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La pandemia se le atravesó en el trabajo a la Comisión de la Verdad – Proceso de Paz – Política

por Redacción BL
La pandemia se le atravesó en el trabajo a la Comisión de la Verdad - Proceso de Paz - Política


«Somos conscientes de que mucha de la información que esperábamos apropiar con entrevistas en territorio y en reuniones con diversas comunidades no se pudo terminar de recoger porque se nos atravesó la pandemia».

La inquietante revelación es del padre Francisco de Roux, Presidente de La Comisión de La Verdad y saca a la luz uno de los inesperados problemas para saber qué pasó y por qué durante los años del conflicto armado en el país.

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Esto nos ha significado ocho meses de retraso. Y aunque hemos avanzado de manera virtual no es lo mismo, sobre todo cuando se trata de escuchar testimonios de personas que difícilmente se atreven a decir esas verdades incluso en escenarios discretos».

Su declaración fue hecha a UN Periódico, medio impreso de la Universidad Nacional de Colombia, que circuló el domingo con EL TIEMPO.

En ésta, el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, S. J., dice que se prepara para dejarle al país el mayor acervo de testimonios de colombianos que han estado en el escenario de la guerra,  como un legado para construir un país que sí es posible.

Cuando al padre De Roux se le pregunta sobre los testimonios que ha ido recopilando en todos los lugares donde la violencia parece perpetuarse, se le agolpan las palabras en un interminable mar de recuerdos de relatos dolorosos, de mujeres que buscan a sus hijos y a sus compañeros, de excombatientes arrepentidos, de militares, de familias campesinas despojadas de sus tierras, de comunidades indígenas y afro víctimas del racismo… de una locura de país que tiene que cambiar.

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Hoy la Comisión de la Verdad, creada en 2018 por un periodo de tres años, ha recopilado más de 15.000 testimonios individuales y colectivos, además de acopiar trabajos de otros organismos, como el Centro de Memoria Histórica y las universidades, para entregar la más amplia documentación de lo que ha significado la tragedia del conflicto armado en Colombia.

El padre De Roux, quien se muestra «impresionado por la inmensa capacidad de resiliencia del pueblo colombiano, de no dejarse vencer», hizo una profunda reflexión en el diálogo que este diario reproduce a continuación.

¿Cómo va la enorme tarea encomendada a esta Comisión, cuando apenas falta un año para la entrega del informe final?
El avance ha sido muy sólido, hemos logrado una recuperación de fondo sobre la realidad de la tragedia del conflicto armado, esperamos tener un análisis profundo el año entrante. Tenemos 27 casas regionales, hemos tratado de escuchar a todas las víctimas, en particular mujeres, indígenas y pueblos étnicos, nuestro inmenso mundo campesino, académicos, empresarios, militares, miembros de las Farc y excombatientes paramilitares. Con ellos hemos realizado encuentros personales y colectivos. Tenemos un acervo de comprensiones del dolor del país, de todos los lados.

Queremos dejarle al país, no un museo físico, sino una gran plataforma de conocimiento donde cualquier persona pueda entrar y hallar testimonios

¿El tiempo que le queda a la Comisión será suficiente para concluir su misión?
Somos conscientes de que mucha de la información que esperábamos apropiar con entrevistas en territorio y en reuniones con diversas comunidades no se pudo terminar de recoger porque se nos atravesó la pandemia. Esto nos ha significado ocho meses de retraso. Y aunque hemos avanzado de manera virtual no es lo mismo, sobre todo cuando se trata de escuchar testimonios de personas que difícilmente se atreven a decir esas verdades incluso en escenarios discretos.

¿Hasta dónde se ha logrado recopilar esa verdad que nos podría ayudar a superar el conflicto?
Estamos volcados hacia las grandes preguntas que nos permiten entender la realidad: ¿por qué este conflicto se resiste en el país e incluso está al borde de recrudecer esos patrones de violencia política, de secuestros, de ataques a pueblos, de minas antipersona, de falsos positivos, de desplazamientos masivos, de abusos contra las comunidades afro, del robo de tierras a los campesinos? Son patrones que perpetúan la desigualdad y la inequidad.

