“Soy el mejor deportista que ha dado este país”: Pambelé – ENTREVISTA BOCAS – Cultura


A los más destacados deportistas colombianos que he entrevistado les he preguntado: “¿Quién fue o es el más grande atleta en la historia del país?”. Casi sin dudarlo, como un acto reflejo, la gran mayoría me ha dicho: “Pambelé”. Lo mismo sucede con un amplio sector de la prensa y de la afición que coincide en que Antonio Cervantes fue y es el “más grande” de Colombia.

¿Por qué tal unanimidad? Las razones son muchas y de peso. Por un lado, su gesta deportiva fue sencillamente descomunal: fue dos veces campeón mundial del peso wélter júnior, disputó 21 combates de título mundial, defendió su faja en 18 ocasiones, retuvo el título de las 140 libras por ocho años y, en 1998, fue incluido en el Salón de la Fama de su deporte. Por otro lado, como bien lo dijo el periodista Juan Gossaín: “Nos enseñó para siempre lo que es pasar de las victorias morales a las victorias reales”. En resumen, ‘Pambe’ fue gloria, leyenda y mito.

Sin embargo, de boxeador idolatrado por toda una nación y por miles de seguidores en el mundo entero –incluido un tal Mike Tyson, quien confesó haber revisado sus videos–, ‘Pambelé’ pasó a ser un buscapleitos: por más de dos décadas discutió e incluso se lio a trompadas con porteros, cantineros, taxistas, lustrabotas, meseros y todo aquel que le recordara que ya no era el campeón y que ahora sí o sí debía pagar sus cuentas.

De millonario que alcanzó a montarles dos mansiones a sus dos mujeres de turno y que manejaba su Mercedes-Benz último modelo, pasó a ser un “goterero” y “raspafiestas” de burdeles y bares en diferentes puntos de la geografía nacional.

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De deportista espléndido –“el atleta más perfecto que yo he visto en mi vida”, dijo Gossaín–, pasó a ser un drogadicto perturbado que, por más de dos décadas, terminó sus noches entre cárceles y hospitales.

De invitado constante a la Casa de Nariño –en diferentes gobiernos–, pasó a ser un asiduo visitante de las casas de reposo y los hospitales psiquiátricos. Su drama, concluyeron, no fue únicamente el consumo de sustancias; fue su delirio de grandeza, que se acentuó cuando, tiempo después, fue diagnosticado con “trastorno afectivo bipolar”.

Pero paró. Un buen día, después de años de terapia psiquiátrica, milagrosamente paró. Hace 10 años detuvo su marcha frenética, dejó de consumir basura y se asentó en Turbaco, donde todos los días se sienta en una mecedora a mirar pasar la gente del pueblo y los fantasmas de su gloria.

Hoy, tiene 74 años; está entero –“todos los meses le hacen exámenes y lo que es el colesterol, los triglicéridos, la presión, la tensión, todo, absolutamente todo, sale perfecto”, dice su hijo José–; aún pesa lo mismo que pesaba cuando saltaba a competir; vive de una pensión que le da el gobierno dentro del programa Glorias del Deporte y

refuerza su tranquilidad con una plata que le da la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).

Una leyenda viva que gasta sus días viendo noticieros y partidos de béisbol, y que le huye a la gente, mucho más en estos tiempos de pandemia: “¡Que no se me acerque nadie!”, dice.

Tal fue la relevancia de Antonio Cervantes para Colombia que en el libro El oro y la oscuridad, de Alberto Salcedo Ramos, aparece una anécdota que resume la trascendencia que tuvo, ha tenido y tendrá:

“En aquellos años de esplendor, el campeón era un tema obligado en la entrada o en el postre. Cuenta el expresidente Belisario Betancur que en cierta ocasión el escritor Gabriel García Márquez fue recibido, en una reunión de colombianos en Madrid, con la siguiente exclamación:

– ¡Acaba de llegar el hombre más importante de Colombia!

Entonces García Márquez, moviendo la cabeza en forma teatral, como buscando a alguien en el recinto, respondió:

– ¿Dónde está ‘Pambelé’?”.

