Confinamiento: ¿ha cambiado la actitud de los padres frente a la relación de sus hijas e hijos con la tecnología? 

Si digo que estamos inundados de tecnología, se me dirá que planteo una obviedad. La tecnología, en muchos sentidos, nos ha permitido transcurrir por las consecuencias de esta pandemia: nos vincula, permite que ciertas labores se mantengan activas y, de manera crucial, ha logrado que los infantes y jóvenes alrededor del mundo no pierdan del todo la pedagogía rutinaria. Sin embargo, las actitudes de los padres y las madres frente a la relación de sus hijas e hijos con la tecnología son problemáticas. No es una relación siempre positiva, tiene sus peligros, sus perjuicios y sus zonas grises. Es por eso que nos dimos a la tarea de comparar dos de nuestras encuestas sobre lo que las madres y los padres de familia piensan respecto de la tecnología y los niños.

Realizamos la primera encuesta en el año 2017. La segunda, hace unos meses, en septiembre de 2020. Nos parece interesante hacer la comparación para evaluar si puede percibirse algún impacto producto de las experiencias de –en ese momento– unos seis o siete meses de pandemia y confinamiento.

Le preguntamos a los adultos sobre la edad a la que los niños están preparados para utilizar dispositivos tecnológicos. Las respuestas se concentraron en dos zonas de edad que lindan con la preadolescencia y la adolescencia en pleno: entre 10 y 12, y entre 13 y 15. Y los cambios en el primer rango fueron amplios: en 2017, el 34% de las personas respondían que esa era la edad apropiada; en 2020, en cambio, ese porcentaje se elevó a 48%.

Preguntamos entonces si creían que la tecnología es mayormente benéfica o mayormente perjudicial para los niños y las niñas. Y Aquí, las variaciones fueron más pronunciadas en el rubro “Ambas”. En comparación con 2017, las respuestas en 2020 tanto en benéfica como en perjudicial se redujeron entre 4 y 7%.

En cuanto a las actitudes particulares frente a distintas interacciones tecnológicas, los negativos también se redujeron un poco entre 2017 a 2020. Por ejemplo, al consultar si consideran que es bueno o malo que un niño o niña acceda a internet, la respuesta malo bajó de 35% a 36%. Lo mismo sucedió con la consideración sobre si es bueno o malo que vea videos de YouTube: pasó de 49% de personas que lo consideraban malo, a 28 que lo consideran así en 2020. El incremento no necesariamente se vio en la disposición buena, sino en la que no lo considera ni bueno ni malo: tener computadora propia pasó de 28% que cree que no es ni bueno ni malo, a 44% en 2020. Y lo mismo con que tenga redes sociales: de 28% en 2017, se incrementó a 41% que cree que no es ni bueno ni malo en 2020.

Frente a ciertas frases como “La tecnología es peligrosa para los niños por la información que pueden encontrar”, o “La tecnología ayuda a los niños en su aprendizaje escolar”, el cambio fue más pronunciado también en el rubro “ni de acuerdo ni en desacuerdo”.

Después de analizar las respuestas a estas preguntas, llama la atención que el grueso de la variación se concentre en una reducción de la disposición negativa y un incremento de la postura moderada. Quizá esto se explica por la mayor familiaridad con los dispositivos tecnológicos; después del uso y la interacción tan pronunciada es posible tener un panorama amplio, realista y menos dado a extremismos o opiniones radicales. Si bien es necesario realizar más análisis y más muestreo sobre temas específicos de tecnología en particular, es interesante reconocer ese movimiento en las actitudes de las personas en México.