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David Sassoli: «La tecnología ha de ser un derecho para todos y no un privilegio para unos pocos»

por Redacción BL
David Sassoli: «La tecnología ha de ser un derecho para todos y no un privilegio para unos pocos»

Periodista antes que político, David Sassoli (Florencia, 1956) tiene querencia por las charlas en las que entrevistado y entrevistador se ven las caras. La pandemia lo ha hecho imposible, pero el presidente del Parlamento Europeo atiende a DV en medio de un trance crítico que ha obligado a la Cámara a reinventarse, explotando las posibilidades tecnológicas, para cumplir con sus funciones. Satisfecho con el resultado, Sassoli también sentencia: la política siempre será intrínsecamente humana.

– Aunque este especial proyecta una mirada al futuro, la actualidad es tan excepcional y apremiante que obliga a empezar por ella. ¿Está forzando el coronavirus las costuras de la democracia europea?

– La pandemia ha puesto en evidencia nuestra fragilidad y debemos aprender de ello. Pero la UE ha demostrado que hay una vía democrática de afrontarla, reforzando las instituciones y protegiendo el interés general y a los más débiles. Durante demasiados años hemos creído que ayudando a los que más tienen ayudaríamos también a los más desfavorecidos; y se ha demostrado que no es así. Es más, esta pandemia, que afecta mucho más a los más vulnerables de la sociedad, nos ha mostrado todo lo contrario. La cooperación y la solidaridad tienen que pasar al primer plano de la agenda política.

– En un contexto en el que la información se ha convertido en una herramienta esencial, para hacer el bien pero también potencialmente para hacer el mal, ¿qué valor adquieren las nuevas tecnologías para que el Parlamento Europeo pueda difundir con fiabilidad sus mensajes?

– El mensaje del Parlamento Europeo es la acción política y legislativa. La comunicación política es una reverberación de esto último, y no al contrario. Para mí, desde un principio fue de vital importancia seguir con la actividad parlamentaria, que el Parlamento permaneciese abierto cumpliendo sus funciones básicas. Las y los eurodiputados que lo conforman representan a más de 500 millones de ciudadanos. Las herramientas digitales han sido cruciales en la gestión del virus: en abril y mayo, el Parlamento pudo votar rápidamente las medidas sanitarias inmediatas y necesarias. Cuando internet se pone al servicio de la ciudadanía, puede ser un valioso instrumento de la política.

– ¿Es el presidente Sassoli un ‘político digital’, que ve en el I+D+i una oportunidad para perfeccionar la democracia? ¿O lo contempla con algo de temor, con un punto de escepticismo?

– Mi deber como presidente es velar por el buen funcionamiento de una Cámara con representantes provenientes de 27 Estados miembros y que trabaja en 24 lenguas oficiales. Ante esta complejidad, es evidente que las nuevas tecnologías juegan un rol importante, cuando no esencial. La pandemia ha acelerado la digitalización, y con ella la necesidad de una perspectiva política sobre esta. Internet y el entorno digital forman ya parte de nuestras vidas y, por lo tanto, deben estar sometidas a un marco normativo claro; en Europa estamos trabajando en este sentido. Soy, si lo prefiere, un político comprometido con la democracia. Y solo habrá avance de ésta si también se democratizan internet y el entorno digital.

– El Europarlamento es la única institución comunitaria que eligen los ciudadanos. ¿Cómo puede incentivarse la democracia participativa cuando esos 500 millones de europeos han tenido una evolución democrática tan diferente?

– Vivimos una época de crisis y de grandes transformaciones, que requiere de enormes cantidades de imaginación, acción y coraje políticos. La pandemia ha demostrado la necesidad de una escala europea capaz de responder a los desafíos globales. Pero también ha puesto sobre la mesa la necesidad de romper con muchos de los planteamientos del pasado; y de buscar nuevas dinámicas, lenguajes y herramientas. Incentivar la democracia pasa hoy por brindar soluciones concretas y tangibles a la altura de los desafíos sociales, económicos y políticos que afrontan nuestros ciudadanos. Y también por la consideración de la participación activa de esos ciudadanos en la vida democrática como nuestra principal riqueza.

CRISOL EUROPEO

500 millones y neutralidad en la red:
La UE es un trasatlántico político con 27 Estados miembre, 500 millones de ciudadanos y 24 lenguas oficiales. La Unión es el único gran actor global que garantiza la neutralidad de internet.
13 sesiones de votación por pleno.
El Legislativo comunitario sienta en sus escaños a 705 diputados repartido entre siete grupos y los ‘no inscritos’. Lo dirige su presidente junto a 14 vicepresidentes. En el pleno de octubre,en plena pandemia, el Europarlamento celebró 13 sesiones de votación con 1.500 votos separados (para líneas o párrafos).
La meta de los nuevos fondos anticrisis.
Europa ha activado un plan multimillonariode salvamento ante la recesión del Covid que, subraya Sassoli, ha de ir más allá: «El ‘New Green Deal’, la digitalización yla lucha contra las desigualdades».

– ¿Y cómo puede contribuir la digitalización a dar sentido a ese crisol?