Un tío, un hermano de mi mamá que también era mi padrino. Yo tenía 12 años cuando me puso el apodo en honor a otro boxeador [un pugilista nicaragüense]. Pero yo superé a ese boxeador.

El estar tranquilos, criándonos junto a toda la familia y a los amigos. Recuerdo que íbamos todos juntos a la finca de mi padrino. En el barrio recuerdo que peleaba con otros ‘peladitos’.

Así es. Yo lustraba botas en el Parque Centenario del Camellón de los Mártires de Cartagena, con una caja que les compré a los carpinteros de la zona. Los cigarrillos me los conseguía con los contrabandistas del departamento de Bolívar, que iban a Maicao y compraban whiskey y cigarrillos, mercancía para revender en las otras ciudades como Barranquilla, Cartagena y Sincelejo. Y ahí me crié yo, vendiendo Kent, Marlboro, Lucky. Me iba mejor con los cigarrillos que como lustrabotas.

Eso fue en Cartagena con el entrenador Carmelo Prada, que en paz descanse. Eso fue cuando yo tenía como 15 años. Yo me juntaba con los boxeadores de la época, porque muchos de ellos también eran lustrabotas. Entonces me gustaba ir a mirar a ver si me daban la oportunidad de aprender.

Sí, rápido. Les interesó mi contextura física.

Kid Pambelé fue incluido en el Salón de la Fama en 1998, en ese momento se consagró como una leyenda.

Yo he sido el mejor deportista de Colombia, eso es verdad. Eso me dicen todos los periodistas de Colombia y los del mundo. Soy el mejor deportista que ha dado este país

Que no tenía apoderado y me las robaban.

Lo que pasó fue que el ‘Chico’ González apostó a que se iba a caer por nocaut y yo también aposté a que yo me iba a caer por nocaut. Es decir, cada uno apostó en su propia contra. Yo le pegué suave y él se tiró ahí mismo y yo le dije: “Levántate, hijueputa”, porque sí le pegué, pero tampoco para tumbarlo así… Entonces nos pillaron y a mí me suspendieron de la Liga. La plata que había apostado en mi contra, que habían metido otros amigos, se perdió

Amigos de Chambacú, donde yo vivía. Y no me cobraron. Perdimos.

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En Cartagena no había oportunidades para mí. Y allá me ofrecieron perfeccionar mi boxeo. Mi papá tenía amigos en Caracas y me recomendaron a Ramiro Machado de apoderado.

La primera gran enseñanza que me dio fue que tenía que pegar y no dejarme pegar, que trabajara bastante con la combinación izquierda y derecha, otra vez izquierda y rematara duro con la derecha. Nadie me había dicho eso y funcionó. Empecé a noquear a la gente. Con ‘Tabaquito’ nos fuimos de gira de Caracas a Los Ángeles.

Mucho. Con él recorrimos el mundo. Nosotros fuimos a Japón, Corea, Tailandia, y todas esas peleas las ganamos.

Fueron ambas cosas. Yo era un boxeador técnico con buen golpe. Me enseñaron a trabajar bastante con la mano izquierda y por eso yo boxeaba bastante. No me dejaba pegar, no como otros boxeadores que han quedado inválidos, todos golpeados, tipos que han perdido la vista, que han quedado con muchos golpes en la cabeza, en el mentón, y eso es lo que más daño hace. Como Wilfred Benítez, en Puerto Rico, que está inválido. Wilfredo Gómez también.

Eso lo desarrollé en los entrenamientos en Caracas y en Los Ángeles. Muchos días de gimnasio.

Esa pelea ha debido ser un empate. Estaba bien para un empate. Yo, la verdad, la tenía para ganarla. Pero un empate hubiera sido bien. Lo que pasa es que Nicolino Locche fue un boxeador muy querido allá en Argentina. Entonces, no iba a perder.

