Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), sobre la seguridad alimentaria, reveló que aún faltan avances para mitigar la prevalencia del hambre a nivel mundial, pues durante el 2023 se calculó que entre 713 millones y 757 millones de personas, es decir el 8,9 % y 9,4 % de la población global, respectivamente, se encontraban subalimentadas.
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Las cifras alarman a estas organizaciones, teniendo en cuenta que si se considera el valor medio de la estimación, que corresponde a 733 millones de personas que posiblemente hayan padecido hambre en el 2023, el dato estaría por encima de la estimación de 2019 en prepandemia con 152 millones de personas más.
Incluso, detallan que tras aumentar bruscamente entre 2019 y 2021, la proporción de la población mundial que padece hambre se mantuvo tres años prácticamente en el mismo nivel, y las últimas estimaciones apuntan a una prevalencia mundial de la subalimentación del 9,1 % en 2023.
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En materia regional, la FAO estimó progresos en América Latina donde el 6,2% de la población padeció de hambre, esto se traduce en que durante el año pasado unas 40,1 millones de personas en la región sufrieron de la falta de alimentos.
En comparación con regiones como África, donde se registra el mayor porcentaje de la población aquejada por hambre en un 20,4%, en Asia donde el indicador se estimó en 8,1% y en Oceanía en 7,3%, América Latina y el Caribe encontró mejores resultados que estos territorios.
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Sin embargo, el informe sostiene que en Asia se encuentra el mayor número de personas afectadas, pues cerca de 384,5 millones de personas padecen de hambre lo que explica que esta región tiene más de la mitad de la población total en esta condición.
Inseguridad alimentaria
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“En todas las regiones, la prevalencia de la subalimentación sigue por encima de los niveles previos a la pandemia. Según proyecciones actualizadas, 582 millones de personas padecerán subalimentación crónica en 2030, lo cual es indicio del inmenso desafío que supone cumplir la meta 2.1 de los ODS, consistente en erradicar el hambre”, dice el texto.
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Otro de los factores que se destacan es la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave. De acuerdo con los cálculos este indicador sigue por encima de los niveles anteriores a la pandemia y ha tenido variaciones menores en los últimos cuatro años, tras el aumento de 2019 a 2020.
Por esto los cálculos se inclinan a que en 2023 el 28,9% de la población mundial, unas 2.330 millones de personas, padeció inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, careció de acceso sistemático a una alimentación adecuada.
Las cifras demuestran que en ese año un 10,7% de las personas padecieron de inseguridad alimentaria grave, lo que significa que se quedaron a veces sin alimentos o pasaron un día o más sin comer.
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Además, la prevalencia de inseguridad alimentaria grave a escala mundial aumentó del 9,1% en 2019 al 10,6% en 2020 y se ha resistido al cambio desde entonces. Así los datos para América Latina reflejan que 28,2% sufrió de esta condición.
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Objetivos de financiación
De acuerdo con las referencias de la FAO, la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición ha tenido una serie de dificultades en materia de definición. Por esto, se necesitan programas e iniciativas donde el sector público y privado participen en las actividades económicas, realicen compras o inviertan con este fin.
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En detalle la Organización plantea que los recursos financieros pueden proceder de una de cuatro fuentes o en su defecto, de una combinación de las mismas. Entre ellas se destacan los recursos nacionales o públicos, los extranjeros públicos, los nacionales privados o los internacionales privados.
“Para cumplir las metas 2.1 y 2.2 de los ODS (poner fin al hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas) y hacer efectivo el derecho universal a una alimentación adecuada, se necesita más financiación y una mayor eficacia en función del costo en ese ámbito”, explica el informe.
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Sin embargo, insisten en que actualmente se carece de una imagen coherente de los recursos financieros gastados o de los costos que comporta el logro de la seguridad alimentaria y la nutrición.
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Otro de los puntos es que al existir numerosas definiciones para la financiación de la seguridad alimentaria, se generan diferencias marcadas en las estimaciones que causan problemas en la determinación de los ámbitos más necesitados de financiación, la garantía de la rendición de cuentas y el seguimiento a la eficacia.
Así mismo, la seguridad alimentaria y la nutrición reciben menos de una cuarta parte del total de la ayuda al desarrollo oficial y otros flujos oficiales. Aunque resulta más fácil detallar y hacer seguimiento a los recursos del sector público que a los del privado.
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“De no subsanarse el déficit de financiación para 2030, millones de personas seguirán estando subalimentadas y los progresos en el cumplimiento de todas las metas mundiales en materia de nutrición habrán sido insuficientes. Para hacer frente a las repercusiones sociales, económicas y ambientales de este fracaso se necesitarán billones de dólares”, concluyen.