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Tenemos que hablar de tecnología

Tenemos que hablar de tecnología

Este será un año decisivo en prácticamente cualquier ámbito, algo de lo que no escapaba la industria tecnológica, que lleva enormes debates a cuestas acerca de temas como los posibles monopolios de las industrias más grandes en la red, entre otros asuntos.

La pandemia introdujo nuevas angustias y prioridades que moldearon el camino de la tecnología en 2020 y que, todo parece indicar, continuarán presionando modificaciones en 2021.

Por fortuna, con un desafío global de gran envergadura, hay conversaciones en el ámbito tecnológico que trascienden el lanzamiento de celulares y televisores para aproximarse a asuntos menos superfluos y más duraderos: ¿son las grandes empresas en línea una fuerza benévola en el mercado u operan como algunos de los más grandes monopolios de la historia?, ¿hacia dónde se moverá el futuro de la moderación del contenido en estas plataformas?, ¿qué pasará con la conectividad a internet por fuera de las grandes ciudades? y ¿cómo seguirá transformándose la experiencia digital de la oficina?

Moderación de contenidos

Muy cerca de la pasada elección presidencial en Estados Unidos, el Senado de ese país realizó una audiencia para indagar sobre la forma como Google, Twitter y Facebook moderan contenido en sus plataformas, un asunto tan espinoso como complejo y que no tiene una única solución.

Con la cercanía a la elección, la audiencia fue más un despliegue de intereses políticos con un barniz de política digital: en otras palabras, un intento republicano de victimizar a sus candidatos de cara a los comicios de noviembre para seguir reforzando las narrativas delirantes del deep state y la conspiración de las big tech contra la derecha estadounidense.

Pero más allá de lo frágil de aquel procedimiento legislativo, lo cierto es que la pandemia exacerbó el debate acerca de las prácticas y técnicas de moderación de contenido empleadas por las plataformas en línea.

Organizaciones como la Electronic Frontier Foundation (EFF) advirtieron, a lo largo de 2020, sobre un impulso hacia la moderación automatizada —aquella hecha por máquinas sin intervención humana—, que estaba teniendo peligrosas consecuencias como el derecho a la libertad de expresión y suprimiendo puntos de vista de comunidades vulnerables o con baja representación en línea.

Corynne McSherry, de la EFF, dice que “la moderación de contenido no es una bala de plata”, al hacer referencia a las complejidades y sutilezas de esta tarea. De fondo, el problema tiene varias tensiones que parecieran complicarlo todo. Por un lado, pareciera claro que las empresas de tecnología tienen demasiado poder sobre el discurso en línea y, en general, toda la experiencia digital moderna. También es evidente que los gobiernos deberían participar de este debate, como también lo es que esto, hecho a las patadas, puede generar una vía exprés para la intervención y la manipulación política.

Las investigaciones antimonopolio

En este punto es fácil no saber en qué van las investigaciones antimonopolio en contra de Google y Facebook: ¿cuántas son?, ¿son del Departamento de Justicia de EE. UU.?, ¿son de los estados?, ¿son once estados o más de treinta?

La respuesta es un poco de todas, pues son varias investigaciones en contra de ambas compañías, y esto solamente en Estados Unidos, pues en Europa también avanzan pesquisas por supuestas prácticas de monopolio en temas variados, pero con énfasis en temas como mercado de publicidad en línea o la predominancia de Google en el campo de los motores de búsqueda en internet.

Ahora bien, puede que 2021 no vea el final de estas investigaciones. Cada vez que se habla de demanda por monopolio es casi inevitable mencionar la investigación contra Microsoft, que comenzó en los años 90 y vino a producir su primer acuerdo judicial en 2002 (aunque después hubo más acciones en el caso, vale la pena aclarar). Pero, sin duda, será un año en el que se seguirá discutiendo con intensidad cómo es que estas compañías llegaron a donde llegaron y si su posición va en detrimento de los consumidores y el mercado en general. Y bueno, quién sabe si haya fallos sorpresa que comiencen a delimitar y redibujar el alcance casi omnipotente de estas empresas.

