ramona

ramona, el tercer álbum de la cantante de Melbourne Grace Cummings, se siente al principio como una posible obra maestra, un nuevo apogeo en el panteón del soul atormentado. A lo largo de sus 11 estudios de personajes ricos en alusiones y discursos de venganza por amor, Cummings representa cada momento con una intensidad emocional absoluta, como si cada sentimiento fuera el último que importaría. Escúchela crecer, por ejemplo, desde una ternura de rostro alargado al comienzo de “A Precious Thing” hasta un mercenario operístico que aúlla sobre el amor. “Pero no es nada que me importe”, ruge como Diamanda Galás en una atracción de Disney diseñada por Dante. O sea testigo de las grietas en su voz mientras va más allá de un arrullo de Amy Winehouse durante “Something Going ‘Round”, testimonios de la inseguridad arraigada en esta carta de amor inicial. Construido por una banda que ha estudiado claramente las glorias de Wrecking Crew y dorado con cuerdas y arpa, ramona tiene una voz singular y poderosa en un marco espectacularmente grandioso, no muy diferente a la de Rufus Wainwright. Quiero uno o sangre de Weyes Levantamiento del Titanic.

¿Pero conoces a ese amigo al que te encanta ver durante una hora de vez en cuando y que comparte todo lo nuevo sobre su vida en un torrente estimulante pero agotador? Eso podria ser ramona después de repetidos giros, cuando la falta de control de Cummings, combinada con la insistencia obstinada de la banda en repetir sonidos que a menudo tienen 60 años de antigüedad, se vuelve demasiado agotador para soportarlo por mucho tiempo. Después de autoproducir sus dos primeros discos, Cummings se vinculó con el rey vintage y as de la sesión de Topanga Canyon, Jonathan Wilson, quien la liberó para concentrarse en no reprimirse. Eso es digno de elogio, pero da como resultado un álbum que tiene el rango dinámico y la aplicación limitada de una linterna potente. Reconoces su increíble poder, pero será mejor que no mires fijamente la fuente por mucho tiempo.

Cummings no tiene reparos en cortejar a una compañía legendaria. Después de todo, el protagonista de “Ramona”, un ardiente tema pseudogótico que finalmente se convierte en una canción con toda la antorcha, está tomado de Bob Dylan. (Ella lo convoca nuevamente para el final del número, con una repetición burlona que refleja “Just Like a Woman”). Hay un poco de “de Johnny Cash”.Llorar, llorar, llorar”, hacia el final de “Everybody’s Somebody”, que toma prestado el sonido de Stax de Memphis en lugar de su Sun para impugnar a un socio descarriado. Se levanta de Townes Van Zandt durante “Without You”, donde nuevamente cambia las líneas de Dylan dos veces. Hay destellos de Nick Cave y Nancy Sinatra y, en el verso final del álbum, Cummings cita estándares de Dylan, Neil Young y George Harrison, como una urraca de una tienda de segunda mano. La banda, liderada por Wilson y el multiinstrumentista Drew Erickson, responde de la misma manera, uniendo hilos claros de Radiohead, Phil Spector, Hal Blaine y Chris Isaak en estas canciones.

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