Simón Bolívar sí buscó la monarquía – Gobierno – Política

Hagamos, de inicio, dos preguntas: ¿La historia es para el hombre? O ¿es el hombre la Historia? Aunque la divagación principal puede señalar que la sucesión de momentos y hazañas del ser humano son una disciplina del hombre, lo cierto es que la historia, como disciplina intelectual, es el hombre mismo.

Nadie construye como el hombre, decían algunos filósofos para identificar los sitios por donde ese ser anduvo. Y tal vez por eso la historia no puede ser ni una irrealidad, ni una ficción, ni un cuadro de análisis político. Debe ser el reflejo exacto de unos acontecimientos y de los hombres que los protagonizaron.

Naturalmente algunas cosas se escapan al ojo o al oído del historiador. Otro dirá mejor lo que olvidaron o no vieron éstos. Pero el incesante destino del que investiga y escribe la historia es, debe ser, el reencuentro con la verdad.

Y me vienen a la mente tales conceptos cuando he leído un libro muy publicitado y elogiado, que diríamos que la moda ha impuesto. Es el trabajo de una escritora peruana de bien decir y escribir –y de conocimientos, agreguemos- sobre el héroe máximo americano, Simón Bolívar. Ella se llama Marie Arana.

El libro, a mi modo de ver, es un excelente trabajo investigativo y el lenguaje es ágil y elegante. Bien seleccionadas las palabras y las imágenes. Pero, pero… incurre en algunos errores injustificados que, en temas de alta trascendencia histórica, no se pueden pasar por alto sin señalar el error.

Es por eso que me he atrevido a mostrar aquellos errores de interpretación y el desconocimiento de pruebas acerca de lo que fue, sin duda alguna, la más grave falla humana de Bolívar, que consistió en aceptar que sus amigos en el gabinete de gobierno se fueran a hacer en aquel 1829 una campaña en pro de una monarquía.

Ello condujo a una serie de acontecimientos atroces después de la noche septembrina, el primero de los cuales fue el levantamiento y posterior asesinato del Héroe de Ayacucho, José María Córdova.

El segundo, doloroso como el primero, al odio que brotó contra el héroe máximo Simón Bolívar, el Libertador, en una borrasca de equivocaciones entre los pueblos y una nueva casta de políticos, abogados ellos, que escribían periódicos y armaban el debate sin armas.

Todo esto cundió especialmente porque en esos momentos se detestaba en la Nueva Granada a los militares venezolanos a los que el pueblo llamaba “espadones”. La equivocación, aunque Bolívar no la admitiera, dio lugar al golpe que fue sintiendo en los diferentes ambientes de un odio que lo estrangulaba más que la propia enfermedad.

Ha sido consciente -y lo ha escrito con acierto- del daño y el sufrimiento de Bolívar después de la Convención de Ocaña, de la persecución a Padilla, el único general y almirante de raza mestiza –más negro que blanco- de aquel héroe, de las ingratitudes de Páez, de las intrigas de los “abogados” y algunas perfidias de Santander su antiguo compañero.

Todo esto, sumado a la asunción de la dictadura en Perú y en Colombia, fue penetrando más allá de la epidermis del hombre sensible y enfermo que había dejado la revolución.

Aunque el temperamento del caraqueño era duro, estaba ahora más que vencido, en una lucha porfiada en la que un día no era igual al anterior ni éste al siguiente. Todo este ambiente se da al regreso de Bolívar de Caracas primero y luego de Ocaña.
Y sobre todo cuando la guerra intuida con el Perú, absurda en sí misma, pasa a ser una realidad cuando el mismo Bolívar la decreta a los ingratos peruanos de ese momento, dirigentes de la política del Perú.

Arana dice que “el frustrado intento de asesinato había conmovido profundamente al Consejo de Ministros de Bolívar. ¿Y si los conspiradores hubieran tenido éxito? ¿Y si Bolívar hubiera muerto? Con seguridad, Colombia habría caído en una violencia atroz, en otra monstruosa guerra civil.

Los partidarios más fuertes de Bolívar –su fiel ministro de Guerra, el general Urdaneta; el presidente interino, José María Castillo; el ministro de Relaciones Exteriores, Estanislao Vergara; y el ministro del interior, José Manuel Restrepo- asumieron la responsabilidad de evitar el posible caos.

Basados en la opinión de Bolívar de que Colombia no tendría éxito hasta que contara con el respaldo de una potencia mundial, comenzaron a buscar la salvación en el exterior.

Se lanzaron a un frenético plan para conseguir un monarca extranjero. Sabían que tenían el tiempo en contra: cualquiera podía ver que la salud de Bolívar flaqueaba. También que él se les opondría resueltamente. Su parecer contra las coronas y los tronos era muy claro. Decidieron mantenerlo al margen del plan por el momento. …”

Basados en la opinión de Bolívar de que Colombia no tendría éxito hasta que contara con el respaldo de una potencia mundial

Pues bien, aunque la doctora Arana acepta que los miembros del gabinete se basaron en una opinión de Bolívar que supusiera el respaldo de una gran potencia mundial, es lo cierto que, como se ve, Bolívar ignoró, según aquella, todo el plan de su gabinete o que éste tuviera una mano o un dedo metido en el enredo. Esa, por supuesto, es la tesis que, con humildad, pero con firmeza, rechazo en respeto a la historia.

