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Palabras del arzobispo de Cali en esta Semana Santa que se vive por primera vez en aislamiento – Cali – Colombia

por Redacción BL
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Palabras del arzobispo de Cali en esta Semana Santa que se vive por primera vez en aislamiento - Cali - Colombia



“Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia, todo lo alcanza. Solo Dios basta” (Teresa de Ávila).

Tiempos de crisis como estos, priorizan lo esencial de la vida. ¿Para qué vivimos? Un maestro espiritual podría sintetizarlo en tres grandes aprendizajes: amar a Dios, servir a los demás y preparar nuestro paso a la eternidad.

¿Qué necesitamos?  

Un psicólogo como Maslow podría reunirlo en tres necesidades: pan, amor y trascendencia. La sociedad-estado, la economía y la espiritualidad-religión, harían posible satisfacer esa tríada de necesidades.

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Desde el horizonte religioso y cristiano, la vida está en Dios, “en quien somos, nos movemos y existimos”, como lo dijo Pablo en Atenas (Hechos 17, 28).
Dios, mundo y persona conforman el universo de la vida. Fe, amor y trabajo se convierten en la síntesis esencial del existir humano.

En Cristo Jesús, Dios es revelado como una Trinidad de personas distintas y un solo Dios verdadero: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo

Aprender a amar a Dios, se hace posible cuando nos reconocemos amados por Él.
En Cristo Jesús, Dios es revelado como una Trinidad de personas distintas y un solo Dios verdadero: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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Agustín de Hipona comprendía este misterio de La Trinidad a través del acto mismo de amar que incluye: al que ama (Dios Padre), al amado (Dios Hijo y el mundo), y al amor entre ellos ( Dios Espíritu Santo). “Dios es amor” había dicho, desde los inicios cristianos, el autor sagrado(1a.Juan 4,8.16). “ Tanto amó Dios al mundo que le dio a su propio hijo”, dice Jesús al magistrado Judio, Nicodemo, que va a verlo de noche (Juan 3,15).

Sabernos amados, amar y hacer que El Amor sea conocido y amado, decía otra carmelita, Teresita del Niño Jesús, es la síntesis de una existencia cristiana y misionera.

Recordar estas tríadas no es solamente un intento de hacer simple lo complejo, sino un llamado al despertar de una nueva consciencia, a desarrollar una visión unitaria y totalizadora de la realidad.

En la crisis de pandemia que padecemos hoy, nos sentimos urgidos a hacerlo, a compartir nuevas visiones de nosotros mismos, del mundo y de la historia, siempre en el marco del fenómeno de la vida como un todo que se entrelaza e interactúa, reclamando equilibrio, armonía y paz.

Que la vida se absorbe a la muerte, es la experiencia cumbre que surgió de la Pasión, crucifixión y Resurrección de Cristo de entre los muertos. Es el don de la Pascua cristiana, cuya celebración, en este 2020, nuestra Semana Santa, está también “confinada” a la experiencia laical, familiar y doméstica, y a la conexión mediática y virtual.

Estragos y ‘milagros’ por covid-19

El covid-19 tiene en vilo a la humanidad. Estamos en el suspenso de una peste agresiva y mortal, que se contagia por contacto y cercanía humana con quienes han contraído el virus y que nos ha exigido, en una sociedad de movilidad intensa y global, parar y encerrarnos, con estricta cuarentena, para evitar ser contagiados y difusores del virus.

Las cifras diarias de contagio probado y las de muertos y sus edades, han evidenciado que estamos ante una amenaza sorprendente e inmediata, letal y universal.

Los países y sus sistemas sanitarios, la mayoría “privatizados” en el hemisferio Occidental, han desnudado sus graves falencias y debilidades. Los gobiernos quedaron atrapados entre el frenazo a sus economías y la ampliación de recursos, sin limites a la salud, a la contención y mitigación del mal, y a la sostenibilidad de la cuarentena con la población en sus viviendas, en temas básicos de alimentación, salud, higiene, movilidad, suministros, abastecimientos, comunicación, conexión de servicios, comunicación, entre muchos otros.

