A primera vista parecería que no ha sucedido mucho a lo largo de los pasados doce meses en Colombia, al menos en lo que se refiere al comportamiento de la opinión reflejado en las encuestas. Más allá de variaciones puntuales entre una medición y otra, la ciudadanía mantiene sus preocupaciones generales de siempre, con lo cual persiste en su visión mayoritariamente pesimista sobre cómo van las cosas en el país.
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Pero un examen más detallado revela cambios importantes en las percepciones de la gente. Así lo muestra la más reciente entrega del sondeo bimensual que desde hace más de 30 años realiza la firma Invamer en las capitales más grandes, el cual salió a la luz pública la semana pasada.
Los resultados concuerdan con los de otras pesquisas del mismo orden que distinguen entre lo que se observa en la superficie y la existencia de corrientes subyacentes. Para ponerlo en una frase, el veredicto implícito es que la sociedad colombiana de finales de 2024 contempla de manera distinta los asuntos que le interesan, así ciertos números se parezcan a los de antes.
La fotografía
En el caso presente, dos de cada tres personas piensan que la situación en el territorio nacional está empeorando y tan solo un 23 por ciento adopta un talante optimista. Desde hace más de una década la impresión negativa supera con creces a la positiva, e incluso en algunos periodos la distancia entre una y otra ha sido todavía más amplia que ahora.
Entre lo que más influye en las calificaciones se destacan capítulos como el orden público, la economía, el funcionamiento del Gobierno y el sistema político, la corrupción y el cubrimiento de las necesidades básicas. Con pocas excepciones, las notas son más malas que buenas, por lo cual es mejor fijarse en las tendencias recientes.
Estas muestran que tanto la inseguridad urbana como la guerrilla –un término genérico que engloba a los grupos irregulares en armas– o el narcotráfico son motivo de mayor preocupación. En contraste, lo vinculado con el bolsillo inquieta menos, algo claramente relacionado con una tasa de crecimiento ligeramente más vigorosa y una inflación cuyo ritmo ha descendido en forma importante.
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Por ejemplo, al cierre de 2023, un 80 por ciento de los encuestados señalaron que la situación económica venía empeorando, un guarismo que a mediados del actual diciembre bajó a 68 por ciento. Factores como las tasas de interés a la baja o un desempeño aceptable del empleo influyen también en dicha apreciación.
Del lado de la política social hay varias alarmas que se encienden. En concreto, hay un deterioro de la imagen respecto a la calidad y cubrimiento de los servicios públicos o de la asistencia a la niñez. No menos inquietante es la construcción de vivienda popular que siempre fue vista de manera positiva hasta hace año y medio, momento en el cual la percepción se volvió negativa.
Mención aparte merece la salud, pues la opinión considera que ha tenido lugar un deterioro importante. Si hace un par de años la diferencia entre los que consideraban que el tema estaba evolucionando mal y los que no era de 24 puntos porcentuales, ahora la brecha es de 49 puntos.
Hecha la caracterización, dos elementos más merecen ser tenidos en cuenta. El primero es que 52 por ciento de los sondeados confiesan que han pensado en irse del país, un guarismo que está entre los más altos de América Latina.
Sin embargo, al tiempo que la idea de emigrar se ha vuelto mayoritaria, las personas están más contentas con su realidad personal. Ante la pregunta hecha por Invamer de “usted está satisfecho con su estándar de vida, es decir, con todas las cosas que puede comprar y hacer”, 57 por ciento contesta, afirmativamente, niveles que no se observaban desde hace unos cuatro años.
Semejante disparidad entre una percepción colectiva desfavorable y una individual favorable no es exclusiva de Colombia, pero en nuestro caso es más acentuada que en otras latitudes. Quienes han examinado el asunto con más detalle señalan que esto refleja una dicotomía entre la precariedad de lo que se cree que puede ofrecer el Estado y lo que puede ser capaz cada cual a la hora de valerse por sí mismo.
El liderazgo importa
Dicho lo anterior, el público examina de manera constante las acciones de sus líderes políticos y conserva el anhelo en que votar sirve para conseguir cambios. Un hito importante del presente año fue la llegada de los nuevos alcaldes y gobernadores, tras las elecciones regionales de finales de 2023.
Aunque hay excepciones, la camada que comenzó gestión el 1.º de enero tiende a ser mejor valorada que aquella que se fue. Eso es particularmente evidente en el caso de Medellín, Bucaramanga y Cali.
Todo indica que la renovación de los mandatarios locales influyó positivamente en el ánimo de las respectivas ciudadanías. En conjunto, ese compás de esperanza habría servido para cierta reducción del pesimismo en el agregado nacional.
Sea como sea, los guarismos de Gustavo Petro llaman la atención de los observadores. Si bien los diferentes sondeos muestran que los índices de desaprobación de su labor son más altos que los favorables, estos se han mantenido relativamente constantes. En lo que corresponde al poll de Invamer, el dato de diciembre fue de 60 y 34 por ciento, respectivamente.
“Uno puede decir que en el país hay un pesimismo generalizado y que el Gobierno se raja en todos los temas, pero Petro resiste”, sostiene el experto Miguel Silva. “Incluso frente a los niveles que tenía en agosto –cuando bajó a 29 por ciento– ha mostrado una recuperación que no es irrelevante”, añade.
