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Se cumplen 45 años de la pelea Mohammed Alí vs. Joe Frazier – Otros Deportes – Deportes

por Redacción BL
Se cumplen 45 años de la pelea Mohammed Alí vs. Joe Frazier - Otros Deportes - Deportes


Arrastrando los pies, Muhammad Alí llega a la silla de su esquina y se deja caer. Angelo Dundee, su célebre entrenador, ingresa a su rescate al ring para rehabilitarlo en el minuto de descanso.

Pero Alí, el doble campeón mundial de los pesos pesados que defiende los cinturones de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y Consejo Mundial de Boxeo (CMB), le suplica a Dundee que le quite las cintas que cubren los cordones de los guantes.

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—Tira la toalla –expresa ‘El más grande’–. No puedo más.

Dundee, que había estado en su rincón en cada una de sus peleas profesionales a partir de la segunda, incluyendo en la consagración de 11 años atrás ante Sonny Liston, lo alienta a seguir:

—Solo quedan tres minutos de pelea –dice Dundee–. Él está más golpeado que tú.

En el rincón opuesto, Eddie Futch, el no menos famoso entrenador del excampeón mundial Joe Frazier, al ver llegar a su pupilo arrastrando igualmente los pies, casi que llevado por el árbitro, con los ojos cerrados y perdiendo por decisión de los jueces, le manifiesta ex profeso al retador que detendrá la confrontación.

Dueño de un coraje como muy pocos en la historia del pugilismo, Frazier se resiste:

—No, no, Eddie. No puede hacerme eso –dice–. Lo quiero, jefe. Todavía puedo hacerlo…

—Nadie va a olvidar lo que hiciste hoy aquí –responde Futch, y, apoyando una mano en el pecho de Frazier le indica de inmediato, con la otra, al árbitro que no había más acción.

Justo en ese momento, Dundee voltea y ve la señal de Futch. Alí era el ganador por nocaut técnico porque Frazier no continuaba para el último asalto de la considerada más intensa, afamada y mejor pelea de boxeo de todos los tiempos: ‘The Thrilla in Manila’ (‘El suspenso en Manila’).

A 40 grados centígrados

La cúpula de 108 metros de altura se divisa desde lo lejos en el elegante sector del Cubao, en Quezon City, una de las 16 ciudades que conforman Metro Manila, el motor político y económico de Filipinas.

Al detenerse el taxi y quedar a un costado del Coliseo Araneta, el coloso escenario redondo y lugar de la legendaria pelea que este primero de octubre cumple 45 años (30 de septiembre en América, por efecto de la transmisión en televisión), el corazón se acelera. Y la temperatura interior del cuerpo se sube a 40 grados centígrados, aunque sople una brisa fresca que golpea la cara esta noche.

La histórica pelea, Mohammed Alí y
Joe Frazier.

Foto:

Archivo / EL TIEMPO


Así, en 40 grados centígrados, también estaba, según testigos, la temperatura a las 10:45 de la mañana de ese miércoles primero de octubre,
cuando los dos atletas estadounidenses subieron al cuadrilátero para dirimir cuál era el mejor.

La rivalidad más encarnizada de la historia del deporte mundial estaba en marcha y los 28.000 aficionados anunciados convirtieron en un infierno el Coliseo Araneta.

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Mientras camino por el exterior, girando a la derecha, bordeando sus paredes, en medio de la soledad del sector, recuerdo que pelearon dos veces previamente, ambas en Estados Unidos, con una victoria por bando.

La inicial para Frazier (que defendía el título), en el Madison Square Garden de Nueva York, el 8 de marzo de 1971, fue el duelo titular por primera ocasión entre dos invictos en la máxima categoría.

Aquel en que Frazier conectó el gancho de izquierda más famosa de la historia y derribó a Alí en el decimoquinto y último asalto. Fue la llamada ‘Pelea del siglo’, la misma que detuvo por dos horas la Guerra del Vietnam, en la cual Alí se había negado participar, decisión que le costó perder el título mundial, en una acción política del gobierno de EE. UU.

La segunda, la del triunfo de Alí, el 28 de enero de 1974 también en el Garden, fue por el cinturón norteamericano. Después de esa pelea, Futch se quejó de que el árbitro permitió golpes ilegales de Alí.

Y que llegaron hasta este coliseo de Manila por capricho del dictador Ferdinand Marcos, que impuso su Ley Marcial y quiso mostrar al mundo que Filipinas, a pesar de las denuncias de corrupción de los revolucionarios comunistas, era un país sin problemas (en 1974 organizó un Miss Universo).

Se dice que pagó 10 millones de dólares al promotor Don King y que seis de ellos ingresaron a las arcas de Alí, aunque años después la esposa del mandatario filipino, Imelda Marcos, la reina de los zapatos, desmentiría la cantidad con el pobre argumento de que “sería un fraude”.

Alí despojó a George Foreman, un año antes en Zaire, en la llamada ‘Batalla de la Jungla’. Antes, Foreman había despojado a Frazier, tirándolo como un muñeco seis veces en dos vueltas en Jamaica.

Y la mente se traslada 45 años atrás, a medida que avanzo por el exterior del Araneta, con Alí en la antesala, durante la rueda de prensa, exhibiendo un muñeco de goma con forma de gorila, que representa a Frazier, y lo golpea.