Quienes no actuaron con prontitud, con debida asesoría científica e informática, con liderazgo decidido por la salud, la vida de todos, la disciplina ciudadana y la garantía de confinamiento humanizado y solidario, con seguridad alimentaria y protección a la liquidez y al ingreso vital, han visto duramente golpeadas a sus naciones y a su misma gobernabilidad.

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Covid-19 y su exigencia prolongable de confinamiento total o parcial, se ha convertido en el enemigo planetario de la vida humana, que causa ESTRAGOS con miles de muertes, parálisis de la movilidad dentro y fuera de los países, y grandes sufrimientos por pánico y estigmas a portadores y cuidadores, además de la pesada carga laboral y del agotamiento y cobro en vidas del personal médico y hospitalario.

Todo saldrá, y todos saldremos, maltrechos de este PARE que nos impuso la vida humana y que nos incluyó a todos por vía de solidaridad negativa y egoísta, apremiándonos a reinventarnos en espacios entre opulentos y miserables, a renovarnos “para ya”, a revestirnos de paciencia y llenarnos de una esperanza optimista y terrenal, que la alimente.

Generar una cultura de inclusión solidaria positiva, en la que cuenten las personas, empezando por las no productivas y más vulnerables, será el primer MILAGRO de esta pandemia que pareciera, no una tercera guerra mundial, sino la primera prueba planetaria, global y letal, biológica , de orígenes y tendencias aún por precisar, de cara a la finalización y perfeccionamiento de la cultura, o al final catastrófico de la vida humana en el planeta.

Epidemiologos, investigadores de vacunas, científicos y procesadores informáticos y estadísticos, al lado de economistas y sociólogos, están teniendo la palabra para acorralar y sacar el coronavirus de la población mundial y en cada nación.

Al lado de ellos, tendremos que situarnos TODOS, desde la niñez digital y creativa de ahora, hasta la academia, la política, el emprendimiento, los comunicadores y las poblaciones de base familiar y vecinal en los territorios, a elaborar JUNTOS una lectura de esta crisis y a participar unidos en un gran cambio cultural, socio ambiental y estructural y político.

¿Seremos capaces de transformar el confinamiento en la gran oportunidad que nos da la historia, que nos da Dios mismo, la naturaleza misma, para cambiar de dirección en nuestros modelos y modos?

Una revolución viral, que nos acerca al valor de la vida, a la condición mortal, a pensarnos como humanidad total, a trascender y renovar vínculos esenciales, puede ser la antesala de una revolución humana planetaria, que redireccione el afán humano hacia nuevas metas comunes y nuevos pactos multilaterales.

Pascua significa paso. La resurrección de Cristo cimentó, como piso y techo para la vida humana, una experiencia victoriosa de la existencia, basada en el perdón, la fraternidad, el amor esponsal de toda persona, no solamente con aquel a quien ama o quien lo ama, sino con el AMOR mismo.

Desposarnos con El Amor, vivir la vida como proyecto de amor y construir la civilización del Amor, serían el milagro más grande y bello de la época oscura, dolorosa y aleccionadora del covid-19.

Para nosotros, colombianos, el pendiente de nuestras propias pandemias, más generadoras de muertes que el virus actual, la post-pandemia, nos urgirá a retomar, con humildad y verdad, con perdón y reconciliación, con gran apertura a dejar violencias, armas, corrupción y narcotrafico, para acoger verdaderas transformaciones, sobre la base de la participación e inclusión de toda la Nación.

Paz, reconciliación, soberanía alimentaria, regreso a la familia y a la protección de toda vida y en toda instancia de ella, regreso al campo, racionalización urbana, pacto social interétnico y pactos entre gremios, sectores sociales, partidos políticos y de comunidad internacional, deberían ser objeto de las mentes y las conversaciones en estos largos y tediosos días de confinamiento.

¡Tengamos en Colombia la Pascua 2020 como el PASO del miedo y del terror a la esperanza y la vida!

MONSEÑOR DARÍO DE JESÚS MONSALVE
ARZOBISPO DE CALI
ESPECIAL PARA EL TIEMPO



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