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Arrocera muestra cómo pandemia ayudó a valorar más los alimentos – Cali – Colombia

por Redacción BL
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Arrocera muestra cómo pandemia ayudó a valorar más los alimentos - Cali - Colombia

La Esmeralda, en Jamundí (Valle), una empresa forjada por una familia de raíces españolas, ha superado crisis como las de la apertura y hasta un secuestro, pero su filosofía está en inculcar la educación a sus cultivadores y empleados.

Al Valle del Cauca lo reconocen en el país y el exterior por sus cultivos de caña y sus frutales, pero en un extremo del departamento hay otra semilla que no deja de germinar: el arroz.

En ese alimento, que hoy es una de las bendiciones para enfrentar a diario la pandemia del coronavirus, creyó la familia Suso y, pese a contratiempos y hasta un secuestro, completa 70 años con su Arroceras Esmeralda, más conocida como Arroz Blanquita.

Ante los desafíos de la crisis sanitaria, la empresa, en Jamundí, sur vallecaucano, ha requerido más personal para atender el mercado y abastecer establecimientos, bajo los protocolos que estableció el Gobierno.

“Tenemos guantes, tapabocas y lavamanos. También, es importante cumplir con distancias prudenciales. Hemos mandado a trabajar a las personas de contabilidad a sus casas y flexibilizado horarios de entrada y salida”, dice José Manuel Suso, gerente general de Arroz Blanquita.

Sostiene que la compañía ha respondido gracias a la preparación en todas las cadenas de abastecimiento “y realmente nos ha tocado el mejor de los mundos, no hemos suspendido trabajo, cumpliendo los protocolos de bioseguridad para no parar”
La empresa familiar llega a sus siete décadas pero la tradición es más larga porque sus abuelos, Faustino Suso y Blanquita Cárdenas, tuvieron un molino de arroz en Buga hace 85 años.

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Su hijo Manuel Suso Cárdenas decidió recoger esa iniciativa y se convirtió en un visionario que sacó adelante el sector arrocero del suroccidente colombiano.
A sus 28 años, don Manuel se ganaba la vida como vendedor de seguros en Buga, pero ponía en práctica sus conocimientos en el negocio del arroz, pues su padre Faustino, un español que había llegado al país en 1918, tenía el molino en esa ciudad del centro del Valle.

Al conocer esa experiencia, un grupo de emprendedores, durante la década de los 50, llamó a Manuel Suso para que participara del nacimiento de la Arrocera La Esmeralda, con su producto estrella el ‘Arroz Blanquita’, cuyo nombre es hoy un homenaje a la madre de don Manuel.

Años más adelante, don Manuel compraría las acciones de sus compañeros en esa empresa.

Sin embargo, no faltaron las crisis. Con la llegada de la caña de azúcar al Valle del Cauca, los molinos arroceros comenzaron a cerrar y se creció ese nuevo cultivo, sin embargo él se mantuvo firme con sus pocos empleados para que la empresa no desapareciera de la región.

Luego vino en los años 90 la apertura económica del país, que le trajo nuevo estragos al sector pues los aranceles no fueron disminuyendo paulatinamente y esto tuvo un efecto muy grande en la agricultura, ante la llegada de productos importados muy baratos que acabaron con muchos sectores del agro.

En 1998 vino otro golpe amargo: El secuestro de José Manuel Cárdenas, hijo de don Manuel y hoy gerente de la empresa. Fueron días de zozobra y dolor.

“Mi secuestro prácticamente dejó a la empresa afectada económicamente, por las exigencias entonces de las Farc. Fueron ocho meses, de extorsiones y daño económico. Toco reinventarse con la eficiencia y decirle al sistema financiero que nos ayudara a sobrepasar esa época tan oscura, fue una época de violencia, de extorsión”, recuerda José Manuel Suso.

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Pero su padre, don Manuel, reflexionó sobre la importancia de producir comida en Colombia, debido al hambre que habían aguantado su hijos. Y decidió que seguirían ese camino.

Filósofo de la universidad Javeriana y con formación jesuita, don Manuel hizo parte de la Compañía de Jesús de Albán, en Cundinamarca, y del seminario Jesuita en Santa Rosa de Viterbo, en Boyacá. Sus dirigidos lo destacaban como una persona humanitaria y eso lo reconocían los habitantes de Jamundí.

En 1958, cuando hacía parte del Concejo Municipal, gestionó la creación del colegio de bachillerato y del hospital de Jamundí, además de la expansión de infraestructura de energía de Cali hacia esa población.

Don ‘Manolo’, como le decían de cariño sus allegados, fallecido en 2018, fundó sus estrategias ante las crisis en la educación. Era abierto a las recomendaciones de entidades como el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat), y científicos como Peter Jennings, una leyenda entre los investigadores del arroz, con los que mejoró su producto.

Los arroceros de Jamundí y norte del Cauca sacan cerca de ocho toneladas de arroz por hectárea, mientras que el promedio en Colombia es de 4,5 toneladas, logrando cerca de 60.000 toneladas al año solamente en esta región del suroccidente. Es un aporte para que el Valle tenga un alto punto en la productividad de un cultivo que copa 500 hectáreas en Colombia.

El contexto es más amplio porque en el 2011, antes de la vigencia del Tratado de Libre Comercio, Colombia importó alrededor de 52.000 toneladas de arroz; desde entonces son, en promedio, unas 245.000 toneladas anuales.

El gerente José Manuel Suso destaca que la empresa cuenta con 350 trabajadores en las plantas de Jamundí y Casanare, además se le compra el arroz a 670 agricultores en el suroccidente colombiano, con lo que se generan casi 3.500 empleos, y se les compra a 500 agricultores casanareños, para más de 2.500 empleos indirectos.

Para el gerente, “esta pandemia ha enseñado a las personas a valorar más los alimentos y a los campesinos”.

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Recuerda que en 2002 hubo un problema sanitario. Entonces, Arroz Blanquita entró a la agricultura orgánica y agricultura sostenible. “Nos reinventamos siempre mejorando. Las crisis son buenas para poder sacar adelante la empresa y se desarrolla el ingenio y se desarrollan todas las capacidades de las personas o del líder dentro de la organización”, dice Suso.

La arrocera atiende mercados del Viejo Caldas, Cauca, Chocó, Valle del Cauca, Nariño y Putumayo.

“Esta empresa fue la primera en obtener arroz orgánico en Colombia y Latinoamérica, propendemos por una agricultura limpia y sostenible porque vemos que el mundo está con efectos preocupantes”, comenta Suso.

Además, la arrocera cuenta con productos innovadores como el arroz con quinua y hace 30 años sacó el arroz integral.

Se acude a la quema de cascarilla, para evitar el uso de carbón y gas. De esta manera, sacan del mismo producto la cáscara para usarla como abono para la tierra. Las cenizas están inoculando unas bacterias que fijan el nitrógeno del medio ambiente a la tierra, para en un futuro utilizar menos urea.

Uno de los secretos, dice el gerente, es que se trabaja con la capacitación a los agricultores porque la educación es la semilla que los Suso nunca dejarán de germinar.

La arrocera es la única del Valle y entre unas 30 arroceras colombianas. Somos la tercera generación de una empresa familiar,

CALI

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