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Por qué la gloria pertenece a los pecadores (al menos en el emprendimiento)

Por qué la gloria pertenece a los pecadores (al menos en el emprendimiento)

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.


¿Qué es lo que hace de un emprendedor un pecador? ¿Son sus decisiones, su entorno, su lugar de origen o es algo más que eso?

En diferentes partes del mundo, incluidos los países de América Latina, el pecado es interpretado como un puñado de pensamientos, palabras y acciones que transgreden aquello que regularmente se considera como correcto. Pero ¿realmente el pecado es ese suceso lastimoso y funesto que la mayoría supone?

Volvamos al origen; la raíz griega del término “pecado” se remonta a las prácticas de tiro al blanco en los campos de entrenamiento militar, cuando los arqueros erraban, sus compañeros gritaban “¡Pecado, pecado!”. El significado de la palabra estaba asociado al “fallo en el acierto del objetivo” o “error de cálculo”, ello no llevaba consigo ninguna connotación peyorativa que justificara la autoflagelación o arrepentimiento por la acción realizada, dado a que ya por esa época se entendía que la virtud era forjada en función de los intentos. Intentos que traen consigo aciertos y fallos, fallos que, de ser identificados, se corrigen.

La filosofía del pecado como ingrediente en la receta del acierto, no ha sido ajena al mundo de los negocios. Es el caso del prolífico empresario y magnate inglés Richard Branson, quien ha constituido a lo largo de su vida más de 360 empresas que son parte del conglomerado de Virgin Group, de las cuales más de 200 han sido desaciertos, compañías que nunca despegaron, siendo las más recordadas: Virgin Cola y Virgin Express.

La acumulación de pecados de Branson no ha sido motivo de quiebra, por el contrario, le han servido para fortalecer y apalancar su modelo de negocio, a través de la capitalización del aprendizaje puesto al servicio de las compañías en las que sí acertó. Consecuentemente su fortuna no ha dejado de crecer, según Forbes, se calcula que Branson cuenta con un patrimonio neto estimado en 4,900 millones de Dólares, que lo colocan en el 2018 en el puesto 388 de la lista de los hombres más ricos del planeta​ y en la posición número 23 del Reino Unido, según el portal Business Insider.

Pero desde luego Branson no es el único, a lo largo de la historia, referentes en sectores variopintos han logrado catapultarse a lo más alto del podio, alardeando con su accionar el hacer uso de los mismos principios.

Es el caso de uno de los inventores norteamericanos más importantes de todos los tiempos, recordado también por la frase: “No fueron mil intentos fallidos, fue un invento con mil pasos”, me refiero a Thomas Alva Edison, quien le dio vida a más de 1,000 inventos (1,093 para ser exactos). Fiel creyente de que los errores nunca son un fracaso, porque aseguraba llevan consigo la demostración de certezas, por ende, valen la pena.

Dentro de sus creaciones más destacadas tenemos; el fonógrafo (artilugio que permitía grabar y reproducir sonidos), el quinetoscopio (precursor del proyector cinematográfico), además de perfeccionar el funcionamiento de la bombilla eléctrica de larga duración. A 87 años de su muerte, su célebre frase sigue gozando de una sorprendente vitalidad, aunque el propósito de su mensaje se encuentre aún alejado de las mayorías.


La multifacética Oprah Winfrey tampoco ha sido la excepción, en una entrevista ofrecida a CNN contó el camino cuesta arriba que vivió al desarrollar su propia cadena televisiva: “Si estuviera escribiendo un libro se podría llamar ‘Los 101 errores’”. Agregó, “Creo que estoy aquí para cumplir mi vocación, porque soy una mujer negra que ha tenido tantas bendiciones en este mundo, que nunca va a existir el momento de abandonar un proyecto. Moriré en medio de lo que amo hacer y eso es usar mi voz y mi vida para inspirar a la gente a vivir lo mejor de sus vidas”. Finalmente, Oprah nos permite entender su filosofía frente al error, en las siguientes líneas: «Porque cuando una cosa parece no estar bien, porque fallaste en algo, eso no te convierte en un fracasado”.

Pese a los innumerables beneficios que produce el pecado en la salud de los emprendimientos, existe un segmento –no pequeño– de emprendedores que ven en él un vertiginoso abismo sin fondo, un camino no transitable que los paraliza, sin tomar consciencia que el error se hace presente no solo al actuar, sino también al quedarse quieto.

Es necesario reconciliarnos con nuestros pecados, quitarnos el sentimiento de culpa y arrepentimiento, que no son más que un lastre disfrazado de penitencia. Para ello no hace falta estar en presencia de un confesor, basta con ubicarse frente al espejo, hacer un examen de consciencia y ponerse manos a la obra. ¡Eso sí! Con el firme compromiso de enmienda.

De poco sirve pecar una y otra vez, si en cada intento no se ajusta aquello que se está haciendo de forma inadecuada. Tropezar con la misma piedra, es la mejor forma de desaprovechar la vida.

¿Qué es lo que hace de un emprendedor un pecador? Me lo he preguntado mil veces. ¿Son sus decisiones, su entorno o su lugar de origen? No tengo la más mínima duda de que pecadores son aquellos que no bajan los brazos, aquellos que no dejan de intentarlo, aquellos guerreros que mientras tienen aire en los pulmones, vuelven a ponerse de pie.

Te desafío a que determines un objetivo, apuntes, dispares las flechas que sean necesarias y no te detengas hasta que hayas dado en el blanco.

Fuente de la Noticia

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