– Nos enfrentamos ahora a una segunda ola de la pandemia. Esto tiene profundas consecuencias para nuestra labor, razón por la cual hemos seguido adaptando nuestros métodos de trabajo para garantizar que el Parlamento pueda funcionar. En la sesión plenaria de octubre, por ejemplo, votamos muchos de los principales expedientes legislativos, con 13 sesiones de votación y más de 1.500 votos separados. También hemos cambiado la forma en que las y los diputados pueden participar en los debates. El debate es esencial, ya que son estas reflexiones las que dan forma a las decisiones que tomamos. Las herramientas digitales ayudan a garantizar que todos los diputados pueden debatir y examinar las principales decisiones sobre nuestro futuro. Europa tiene que ser capaz de poner en el centro los intereses de los ciudadanos y sus derechos, no de abandonarlos en brazos de los grandes corporaciones. Y tiene que invertir en crear alternativas propias en la gestión de las infraestructuras críticas de la economía del futuro.

– ¿Cabe intuir fricciones entre la democracia, nacida hace 25 siglos, y la telemática, que viene, como quien dice, de anteayer?

– Nos hemos acostumbrado a pensar en la red y el entorno digital en términos de plataformas y de algoritmos, y menos en términos de derechos y de garantías democráticas. Necesitamos respuestas políticas a cuestiones que, a menudo, se nos presentan como meramente técnicas. Debemos preguntarnos quién gana cuando no las obtenemos. Si queremos una revolución tecnológica al servicio de la innovación, de la transición ecológica, de la participación de los ciudadanos europeos, debemos convertir la tecnología en un derecho y una oportunidad para todos y no en un privilegio para unos pocos.

– Podría darse una paradoja: que en la búsqueda de fórmulas tecnológicas que faciliten la participación política de los europeos, voto incluido, se pierda el factor humano que ha sido esencial en ese compromiso: la conexión entre político y ciudadano, entre electo y elector.

– Es que no existe política sin compromiso humano.

– ¿Y la palabra, el valor del discurso, gana o se ve condicionada por el auge de las redes sociales?

– Esta es una época de grandes riesgos. No creo que las redes sean las únicas que degradan la palabra, aunque también juegan un papel.

– Permítame una pregunta que es casi una provocación. El escrúpulo democrático del que siempre han hecho gala los principios de la Unión, ¿es un lastre en la era de la comunicación cibernética frente a aquellos otros actores geopolíticos con menos remilgos? ¿Sigue pudiendo aspirar Europa a ser la referencia democrática del mundo tecnificado del siglo XXI?

– Lo que usted llama ‘escrúpulo democrático’ es una batalla crucial para el futuro de la Unión Europea, también en términos geopolíticos. Ni el enfoque autoritario ni el liderado por las grandes tecnológicas son completamente compatibles con el respeto a los derechos fundamentales. Este es un dilema por el que la Unión no puede pasar de puntillas. No podemos superar esta fase con una política autoritaria post-democrática o tecnocrática.

– En una Europa envejecida, ¿la brecha digital entre generaciones empieza a ser un abismo inquietante?

– La llamada brecha digital tiene muchas facetas -de nivel adquisitivo, entre generaciones, educativa, de género, entre países…- y afecta al trabajo, la educación y el emprendimiento, al desarrollo social, cultural y vital de las personas. A fecha de hoy, la UE es el único actor global que protege la neutralidad de la red. Para no ser una fuente de desigualdad es igualmente necesario que el acceso a internet se base en reglas de equidad. La igualdad no es un punto de partida, sino un objetivo. En el último debate de la serie de diálogos ‘Ideas para un nuevo mundo ‘que he impulsado en el Parlamento europeo, sir Tim Berners Lee, inventor de la web, nos recordó que esta «se creó con tecnología pero para la Humanidad» y que «cada año, desde que he inventado la web, ha aumentado su importancia en la vida de las personas. Al mismo tiempo, también ha aumentado la exclusión de quienes no pueden conectarse. El acceso a la red es ya un requisito previo para muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde el apoyo a la educación y la reducción de las desigualdades, al impulso del crecimiento económico y el fomento de los avances en el ámbito sanitario».

– ¿Podrían llegar a erigirse los nuevos formatos y canales de comunicación política en sustitutivos de las instituciones ‘clásicas’?

– Hace un año, nadie imaginaba un pleno del Parlamento Europeo a distancia, con diputados debatiendo, votando y sacando adelante propuestas legislativas vía online. Pero cuando pienso en ‘sesión plenaria virtual’ o en ‘voto digital’, para mí la parte relevante de ambas expresiones sigue siendo ‘sesión plenaria’ y ‘voto’. Internet no solo es importante como motor de nuevos canales y formatos, sino también de nuevos modelos de gobernanza, que no entran en contradicción, sino que complementan la labor de las instituciones. Quiero retomar aquí una reflexión de una de las más influyentes activistas en derechos digitales, Simona Levi, en el citado marco de los diálogos, cuando señala que las instituciones tienen la responsabilidad de asegurarse de que estos progresos técnicos contribuyan al bien común y no sean negados a la gente, o usados contra ella.

– Si yo le pido su descripción de una democracia modélica en los próximos 25 años, ¿cuál sería el ideal de David Sassoli?

– Una democracia al servicio de las personas, que no deja a nadie atrás. Una democracia para todos y no solo para unos pocos.

– ¿Habrá un día en el que el Parlamento Europeo lo dirija un robot, que lo comande la inteligencia artificial?

– Es una pregunta que habría que hacerle a los eurodiputados electos, que son los que eligen al presidente del Parlamento Europeo. Hasta donde yo sé, la inteligencia artificial plantea demasiados interrogantes, sobre todo cuando sustituye a los procesos de toma de decisiones, al debate democrático y a la deliberación colectiva. Es decir, a lo que hasta ahora hemos llamado la política. .

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