Él no sabe hablar, él no sabe boxear, él no sabe bailar

A Frazier, a quien se le conoce como ‘Smokin’ y que le había pedido al presidente Richard Nixon que dejara pelear a Alí y hasta le prestó dinero al suspendido boxeador, la broma no le cae bien. Y el odio, de manera evidente, lo carcome.

“Él no sabe hablar, él no sabe boxear, él no sabe bailar”, vociferó Alí en aquella concurrida conferencia de prensa.

La mitad del exterior del ala izquierda del Coliseo Araneta es un complejo comercial con pequeños almacenes, bares y restaurantes –algunos con el afiche alusivo a la pelea–, muy concurridos por jóvenes tagalos que aún no habían nacido aquel primero de octubre.

Tal vez, muchos de ellos no saben que un compatriota, el entonces desconocido Carlos Padilla júnior, de 41 años, fue elegido árbitro del combate.

“Alí le habló durante toda pelea: ‘esto es todo lo que sabes, gorila”, decía. «No tuve ningún contratiempo y le doy gracias a esa pelea porque me dio a conocer”, recordé que nos manifestó Padilla, el 7 de noviembre de 1988, en el Caesars Palace de Las Vegas (Estados Unidos).

Ese día, allí dirigió la revancha del peso supermosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en que el campeón Gilberto Román, de México, derrotó por segunda ocasión al colombiano Baby Sugar Rojas (Muhammad Alí estuvo en el cartel viendo la consagración de Ray ‘Sugar’ Leonard de ganar dos títulos en categorías diferentes ante el canadiense Danny Lalonde). Era un Padilla famoso, de los mejores del mundo, y radicado en Estados Unidos.

¿Sabrán esos jóvenes filipinos que fue una contienda fragorosa, con Alí (33 años y 224,5 libras) descargando en los cuatro primeros asaltos unas potentes combinaciones (jab y recto) que sacudieron la cabeza de Frazier (31 años y 215,5 libras)?

¿Sabrán que Frazier se recuperó en el intermedio golpeando al cuerpo y dominó hasta el noveno? ¿Pero que, luego de dos asaltos parejos de toma y dame como jamás se recuerde entre dos púgiles de ese talante en una pelea mundial, Alí retomó el control en el 12?

Llego a la puerta principal. A diferencia del Garden de Nueva York, que con orgullo dice en varios lugares que es la casa de Alí-Frazier I, aquí en el Coliseo Araneta no veo nada alusivo.

El video de la película rueda en la mente: el derechazo de Alí a la mandíbula de Frazier le saca el protector bucal, que cae entre el público. Estamos en el asalto 13. Y de inmediato el 14, con el campeón castigando al retador.

Quiero entrar por la puerta principal a ver si se está repitiendo el final. Pero está cerrada por una gruesa cadena de hierro y un candado. Un empleado de aseo dice desde adentro que no puede abrir, que solo se abre cuando hay espectáculo.

Le digo que soy periodista y quiero hacer un trabajo con solo observar por dos minutos. Responde que lo siente, que no hay nadie que autorice la entrada. Entonces, agarrado a la reja metálica, fijo la mirada hacia dentro del gigantesco coliseo.

Y pasan, una a una, las imágenes del final de una pelea que he visto como mínimo una docena de veces –Alí ganaba en las tarjetas oficiales 66-60, 66-62 y 67-61–. La señal de no más de Futch (que ha visto ocho muertes en el cuadrilátero), la celebración de Alí y su desplome inmediato, por agotamiento, sobre la lona…

Y también parezco escuchar las palabras de Ferdie Pacheco, el médico de Alí, en uno de los tantos diálogos que sostuvimos en Estados Unidos por peleas de colombianos, diciendo que ‘El más grande’ “no me atendió la recomendación de retiro luego de esa brutal batalla”.

O las palabras de Frazier, que sostuvo que aquello “parecía una pelea, pero fue una guerra”.

O la famosa frase de Alí: “Es lo más cerca que he estado a la muerte”.

O esta otra de Muhammad: “Si Dios me eligiera para una guerra santa, pediría combatir al lado de Joe Frazier”.

Tengo a la mano la última página del libro autobiográfico de Alí…

Esa noche, cenando en casa de Ferdinand Marcos, Frazier se excusa de asistir y le manda una nota a su rival:

“Te he dado golpes que derriban paredes y te has mantenido firme. Eres un gran campeón”.

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Marcos le recuerda a Alí la apuesta de un millón de dólares pactada previamente entre los boxeadores.

—No, Joe no me debe nada –respondió Alí–. Y yo tampoco le debo nada. Nos hemos pagado todas las deudas que teníamos y que jamás tendremos el uno con el otro. Ahora los dos hemos quedado liberados.

Me doy la vuelta. Inaugurado el 16 de marzo de 1960 por el ídolo del boxeo filipino de aquellos tiempos, Gabriel ‘Flash’ Elorde, que ha sido casa de Manny Pacquiao –superó a Elorde en idolatría– y que lleva como nombre el apellido del cónsul honorario de Colombia en Filipinas (el filipino Jorge Araneta, casado con la reina colombiana Stella Márquez y quien organizó boxeo en Cali, donde residió en la década del 60 del siglo pasado), el Coliseo Araneta queda atrás. La pelea Alí-Frazier III, The Thrilla in Manila, está al frente, en lo alto, y es mítica…

ESTEWIL QUESADA FERNÁNDEZ
Enviado especial de EL TIEMPO
Manila (Filipinas)

Fuente de la Noticia

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