¿Cuáles hechos han identificado como grandes generadores del conflicto?
Trabajamos en grandes líneas: la eliminación mortal del opositor político, las formas de seguridad contra el enemigo interno, el proceso violento de “descampenización” del país, la violencia contra la mujer, la negación del futuro para los niños, la imparable diáspora colombiana para proteger la vida, el narcotráfico como continuador del conflicto, y las dinámicas económicas que producen rupturas en las comunidades y destruyen el medioambiente.

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¿La Comisión ha estado a la altura de las expectativas creadas en torno a ella?

Es el resultado de muchas luchas de la sociedad civil por construir un país sobre la verdad de lo que pasó sin ambages, de contar las cosas como nos pasaron para reaccionar a lo intolerable y construir un país que sí es posible. En esta tarea son muy importantes nuestros grandes aliados como universidades, organizaciones sociales, periodistas, educadores, grupos religiosos, empresarios, artistas; queremos depositar en ellos este legado. En los meses que nos faltan vamos a invitarlos a ayudarnos a construir esta alternativa.

¿Qué le dejará al país la Comisión?
Queremos dejarle al país, no un museo físico, sino una gran plataforma de conocimiento donde cualquier persona pueda entrar y hallar testimonios hablados, archivos que trajimos de otras partes, películas, videos, testimonios colectivos para seguir construyendo hacia adelante. No habrá una verdad final ni una verdad de Estado, eso sería torpe, sino una comprensión de lo que nos ha pasado y una invitación a seguir avanzando.

¿Qué hacer con esta verdad?
Parte de lo que debemos hacer es establecer caminos de no repetición, pero anhelamos algo más grande: no se trata de no repetir la locura que ya hicimos, sino de construir una cosa nueva. Queremos dejar este legado, muy contundente y muy evaluado por las instituciones.

¿Se ha logrado la verdad real o cree que algunas de estas han sido amañadas?
Hemos tenido las dos experiencias, de personas y organizaciones, de sindicatos y, paradójicamente, de paramilitares y de Fuerzas Armadas que nos han entregado verdades tan dramáticas que jamás hubiéramos esperado; de víctimas que han dicho lo indecible, hemos encontrado el perdón de lo imperdonable. Pero también hemos encontrado el negacionismo, la resistencia a decir la verdad, el “tapen tapen”, el “yo no hablo de eso”, por miedo, porque no les creo o me da vergüenza; hablar sería revictimizarme, me pueden matar si hablo, pueden destruir la imagen de mi empresa o la legitimidad de instituciones del Estado.

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Entre los diferentes mecanismos que contempla el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, ¿cuál ha avanzado más frente a su misión durante el posconflicto?
Hacemos un trabajo integral muy articulado y avanzamos en forma simultánea, porque el avance de uno es el de todos; en este momento de presiones políticas vamos muy juntos, para protegernos como sistema.

¿Cómo ve la Comisión de la Verdad el papel del actual Gobierno para apoyar este mecanismo en el posacuerdo?

Nuestro presupuesto para el año entrante no se ha reducido, por lo menos en cuanto a recursos asignados por Planeación y el Ministerio de Hacienda y Crédito Público, creo que han entendido que esos recursos son necesarios. Pero también hemos echado de menos –como sistema– un planteamiento importante del Gobierno de lanzarnos hacia la paz, de incorporar el Acuerdo Final, el cual es muy muy sólido, en vez de ponerle trabas; por ejemplo, el Punto 1 referente a la Reforma Rural Integral. Apreciamos el trabajo serio que ha hecho Emilio Archila, consejero presidencial para la estabilización y la consolidación, pero echamos de menos la grandeza de un liderazgo que entusiasme y convoque a este país hacia la paz.

¿Qué es lo que no podemos dejar de decir desde la Comisión de la Verdad?
No podemos dejar de evidenciar toda las veces que el ser humano ha sido destruido hasta niveles de violencia inauditos, por una violencia política, unas luchas por el poder que nos desbaratan a todos, que no solo destruyen la dignidad de las víctimas, de los perpetradores inmediatos, sino de toda Colombia, una profunda crisis ética; es la dignidad de todos y a todos los niveles la que está cuestionada, la posibilidad de tener algún valor como pueblo.

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