Reza el dicho que las comparaciones son odiosas, pero resulta inevitable hacerlas. A la misma altura de su correspondiente mandato, el respaldo que recibía Iván Duque era del 36 por ciento y el de Juan Manuel Santos, del 35 por ciento, en su segundo periodo. Estos dos últimos habrían de registrar caídas importantes en los meses finales de su gestión.
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No deja de llamar la atención que el soporte varía mucho dependiendo de la zona geográfica. Así, mientras Antioquia y los Santanderes son considerados territorios antipetristas, en el Caribe y el Pacífico la foto es totalmente distinta, pues el representante del Pacto Histórico es popular.
Tampoco faltan las contradicciones. Por ejemplo, el alcalde de Barranquilla, Álex Char, cuenta con una aprobación del 75 por ciento en su ciudad, según Invamer. A su vez, Petro muestra un respaldo del 50 por ciento en la misma urbe, que es el más elevado en las grandes capitales, más allá de que sea un permanente antagonista del primero.
Saber si al actual inquilino de la Casa de Nariño le vendrá un desgaste adicional es imposible. Por ahora lo que está claro es que, a pesar de los escándalos y las controversias, el Presidente logra el apoyo de un tercio del electorado, lo cual no es despreciable.
Para el encuestador César Caballero, “no solo hay factores que le ayudan, como una situación macroeconómica en la cual hay mejorías, sino el hecho de que mucha gente lo apoya y justifica”. El fundador de la firma Cifras y Conceptos agrega que “el discurso de que quiere hacer, pero no lo dejan, ha calado en diferentes sectores”.
Aun así, los riesgos para la imagen presidencial son numerosos en el futuro cercano. Varios estudiosos consultados coincidieron en que la eventual implosión del sistema de salud, en lo cual el Gobierno tendría una alta cuota de responsabilidad, le está pasando factura. Junto a lo anterior, más episodios de corrupción o un mayor desbarajuste del sector eléctrico –incluido un posible racionamiento en caso de una sequía– son amenazas serias.
Y la lista sigue, pues el tránsito de Colpensiones bajo el nuevo esquema pensional necesita ser impecable. Y, claro, está la estabilidad macroeconómica en medio de una situación fiscal extremamente compleja que demanda mantener corta la rienda del gasto público, justo cuando numerosas candidaturas empiezan a calentar motores y la izquierda aspira a continuar en el poder.
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Hagan sus apuestas
Porque no hay duda de que el calendario electoral de 2026 determinará buena parte de lo que suceda el año que viene. A la fecha, lo único que está claro es que todas las opciones se encuentran abiertas y más en un escenario en el cual habrá múltiples aspirantes.
Esa previsión lleva a que sea factible una segunda vuelta, sobre todo si los votos se atomizan entre muchos candidatos. Debido a ello, más allá de que el objetivo de cada cual sea ganar, lo importante es pasar el primer corte, por lo cual el 30 por ciento que recibiría quien obtenga el guiño petrista no es nada despreciable.
No obstante, hay que tener cuidado con ciertas cábalas en medio de una realidad cambiante y dinámica. El analista Camilo Granada piensa que el respaldo que hoy obtiene el Presidente “será difícilmente endosable, por lo que depende de qué tan polarizado esté el país”.
Además, el politólogo sostiene que, “como están las cosas y faltando tanto tiempo, lo más probable es que gane la oposición, si bien la gran pregunta es si estará representada por alguien del centro izquierda, la centro derecha o la derecha dura”. Una vez más, la gran incógnita es si el centro logrará ofrecer una opción atractiva para que no le suceda lo mismo que en 2022, cuando acabó dividiéndose entre los extremos.
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Desde una perspectiva amplia, el columnista Héctor Riveros se inclina por la visión de que la gente optará por la persona que venga con el número menor de ataduras posible. Es decir, recibir la bendición de un partido o un líder del estilo de un expresidente, lejos de ser garantía de triunfo, casi que se convierte en una certeza de fracaso.
En el entretanto, quien aspire a ponerse la banda tricolor estará en la obligación de leer bien los nubarrones que se acumulan en el horizonte. “La gente tiene preocupación y temor frente al futuro, pero no por una ‘revolución’, sino por la acumulación de urgencias como inseguridad, salud o servicios públicos”, subraya Granada.
Y es por ese motivo que el termómetro de la opinión a finales de 2024 se convierte en un elemento clave para entender qué desean los colombianos y cuáles temas les quitan el sueño. Más que la aproximación ideológica, lo que revelan las encuestas es el anhelo de encontrar aquella persona que tenga la habilidad de cortar varios nudos gordianos con habilidad.
Lo que no está en duda es que la visión estatizante no cala en la ciudadanía. El poll de Invamer muestra que los colombianos se inclinan por una amplia mayoría de los encuestados en favor de la inversión extranjera o el libre comercio y que la empresa privada es la que recibe las calificaciones más altas en el grupo de las instituciones.
“¿Quién nos saca de este lío? Es la pregunta fundamental”, concluye Riveros. Ahora lo que comienza es la competencia entre aquellos que consideran saber la respuesta correcta, para lo cual hay que sintonizarse con las aspiraciones de la gente.
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RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
En X: @ravilapinto