Para esa pelea salimos del hotel al gimnasio Nuevo Panamá con la esperanza y la confianza de que yo tenía con qué ganarle a ‘Peppermint’ Frazer, que era amigo mío. Él y yo nos criamos como boxeadores en Caracas. Habíamos compartido habitación en la casa de una señora Bruna, en Venezuela, cuando estábamos empezando. Sirvió mucho que, antes de esa pelea, ‘Tabaquito’ y Ramiro Machado estuvieron muy pendientes de todos los movimientos de ‘Peppermint’. Entonces, yo le trabajé mucho su cuerpo. Lo tumbé en el séptimo round y en el décimo le di una combinación y ya no se paró más. Ahí me hice campeón.

El boxeador, que es la gran leyenda del deporte colombiano, vive su retiro en Turbaco, Bolívar, un pueblo de la costa norte colombiana.

Lo peor fue la noche; pero no estoy muerto, no estoy inválido, no estoy en silla de ruedas después de haberme metido en tantos sitios malos donde me metí

Nos fuimos a celebrar con el mismo ‘Peppermint’ a un bar en el barrio El Chorrillo, ahí en Panamá, con amigos de él y amigos míos. Había muchos colombianos ahí. Siempre que fui a Panamá salí a tomar trago con él, en su carro. Yo era el que manejaba.

Sí, le pedimos luz y la puso. Pero está llegando todavía, porque todos los gobiernos que ha tenido Colombia, después de Misael Pastrana, han hecho más cosas por Palenque.

Nicolino no fue el rival más duro sino el más guapo, porque él quería seguir peleando y yo le había abierto una herida muy grande en el párpado. Había muchos argentinos, colombianos y venezolanos en esa pelea. En esa época había gente de varios países y esa plaza de Maracaibo estaba full. Yo le metí muy buenas manos. Nadie le había pegado tanto. Todas mis peleas fueron duras, pero la más dura fue con Lyon Furuyama, el japonés. Peleamos en Panamá, lo tumbé en el 14, pero llegó a los 15 asaltos.

Sí. Eso fue muy bravo.

Almorcé muy tarde en un restaurante español y no alcancé a hacer la digestión a tiempo. Comí demasiado, esa es la verdad. Pero Benítez no me ganó esa pelea, esa pelea se la dieron porque era un empate, por lo menos. Benítez no se paró para pelearme.

[Risas] Sí. A Kadota lo tumbé ocho veces, desde el primer round, y siempre se paraba. Y como había solo japoneses, y todos se parecían, yo decía que en cada round me sacaban un japonés distinto. Lo tumbé en todos los rounds y en el octavo si no pudo pararse más y se quedó tendido echando sangre por el párpado.

Yo estaba en un bar y me echaron la policía. Me registraron y me encontraron un revólver 32 en la maleta del carro, pero me echaron un poquito de marihuana. Pero no me detuvieron, sino que se llevaron todo y tuve que presentarme al día siguiente ante la ley.

El revólver ese se lo compré a un compadre mío allá en Caracas. Compré ese revólver buscando una mala hora, y la conseguí.

Eso fue en Cincinnati y esa pelea la perdí porque, a pesar de que yo tumbé a Aaron Pryor, en el cuarto asalto él me abrió una herida en el párpado y yo no lo pude ver más. Además, Aaron estaba bien preparado y yo no, porque antes de esa pelea, un mes antes, yo estaba en la rumba, tomando y jodiendo, entonces yo no me pude levantar.

Creo que son tres: con Esteban de Jesús, con Lyon Furuyama y con Héctor Thompson, todas en Panamá. Esas peleas fueron buenas.

Los dos a ‘Peppermint’, en Panamá; el de Lyon Furuyama, en Panamá; el de Sekgapane, en Sudáfrica, y el de Kiavayupak, en Tailandia.

Contra Aaron Pryor, en Cincinnati. Me pagaron 200.000 dólares.

Ramiro Machado con otros se cogió la plata de los derechos de la televisión de Venezuela y de Colombia. Ellos robaron bastante, pero ya todos fallecieron.

[Largo silencio] El anillo está aquí en la casa. Sin embargo, el trofeo más preciado que guardo es el cinturón; tengo tres de la Federación Mundial de Boxeo.

