Home Deportes a 41 años de ‘Aquel 19’

a 41 años de ‘Aquel 19’

por Redacción BL
a 41 años de 'Aquel 19'

Oye lo que quiero decirte, fechas hay en la vida que nunca podemos jamás olvidar.

Un bolero. Una fecha. El fútbol vestido de rojo fiesta. Dicen los americanos que ‘Aquel 19’, esa añeja canción del dominicano Alberto Beltrán, sirvió como una bella casualidad para inmortalizar en una voz lo que fue la noche del 19 de diciembre de 1979, el día en el que América logró la primera de sus catorce estrellas.

Lea también: «De niño soñé con esto»: Luis Sánchez habló con El País sobre la final frente a Santa Fe

La piel del hincha de antaño se sigue erizando cuando escucha la música, y también cuando les reza a sus nietos el credo que salía de las radios antes del inicio del juego definitivo en el Pascual Guerrero ante el Unión Magdalena: Gay, ‘Pitillo’, Pascuttini, Reyes, Chaparro, Caicedo, González Aquino, Cañón, Battaglia, Lugo y Cáceres.

Esa formación que hoy reposa en fotos a blanco y negro en los libros de historia más importantes del fútbol colombiano —y también en los cuadros de las casas de algunos hinchas escarlatas como una suerte de altar— fue la encargada de desatar el delirio colectivo luego del triunfo 2-0 sobre un ‘Ciclón’ que ese día no sopló.

Cuarenta años después de haber llegado al cielo, aquellos que se vistieron de escarlata en esa época coinciden en que nada de lo obtenido hubiera sido posible sin la ayuda del médico Gabriel Ochoa Uribe, el técnico que salvó el alma de un ‘Diablo’ que parecía condenado a arrastrarse de estadio en estadio acumulando derrotas y lágrimas, para engalanarlo con el perfume de los títulos y una grandeza que sigue estando en tiempo presente.

Esa, lo sabes alma mía, la llevaré prendida en mi ser, como ayer.

La historia de la primera estrella roja, tal y como la cuentan los más veteranos, comenzó en 1978, cuando el entonces vicepresidente rojo ‘Pepino’ Sangiovanni viajó a Bogotá para pedirle al médico Ochoa que se hiciera cargo del equipo al año siguiente.

Ochoa, que había sido portero americano en sus inicios en el fútbol, se había retirado de la dirección técnica luego de dos duros mazazos: la muerte de uno de sus hijos y una salida decepcionante de Millonarios a causa de la traición de algunos de sus jugadores.

El médico, entonces, decidió exiliarse del balón en un consultorio de la capital donde siguió su carrera como traumatólogo.

De forma astuta, ‘Pepino’ pidió una cita con Ochoa, quien lo hizo esperar en su consultorio por más de cuatro horas para finalmente atenderlo.
Cuando intercambiaron palabras, Sangiovanni le dijo que el año entrante iba a ser el presidente del América y que había viajado a buscarlo porque sabía que él era el único que podía sacar campeón al equipo.

Y aunque la primera respuesta de Ochoa Uribe fue negativa —le dijo que el fútbol le había pagado muy mal—, poco a poco se ablandó con el discurso cautivador de ‘Pepino’, quien le recordó que sus inicios habían sido en el cuadro escarlata, que lo necesitaba más que nunca para darle un giro a la historia.

El médico finalmente le prometió a Sangiovanni que si se quedaba con la presidencia, él iba a ser el técnico escarlata para 1979. Y cumplió su palabra.

Sin embargo, a su arribo a Cali, Ochoa no se encontró con un panorama fácil: en el conjunto ‘diablo’ había mucha desorganización y algo de indisciplina, además de la famosa creencia en la ‘maldición del Garabato’, que decía que el equipo nunca iba a levantar un título.

Luis Eduardo Reyes, quien se iba a convertir en uno de los defensores más históricos del América, recuerda cómo la llegada del médico los cambió.

El ‘Hombre de Hierro’ recordó que en 1978 el equipo había realizado una buena campaña de la mano del técnico uruguayo Víctor Pignanelli (fueron terceros), pero que el título seguía siendo esquivo. “Jugábamos como nunca, pero perdíamos como siempre”, recordó.

Recuerda Reyes que Ochoa le dijo a doña Beatriz Uribe, la gerente del equipo, que el tema de la sequía del América no tenía nada que ver con esa famosa maldición, sino más bien con una indisciplina y falta de un trabajo serio.

“Ochoa, para nosotros, fue un entrenador serio y responsable, que nos puso siempre trabajos muy intensos. Cuando llegó, nos dijo que a lo mejor no éramos un plantel lleno de figuras, pero que teníamos mucho corazón y por eso podíamos ser campeones”, dijo Reyes.

Para darle peso a un equipo que de por sí ya tenía buenos jugadores, Gabriel Ochoa Uribe contrató como arquero al argentino Carlos Alfredo Gay —que había sido campeón del mundo con Independiente de Avellaneda— y también desempolvó al ‘maestro’ Alfonso Cañón, ambos hombres clave para lograr la estrella tras una campaña fantástica.

Con Gay atajando de todo, más una defensa ordenada y liderada por Pascuttini, un mediocampo rocoso con Caicedo y González, y un ataque letal con la ‘Fiera’ Cáceres, Cañón y Lugo, América llegó al 19 de diciembre del 79 con la enorme posibilidad de lograr su primera estrella.

Aquel 19 será el recuerdo que en mí vivirá.

Ese miércoles, frente a Unión Magdalena, la ‘Caldera del Diablo’ tenía más temperatura que nunca. El estadio Pascual Guerrero estaba repleto y todo era un mar de nervios mezclados con alegría en la tribuna.

Sin embargo, en el camerino americano, el médico Ochoa les transmitió tranquilidad a sus jugadores para que salieran a ganar.

“Al principio salimos con muchos nervios, pero con el pasar de los minutos nos calmamos porque sabíamos lo que estaba en juego”, contó Gerardo González Aquino.

Gracias a esa cabeza fría llegó el primer gol. Alfonso Cañón recibió un rebote producto de un remate de Juan Manuel Battaglia y fusiló al arquero argentino Miguel Ángel Gasparoni.

“En las tribunas todo era una locura, pero de atrás, yo veía que nosotros seguíamos estando igual de concentrados”, contó Carlos Alfredo Gay, el portero escarlata.

Los rojos controlaron el partido y sobre el final lograron el segundo gol. Víctor Lugo, de zurda, volvió a vulnerar el arco de Gasparoni tras un pase en bomba de González Aquino.

Después no hubo vuelta atrás. Los puños apretados, las lágrimas de felicidad y los gritos de euforia se trasladaron de las tribunas a la cancha. El árbitro brasileño Arppi Filho pitó el final del partido y salió a correr porque presintió que la gente iba a invadir el campo, y no estaba equivocado.

Cuentan los hinchas de más edad, que nunca vieron una celebración igual en su vida, porque ese día se festejó lo inédito: que el ‘Diablo’ hizo un pacto para hacerse dueño del cielo.



Fuente de la Noticia

You may also like

Adblock Detected

Apóyenos desactivando la extensión AdBlocker de sus navegadores para nuestro sitio web.