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´Uno aprende a ser cura con la gente´

por Redacción BL
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´Uno aprende a ser cura con la gente´

Antes de viajar a Roma para ser nombrado cardenal de la Iglesia Católica Universal, el monseñor Luis José Rueda Aparicio compartió detalles de su vida personal y pastoral en una entrevista con el sistema informativo de la Conferencia Episcopal.

Allí, reveló las experiencias que ha vivido a lo largo de sus 61 años y que según relata con orgullo, lo han formado para ser quien es actualmente.

“A la Iglesia le debo todo. A la Iglesia pueblo de Dios, no a la Iglesia solamente ‘jerarquía’. Porque cuando se habla de la Iglesia unos piensan en los obispos, en el Papa, en los sacerdotes, y se les olvida que papá y mamá, que los hermanos laicos, que los casados, que los sobrinos, las sobrinas, son Iglesia”, indicó.

El monseñor Luis José fue bautizado a los 15 días de nacido al igual que sus 11 hermanos, es hijo de Luis Emilio y Socorro; y ahora uno de los 21 nuevos cardenales que tendrá próximamente la Iglesia.

“La cuestión es que cuando eligen a un cardenal, generalmente la figura es muy superficial. Miran desde afuera, se les olvida que los miembros de la Iglesia somos seres humanos de carne y hueso, que nacimos en una familia”, sostuvo el Arzobispo.

EXPERIENCIAS EN LA ADOLESCENCIA

Monseñor compartió con la Conferencia Episcopal de Colombia recuerdos de una relación muy especial que tuvo en su adolescencia y las aficiones que lo acompañan hasta este sábado

“Llegó la adolescencia y nosotros le negociábamos a mi papá: no vamos a la misa de diez porque nos corta la mañana, no vamos en la noche porque en la noche es mejor ir con las amigas. Entonces más bien, madrugamos a Misa y salimos de eso. Era la forma de decirle a mi papá y él decía “listo entonces, pero van a misa y comulgan. Y esa era nuestra tarea”, contó.

Vivió desde el inicio del bachillerato y durante seis años, una relación con Nancy, una joven a la que quiso mucho y con quien compartía, entre otros, su gusto por jugar ping pong durante largas horas. Además, es seguidor del fútbol (hincha del Atlético Bucaramanga, -por cierto-), aprendió de construcción gracias a su padre y de metalistería gracias a su colegio, derramó lágrimas durante su servicio militar obligatorio del que fue “rescatado” por su madre en La Guajira y más adelante, se vinculó al laboratorio de una cementera.

“Yo pasaba de la empresa a la casa por un templo donde está el cementerio de San Gil y yo entraba a rezar un ratico con mi uniforme, con mi overol y yo veía al Cristo, era un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos. Hasta ahora entiendo que era un Cristo agonizante, no estaba muerto, no es un Cristo con los ojos abiertos. Yo decía: pero, ¿Él está muerto o está vivo? Porque tiene los ojos abiertos. Y me impresionaba mucho y eso se me fue metiendo, hasta que un día le dije a ella: yo quiero ser sacerdote”.

Tras compartir esta experiencia, monseñor Rueda explicó lo difícil que fue para él entender la vocación y llamado que empezaba a sentir a sus 19 años de edad. Esta “extraña” manera de suceder las cosas, lo llevó a pensar en que su ingreso al seminario podría ser una especie de traición a Nancy y a su familia.

UN CAMINO DE RETOS

Su padre estaba enfermo y monseñor Luis José aportaba al sostenimiento de su casa, razón por la que tomar la decisión de iniciar su vida sacerdotal fue el primer reto en su camino. Luego, se enfrentó a la incertidumbre por lograr que le creyeran y poder ingresar al Seminario Conciliar San Carlos de San Gil.

“Yo quiero ser sacerdote, pero eso, ¿cómo es, señor Obispo? Entonces él se rio, me atendió, era una persona muy seria, muy respetuoso y me dijo: ¿Usted tiene novia? Yo dije que sí. Me dice: váyase, es bueno que consiga una amiga, que usted experimente su afectividad, que interactúe con ella. Salí aburrido de ese diálogo, debí haberle dicho la verdad a monseñor Víctor”, cuenta, con cierta emotividad, el hoy presidente del episcopado colombiano, al referirse a su primera conversación con monseñor Víctor López Forero, el arzobispo emérito de Bucaramanga, en ese tiempo, quien falleció el pasado 23 de septiembre.

Finalmente, monseñor Luis José ingresó al seminario, disfrutó de su proceso y tras terminarlo, a los 27 años de edad, fue enviado por monseñor Leonardo Gómez Serna, a una parroquia rural en una localidad llamada Albania que en ese tiempo pertenecía a la Diócesis de Socorro y San Gil y estaba ubicada a siete horas de San Gil.

Hoy, 33 años después de ordenado, recuerda con cariño, pero también con cierta sorpresa su camino episcopal. Tres jurisdicciones pastoreadas en regiones muy distintas, un periodo en la presidencia del episcopado que terminará en julio del 2024 junto a sus hermanos monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos y Luis Manuel Ali Herrera, vicepresidente y secretario general de la Conferencia, respectivamente. Además, una gran cantidad y diversidad de lugares y personas que ha podido conocer, desde los más humildes y necesitados, hasta las personalidades más destacadas de la vida social y política del país.

“El día que avisaron que iba a ser obispo yo ya sabía, pero toca guardarlo en secreto. Y uno está ahí, como con “el entre pecho y espalda”, con ese secreto. Cuando ya se supo, hubo mucha alegría en la familia y en San Gil. Solo en la tarde pude ir a comer con mi madre y le dije. Ella dijo: “pensé que los obispos eran de familias ricas”. Fue la expresión que nunca se me olvida”, relató.

LA CEREMONIA

En un consistorio en el que fueron creados 21 nuevos cardenales fue consagrado hoy por el papa Francisco monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá, como nuevo cardenal de Colombia.

Entre los 21 nuevos cardenales hay 8 hispanohablantes: tres argentinos, tres españoles y un venezolano, aparte de monseñor Rueda. Colombia ha tenido 11 cardenales. En este momento tiene 4, pero Rueda es el único elector.

“Llamamos a algunos de nuestros hermanos para entrar al Colegio Cardenalicio, para que, quedando unidos con un vínculo más cercano a la Sede de Pedro, se conviertan en miembros del clero de Roma, y cooperen más intensamente a nuestro servicio apostólico. Así mismo, serán ahora testigos valientes de Cristo y su Evangelio en la Ciudad de Roma y en regiones lejanas», manifestó el pontífice durante la ceremonia.

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