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JUEGOS vs TECNOLOGIA – David de Cubas

por Redacción BL
JUEGOS vs TECNOLOGIA - David de Cubas

Cada
día sorprende menos ver como la mayoría de los niños y niñas desde edades muy
tempranas emplean demasiado tiempo en actividades que no complementan su
desarrollo emocional y neuropsicológico de una forma natural, es decir, pasan excesivas
horas “jugando” con dispositivos tecnológicos. 

La
tecnología ha venido para quedarse y gracias a los avances conseguidos hemos
progresado notablemente en muchos aspectos de la vida,  pero necesitamos  ser mucho más 
conscientes del uso que tanto adultos como niños, adolescentes y jóvenes
hacemos en la actualidad.

Para
un correcto desarrollo evolutivo de un recién nacido, en los diferentes
aspectos físicos, emocionales y neuropsicológicos hasta que llega a la
adolescencia, pasa indudablemente por la actividad de jugar.  Según el sistema ESAR (sistema psicopedagógico
de análisis y clasificación de juguetes), se distinguen cuatro tipologías de
juego: juegos de ejercicio, el juego simbólico, los juegos de ensamblaje y los
juegos de reglas.

A
través del juego, las personas desarrollamos habilidades y nuevas capacidades
de interacción con el contexto y medio social en el que nos encontramos,
independientemente de la edad que tengamos. Desarrollamos la capacidad de
resolución de conflictos
, por ejemplo, con los juegos de ensamblaje donde
tenemos que resolver como se insertan las piezas o encajan en un modelo.
Desarrollamos habilidades de comunicación e imitación, especialmente a
través del juego simbólico donde aparecen los procesos de imitación a las personas
adultas,  tan importantes en el camino de
comprender  el entorno social y
profesional donde nos desenvolveremos al llegar a la adolescencia. Desarrollamos
nuestro aparato locomotor
repitiendo acciones (ir en bici, pelotas,
sonajeros…) por el placer físico y emocional que nos transmite la acción y por último
desarrollamos habilidades sociales e interpersonales a través de las
reglas que el propio juego impone o son necesarias para seguir un proceso.

Una
primera conclusión a la que podemos llegar, es que a través del juego nos
relacionamos con personas y especialmente con aquello que somos capaces  de imaginar, tan necesario a la hora de
progresar en la vida.  Hablamos de desarrollar
el pensamiento crítico y divergente.  Si un
niño o niña deja de “jugar” y eso es tan fácil como permitirle el uso de un
dispositivo tecnológico, antes de los 13 años, para que lo utilice cuando
quiera y como medio de sustitución del juego o de la actividad de ponerse a
jugar con otras personas de su edad, podrían fomentarse comportamientos no
deseados como cambios de humor, dificultades para conciliar el sueño, problemas
de conducta y aislamiento social, desconexión con el entorno y, en algunos
casos, retraso en la aparición del lenguaje afectando directamente en el
desarrollo socio emocional del menor.

Hemos
normalizado situaciones como dejar a un niño o niña de 2 años en adelante, un smartphone
para que se entretenga jugando mientras 
disfrutamos de una comida tranquila en un restaurante o cuando queremos un
poco de tranquilidad en casa y les ofrecemos el tablet como medio de
desconexión familiar.  No somos
conscientes de la vulnerabilidad a la que el niño o niña se ve sometido en su
psiquis con las posibles consecuencias ya comentadas, por no mencionar el
inicio de procesos de adicción a este tipo de actividades. 

Llegados
a este punto, es probable que muchas personas puedan pensar que cuando nosotros
éramos niños o niñas también nos ponían la TV o nos dejaban la play para jugar
a nuestro videojuego favorito, con la misma intención.  NO ES  COMPARABLE. Un dispositivo tecnológico
propio del SXXI, no tiene una sola función. Un tablet o un móvil de los
actuales “lo es todo”. Puedes ver la serie que quieras y cambiar a otra cuando
te apetezca;  jugar a múltiples tipos
juegos, te permite hacer fotos y videos, puedes comunicarte con los demás e
incluso ver a la persona que quieras etc. Un dispositivo tecnológico, pone el
mundo entero al alcance de cualquier persona y tratándose de menores, los
riesgos son incalculables.

