nunca pudo entregárselo a él. Entonces se lo hizo llegar.

Apenas se asomó afuera de su apartamento, los vecinos lo estaban esperando. Entre ellos se vivía un orgullo genuino, lo despidieron con aplausos. A las 10 de la mañana Duque llegó al Colegio Pedagógico, en el norte de Bogotá, cerca de Unicentro donde suele votar. Allí decenas de personas lo esperaban. “Presidente, Presidente”, gritaba la multitud. Los Flinck-Lozano fueron los primeros en saludarlo. Los pequeños de la familia, Yosue y Luciana, de 4 y 5 años coronaron la primera selfi con él.

La imagen de esa multitud coreando su nombre emocionaba a un político que hace apenas cuatro años comenzaba su carrera en la vida pública como senador de la bancada de Álvaro Uribe. Sus contendores en la campaña presidencial que finalmente coronó este 17 de junio, lo criticaron sin descanso por su inexperiencia y juventud. El joven abogado de 41 años compitió con verdaderos pesos pesados de la política, a los que fue superando a poco a poco. Primero les ganó a los cinco precandidatos de su partido, después a Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, y en la primera vuelta dejó por fuera del ring a Germán Vargas Lleras, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle.

Ese ascenso –explicado en gran parte por la fuerza de Álvaro Uribe– sorprendió a muchos. Sin embargo, en su familia lo que está viviendo Ivo, como le decían de pequeño, era predecible. Según cuenta su mamá, Duque era lo que llaman un “niño viejo”, pero sobre todo un hijo de su papá, el exministro y exgobernador Iván Duque Escobar. Como él, recitaba de memoria los discursos de esos políticos de antaño que emocionaban las plazas. Sabía varios de Jorge Eliécer Gaitán y a medida que creció memorizó también los de Kennedy.

Duque hijo y Duque papá tenían en esos discursos un momento de complicidad. Los oían juntos después de comer y pasaban horas hablando de estos. Hoy esa colección de audios que le quedó de su papá, después de su muerte en julio de 2016, es una especie de tesoro para él. Cuando el hoy presidente era muy pequeño, su papá lo solía llevar a las correrías políticas. Su mamá muestra con orgullo una foto en la que el niño, de apenas 4 años, sale alzado en hombros con una cobija en la mano. Hace unas semanas, Duque quiso hacer la misma imagen con su hijo Matías, “populismo puro” dijeron sus críticos.

Donde sí habría sorpresa en el rumbo que tomó la vida de Duque es entre quienes lo conocieron de adolescente. Los amigos que compartieron con él los años de la juventud no vislumbraban para entonces esa suerte. Era un colegial, como casi todos, enloquecido por el fútbol y la música. Tenía destrezas tanto para conducir a terreno contrario el balón como para tomar la guitarra y acompañarse, sin mucho desatino.

Inicialmente entonaba canciones de la nueva trova cubana y boleros. Luego, con sus compañeros de colegio, se adentró en el rock y fue vocalista del grupo que crearon, llamado Pig Nose. “No me acuerdo cuántos eran, pero hacía un ruido terrible”, anota su mamá.

De esa época a Duque le queda la manía de lucir una sarta de mañillas en su muñeca izquierda, el fervor por el América de Cali y el reflejo entre roqueros de chocar las palmas y enfrentar los puños al saludarse. En esos años de juventud, Duque ya no quería ser presidente sino militar. El exsenador cuenta cómo un accidente dejó en el traste ese sueño. Se luxó la rótula izquierda y por cuenta de eso en el Ejército no lo recibieron. “En ese momento yo no me había presentado a ninguna universidad”, recuerda Duque.

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