La basura era falsa. A mediados de la década de 1990, cuando una banda de rock debía usar Chuck Taylors y jeans rotos, preocuparse públicamente por la brecha de poder entre ella y el público y, sobre todo, insistir en que lo mejor que podía hacer el arte era recordarles a todos las peores cosas. sobre estar vivo, cuando todo esto se llamaba autenticidad y su interpretación se valoraba más que la interpretación de un riff monstruoso, eran flagrantemente inauténticos. Escribieron grandes y llamativas canciones de rock alternativo con estribillos que burlado lo que vieron como la depresión estridentemente romántica del rock alternativo. Parecía que sus álbumes costaban un millón de dólares; Sus videos costaron un millón de dólares.. Mientras que otros artistas confesaban o suplicaban, Garbage bromeaba, envolvía la radio en una boa de plumas rosa y lanzaba un beso a sus oyentes. Y de alguna manera, extrañamente, eran viejos, al menos en términos de música pop: la cantante Shirley Manson, la más joven, aquella cuyo estilo escénico pronto haría que los críticos de rock masculinos se quedaran boquiabiertos y aullaran. awoogaTenía casi 30 años cuando la banda lanzó su primer álbum en 1995.
La edad era el mayor activo de Garbage y era el secreto de su éxito artístico. Los liberó de la presión de tener que jugar los tediosos juegos de credibilidad que habían estado enredando al rock alternativo desde que el primer deportista olió Teen Spirit. Manson ya era un veterano de 10 años en la escena del indie rock escocés y había sido descubierto por el resto de Garbage (el primer guitarrista Steve Marker, quien luego se lo contó al baterista Butch Vig y al guitarrista Duke Erikson) cuando MTV reprodujo el video de su banda Angelfish para la primera y única vez. Vig, a punto de cumplir 40 años, era posiblemente el productor musical más importante del mundo, recién salido de una serie de discos tan trascendentales que sus títulos aún pueden reconocerse sin hacer referencia a los artistas que los hicieron: Gish, No importa, Los ladrillos son pesados, Sucio, Sueño siamés. Podría decirse que habiendo hecho más que nadie para llevar la ética del bricolaje de la escena indie de principios de los 90 a personas de todo el mundo, se lavó las manos de todo el asunto y se dedicó al negocio de fabricar su propia música.
Con Erikson y Marker, este último su socio en los Smart Studios de Madison, Wisconsin, a Vig le encargaban remezclas de bandas como Nine Inch Nails y U2. Quitaron todo hasta las voces y rellenaron el espacio en blanco con guitarras recién grabadas, gemidos de retroalimentación, muestras de sonido encontradas, teclados procesados, basura digital y cualquier otra cosa que se les ocurriera. Vig ya sabía mucho sobre el truco que implicaba hacer que una banda sonara viva y abrumadoramente presente en un disco. En No importahabía utilizado lo que Krist Novoselic llamó “juego de manos electrónico” para mejorar las actuaciones de Kurt Cobain, uniendo voces para dar la impresión de una sola toma coherente. Si pudieras hacerlo con una canción, ¿por qué no construir una banda de la misma manera: no haciendo demos o tocando con tus amigos en el garaje, sino tocando en la computadora?