En mi obra ‘Córdova, gloria y asesinato del Héroe’, al abocar este tema vital sobre el pensamiento bolivariano de ese momento preciso anoto:

“Es claro además que el genio de Bolívar no se detenía ante ningún problema. Su mente, para bien o para mal, se bifurca y se explaya sobre otros temas que son para él una distracción. Dice una cosa con conmovedor acento, pero piensa otra con otro acento igualmente convincente. O con el silencio. Es muy difícil, aun en las encrucijadas de la historia, ubicar con certeza qué era en su momento lo que verdaderamente estaba pensando el Libertador frente al cúmulo de problemas que lo asediaban, gran parte de los cuales salían de su propio cerebro.”

Antes de salir para Ecuador, Bolívar conoció al cónsul del gobierno francés de su majestad Carlos X, señor Charles Bresson, con quien dialogó sobre el asunto en presencia del secretario de Relaciones, señor Estanislao Vergara.

Allí comenzó el asunto, que ya se había iniciado con un agente comercial francés, Claude Bouchet de Martigny, quien poco duró en Bogotá. Transcribo del tomo II de mi obra antes citada este párrafo indicativo, sin duda, de que la mano de Bolívar estaba debajo de la campaña monárquica.

Pero lo que deja la convicción plena de que el proyecto monárquico que iniciaría Bolívar era su propio proyecto, es esta carta al Libertador de 8 de junio de ese año 1.829 de José Manuel Restrepo quien era su secretario de Gobierno y gran amigo personal e historiador, al que hemos acudido tantas veces, y en la que da por hecho verdadero y sabido todo lo relativo a tal iniciativa, la que, además y consensualmente convenido, permanecería oculta para la opinión pública:

Celebro mucho que usted esté de acuerdo en la necesidad de variar de formas constitucionales. Trabajamos activamente por todas partes, y el proyecto va ganando opinión aún entre los enemigos del gobierno. Con esto y con las buenas elecciones no dudo del triunfo en el congreso constituyente, que es quien debe pronunciar la variación de formas.  El punto un poco difícil es la Casa que ha de suceder a usted en el mando, y en cuya familia ha de perpetuarse la corona por herencia. Mas tenemos tiempo de meditarlo. En la materia parece que debemos adelantar el proyecto los amigos de usted y que usted se manifieste como extraño a él, aunque sin contrariarlo. Varias veces he oído decir a usted que Colombia no tenía otro remedio que llamar a un príncipe extranjero, y que, si la nación lo llamara a usted, lo apoyaría con todo su influjo.

Lea también (¿Cómo eran Bolívar y otros generales de la Independencia físicamente?)

Frente a esta carta, que no es más que un elemento de convicción entre los muchos existentes, no puede caber duda de que Restrepo –Historia de la Revolución en Colombia- dice rotundamente la verdad escondida estratégicamente.

“Bolívar fue más explícito con el encargado de negocios de la Gran Bretaña, señor P. Campbell, que también le había escrito sobre el proyecto, que se meditaba en Bogotá. A la mitad de septiembre recibió Campbell una carta del Libertador, de la que dio aquel una copia al secretario de Relaciones Exteriores de Colombia. Hablábale en ella de las muy graves dificultades que había para organizar la república: Indicábale que acaso el único medio sería el establecimiento de una monarquía constitucional, llamando a un príncipe extranjero que fuera de nuestra misma religión…”

Pilar Moreno de Ángel, gran historiadora colombiana, comenta que “el comisionado francés –Bresson- se enteró acto seguido de que Bolívar, cuando se disponía a viajar rumbo al sur para hacerse cargo personalmente de la campaña contra los invasores peruanos, y como comentario a su ministro Castillo y Rada, cuando éste entregó la convocatoria para el próximo Congreso constituyente, que pretendía reunirse al año siguiente, el Libertador había manifestado a su ministro: ‘No pierda de vista que este país no puede ser gobernado sino por un sistema que se asemeje a aquel del cual se ha emancipado’.

El único medio sería el establecimiento de una monarquía constitucional, llamando a un príncipe extranjero

Cuando no puede caber duda con las pruebas que se han visto y otras que no se vieron pero que están allí, de que Bolívar inició la idea de la monarquía a pesar de sus elocuentes y sensatas palabras de rechazo posteriores que dejó consignadas en tantos documentos, es lo cierto que su definición pública tuvo lugar específicamente del 13 de julio de 1829.

Hay una carta suya desde Buijo –lugar en Ecuador en el que casi muere- dirigida al canciller Vergara y en la que Bolívar rechaza la idea de la monarquía por razones que explica, entre ellas la de que “ningún príncipe extranjero admitirá por patrimonio un principado anárquico y sin garantías.”

En el inicio de la misiva apunta: …” Yo he dicho hasta ahora a ustedes sí, sí a todo cuando me han propuesto sin atreverme a dar mi opinión verdadera…” Se desprende desde luego que sí conocía el tema y había dicho que sí a todo el conjunto.

Bien, queda demostrado lo que se intentaba demostrar.

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Finalmente, a manera de colofón, debo volver a mi obra sobre Córdova, tendido en un charco de sangre en el Santuario, y al informe principal final de Bolívar ante el Congreso.

“Me es grato deciros –dice Bolívar ante el Congreso- que para terminar las disensiones domésticas, ni una gota de sangre ha empañado la vindicta de las leyes; y aunque un valiente General y sus secuaces han caído en el campo de la muerte, su castigo les vino de las manos del Altísimo, cuando de la nuestra habrían alcanzado la clemencia… Según el general Bolívar fue el Altísimo quien mató a Córdova con un sablazo irlandés que le perforó el cerebro, al igual, seguramente, que a Padilla. En realidad Dios puede con todo.”

ARMANDO BARONA MESA
PARA EL TIEMPO

Fuente de la Noticia

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