Redacción
En las ondulantes colinas rojas en las afueras de la ciudad de Eldoret, en el oeste de Kenia, los residentes recuerdan a William Ruto como un escolar descalzo que solía vender pollos en un puesto al borde de la carretera.
Incluso entonces poseía una inteligencia feroz, recordaron, mientras recibían su ascenso el lunes a la presidencia de su país con una mezcla de orgullo e incredulidad.
“No podía imaginar que alguien que no tuvo zapatos durante toda su vida en la escuela primaria pudiera convertirse en presidente”, dijo sonriente Esther Cherobon, quien estaba en el año escolar de Ruto.
“Nos imaginamos que todos los líderes son de familias ricas”.
Siempre fue el niño con las calificaciones más altas en la escuela de la aldea de Sambut, dijo, donde parte de la institución a la que asistió, un edificio de adobe de una sola habitación con un techo de chapa de hierro oxidado, sigue en pie.
Ruto asume el cargo cuando Kenia enfrenta una convergencia de desafíos. Miles de millones de dólares en préstamos que el presidente saliente, Uhuru Kenyatta, pidió prestado para financiar un derroche de infraestructura están venciendo.
La peor sequía en 40 años ha devastado el norte, obligando a 4 millones de personas a depender de la ayuda alimentaria.
Ahora con 55 años, Ruto hizo de las divisiones de clase de Kenia la pieza central de su campaña para convertirse en el quinto presidente de Kenia, prometiendo recompensar a los “estafadores” de bajos ingresos y despreciando las dinastías políticas de Kenia.
Ese fue un golpe apenas velado a su oponente Raila Odinga, a quien Ruto derrotó en una reñida votación cuyo resultado la comisión electoral de Kenia tardó casi una semana en anunciar, y Kenyatta, hijo del primer vicepresidente y presidente de la nación, respectivamente.
DANZA POLÍTICA
Pero la política de Kenia es a menudo un baile que se realiza con socios convenientes en lugar de arraigarse en las diferencias políticas, y las circunstancias del ascenso de Ruto no fueron una excepción.
Saltó a la fama como organizador juvenil del expresidente Daniel Arap Moi, convirtiéndose en uno de los legisladores y ministros más jóvenes de Kenia.
Había apoyado a Odinga durante las elecciones muy disputadas de 2007, cuando 1.200 personas murieron después de que la violencia política desencadenara una limpieza étnica.
Tanto él como Kenyatta enfrentaron cargos en la Corte Penal Internacional por la violencia, en un caso que luego colapsó. Un abogado de Kenia está ahora en juicio, acusado de interferir con los testigos en el caso de Ruto, acusaciones que él niega.
Luego, Ruto cambió de bando y se convirtió en vicepresidente de Kenyatta en 2013. Pero se pelearon después de las elecciones de 2017 cuando Kenyatta se reconcilió con Odinga y se distanció de Ruto.
Los conocedores de Ruto lo describen como un orador talentoso con una ética de trabajo feroz.
Durante esta campaña, eligió una carretilla para representar a los trabajadores ocasionales de Kenia, aunque él mismo, ahora un rico magnate de los negocios, viajó en un vehículo deportivo utilitario adornado con los colores del partido y apodado La Bestia.
Odinga buscó socavar la popularidad de Ruto cuestionando la probidad de su extenso imperio empresarial.
En julio, un tribunal ordenó a Rigathi Gachagua, elegido para la vicepresidencia de Ruto, que devolviera 202 millones de chelines (2 millones de dólares) que determinó que eran producto de la corrupción. Gachagua y Ruto han desestimado la sentencia por motivos políticos. Gachagua ha dicho que apelaría el fallo.
Como presidente, Ruto prometió controlar los préstamos, publicar contratos opacos con China, abordar la corrupción y desembolsar préstamos a pequeñas empresas.
Los kenianos pobres, que ya se están recuperando de la COVID-19, también están lidiando con los aumentos de los precios mundiales de los alimentos y el combustible. Muchos están enojados por el fracaso de Kenyatta para controlar la corrupción desenfrenada.