Internet, más allá de las ciudades

Entre las muchas transformaciones que ha traído la pandemia, una de las que presenta mayores efectos puede ser la salida de las ciudades hacia el campo y las ciudades intermedias por parte de los trabajadores que pueden ejercer sus funciones remotamente y buscan más espacio de vivienda para sus familias o que simplemente huyen del caos generalizado de las grandes urbes.

Esta suerte de migración puede traer transformaciones en el acceso a internet por fuera de las grandes ciudades, en donde típicamente se ha concentrado el acceso a la banda ancha.

De acuerdo con el más reciente boletín trimestral de las TIC (compilado por el Ministerio del ramo), en el segundo trimestre de 2020 se registraron 7,6 millones de accesos fijos a internet, lo que representa un alza de más de un millón respecto al mismo período de 2019 y del 7,3 % respecto al trimestre inmediatamente anterior (y se convierte en una de las subidas más agresivas del indicador).

Así mismo, la velocidad promedio de las conexiones fijas a internet superó por primera vez el umbral de los 25 Mbps, que es la definición actual de banda ancha fijada por la Comisión de Regulación de Comunicaciones, para llegar a 27,1 Mbps.

A finales de diciembre pasado, y en medio de una serie de controversias legales, el Ministerio TIC adjudicó una licitación para llevar conectividad a más de 14.000 sitios rurales durante diez años en los 32 departamentos por más de $2 billones, en uno de los mayores procesos contractuales actualmente en el país.

“La licitación y lo que estamos viendo en crecimiento de demanda de clientes ya existentes y en nuevos nos indican que veremos un ecosistema más maduro y saludable en la conectividad por fuera de las ciudades. Será un buen espacio para competir y 2021 es un año para moverse más agresivamente”, dijo un ejecutivo de uno de los mayores proveedores de internet satelital, que pidió no ser nombrado.

La oficina digital

Después de casi un año de saltar entre Teams, Meet (qepd Hangouts), Zoom, Webex, Skype, videollamadas por WhatsApp, llamadas y mensajes por Slack, puede que sea hora de comenzar a definir flujos de trabajo para la vida digital, incluso si un grado de “normalidad” regresa con la vacunación masiva y la anhelada inmunidad de rebaño (un asunto incierto de por sí).

Lo que algunos sondeos, más empíricos que rigurosos, parecen ir indicando es que una buena porción de empresas va a decidir ahorrar costos de mantenimiento de una oficina permanente para mutar hacia espacios de encuentro y colaboración ocasionales. Y por este lado puede haber buenas noticias, que ya han comenzado a ser experimentadas por miles de trabajadores: esa reunión en persona que implicaba desplazamientos en lugares salvajes, como Bogotá, siempre pudo haber sido una videollamada.

Entonces, lo que viene en 2021 puede ser una definición más clara de cómo realizar teletrabajo con las herramientas correctas y necesarias (esa nueva videollamada también puede ser un correo o solo un mensaje de voz en WhatsApp, por ejemplo), pero también una revaloración del porqué y el para qué de un encuentro personal (cuando se pueda, de nuevo).

En el primer caso, hay un menú más consistente de plataformas y soluciones para comunicación, pero también para trabajo colaborativo, con entornos mejor diseñados para asuntos como presentaciones colectivas o sesiones de trabajo colaborativo como lluvias de ideas, por ejemplo.

Y en el lado análogo de la ecuación, una de las consecuencias positivas de la pandemia (el salomónico vaso medio lleno, si se quiere) puede ser una apreciación de verdad por el contacto humano que en realidad cuenta y aporta, más allá de una serie de dogmas sociales que bien parecían diseñados para perpetuar trancones e infelicidades.

Fuente de la Noticia

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