No tenía mis iniciales, eso es puro embuste. Me puse un diente de oro en Cartagena y después me lo quité. Lo vendí.

Despilfarré un millón de dólares, más o menos. Y eso antes era bastante plata. En los bares y los cabarets gastaba mucha plata. En Caracas iba a muchas rumbas y en esas rumbas hacía de todo.

Era un boxeador inteligente sobre el ring y antes de las peleas me preparaba muy bien. Les hacía mucho caso a mis entrenadores, en especial a ‘Tabaquito’ Sanz, que en paz descanse, con quien hice toda las defensas.

No he hablado con él. Lo veía por televisión y en las noticias hace poco vi que se está preparando para volver a pelear otra vez a sus 57 años, a finales de este año. Pero la verdad es que Mike Tyson era fajador y pegador. En cambio, yo boxeaba, no era de fajarme. Eso sí, los dos teníamos buena pegada.

El que más me gustó fue Estados Unidos, porque me atendieron muy bien en Miami. Recuerdo que en Puerto Rico también me atendieron muy bien.

Comencé a consumir droga y licor en la calle, a la loca. Toqué fondo en Bogotá consumiendo mucho. Gracias a Dios ya tengo 10 años en que no consumo licor ni droga

Porque yo trabajaba con una editorial de enciclopedias y yo las vendía por todo el país. Lo que pasa es que con esa plata me enrumbaba y ahí era que se presentaban los problemas.

Yo no tuve peleas con nadie. Yo mejor me iba, así se quedaran con la plata o con el celular. Pero yo no peleaba con ellos; me hubieran matado porque ellos tenían revólver, puñaletas y esas cosas. Entonces, yo no peleaba en la calle.

Todos. Comencé a consumir droga y licor en la calle, a la loca. Toqué fondo en Bogotá consumiendo mucho por todos los sitios malos donde me metía. Por medio de José Luis, el hijo mío, y la familia, mi hermana, vine a Cartagena y gracias a Dios ya tengo 10 años en que no consumo licor ni droga.

Estuve en muchas fundaciones en Barranquilla, en Bogotá, en Medellín, en Cartagena y en Cuba. En una de esas fundaciones, viendo todo lo que me estaba pasando debido al consumo, me asusté al pensar que pudiera terminar en la calle o en un cementerio. Gracias a Dios estoy recuperado.

Nada. Lo que pasó, pasó, y ahora estoy en la casa tranquilo con mi familia.

Lo mejor es la gloria que alcancé para el deporte colombiano. Fui el primer colombiano campeón mundial del boxeo y también el primer deportista colombiano en estar en el Hall de la Fama. Y lo peor fue la noche; pero no estoy muerto, no estoy inválido, no estoy en silla de ruedas después de haberme metido en tantos sitios malos donde me metí.

Ahora estoy en 64 kilos.

Sí. Yo he sido el mejor deportista de Colombia, eso es verdad. Eso me dicen todos los periodistas de Colombia y los del mundo. Soy el mejor deportista que ha dado este país. Luego están Édgar Rentería y ‘Happy’ Lora. Los nuevos deportistas son buenos, pero nosotros estuvimos primero.

Sí. Y en paz con todo el mundo. Y ahora con el covid-19, pura paz, porque yo ni salgo ni nada.

Bien, gracias a Dios. Tanta rumba no pudo.

En la casa, tranquilo, sentado, viendo televisión, noticias, deportes… Ahorita estaba viendo béisbol.

No me siento campeón de nada. Me siento igual que usted y que las demás personas. Hoy estoy bien así, y al pasado todo lo malo.

Claro, porque el rico tiene la plata.

Gracias por leernos.
Lo invitamos a visitar el especial de nuestra edición 100: BOCAS 100: 100 frases, 100 personajes.

POR: MAURICIO SILVA GUZMÁN
FOTOS: ARCHIVO EL TIEMPO, SAMUEL TCHERASSI Y JOHN MONTAÑO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 99. OCTUBRE – NOVIEMBRE 2020

Fuente de la Noticia

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