Por
supuesto, no quiero decir que haya que prohibir los dispositivos tecnológicos a
nuestros hijos e hijas, sino que hay que promover un uso responsable de los
mismos, tanto en el tiempo como en la edad en la que deben ser usados. Las familias
actuales deben ser  conscientes de que la
tecnología ha invadido nuestras vidas y es imprescindible prestar mucha
atención a la manera en la que educamos a nuestros pequeños.

Desde
varias asociaciones de pediatría, así como recientes estudios de la neurociencia
y de la  neuropsicología se recomienda
que antes de los dos años, nunca dejemos un dispositivo tecnológico a un
niño/a.  Nuestra alternativa más eficaz desde
los 0 años hasta los 6/7 años en adelante se basa en trabajar la percepción
sensorial
, a través del oído por medio del habla o la música; del tacto con
masajes y diversas texturas en sus juguetes; de la vista por medio de un
espejo, luces, imágenes, colores; del gusto por medio de los sabores y por el
olfato con olores suaves y agradables. Trabajaremos la manipulación de los
objetos para estimular los reflejos de prensión y de esta forma
proporcionaremos los puntos de apoyo necesarios para que inicie la marcha
vertical, la coordinación de movimientos y estimularemos la psicomotricidad gruesa
mediante el gateo, saltando, bailando, subiendo y bajando escaleras y la psicomotricidad
fina, con actividades como recortar, pintar, escribir, etc.

Y por
último, el contacto con sus iguales y personas de su alrededor para que a
través del juego inicie los procesos de la inteligencia emocional,
especialmente con la capacidad de ponerse en el lugar del otro y el autoconocimiento
de sus posibilidades consigo mismo y con los demás. Es a través del juego
simbólico en interacción con los demás lo que permite al niño/a poner en
práctica todas las vivencias que le ocurren en su vida cotidiana, facilitándole
el contacto con los adultos más cercanos (padres, madres, abuelos/as,
profesores/as). Con este tipo de juego y acciones, el niño/a potencia su
lenguaje y comunicación con otras personas, a la vez que  inicia la consolidación de nuevos hábitos de
la vida diaria y  normas sociales.

Cuando
llegamos a la edad de los 8 años, etapa que se caracteriza por el
desarrollo de conversaciones con fluidez, mayor autonomía y conocimiento personal,
interés por competir y ganar, además de la consolidación del proceso
lecto-escritura,  es cuando podemos empezar
 a trabajar  la toma de decisiones y la organización del
tiempo. Es la etapa de los juegos con reglas, las construcciones y de los
primeros videojuegos.

En
muchos casos coincide en estas edades, que el número de actividades
extraescolares que realizan y los deberes para hacer en casa, apenas dejan  tiempo para jugar. Las personas adultas debemos
ser conscientes de la  importancia
del juego para que vayan afianzado su personalidad y en la medida de lo posible
potenciaremos que sus amigos y amigas puedan venir a casa, organizaremos
encuentros sociales fuera del entorno familiar y realizaremos actividades
lúdicas en familia.  Son muy
recomendables juegos de mesa tan importantes como el Monopoly o el Risk,
Rumikuk e Intelec. Se puede permitir el uso de algunos videojuegos acordes a su
edad, siguiendo las recomendaciones del sistema PEGI (Pan
European Game Information) que es el mecanismo de autorregulación diseñado por
la industria para dotar a sus productos de información orientativa sobre la
edad adecuada para su consumo.

A partir de los 10 años en adelante, coincidiendo con
el periodo de la pre-adolescencia, las emociones y los sentimientos son la
parte más importante de esta etapa evolutiva. El juego tendrá como objetivo
fundamental superarse a si mismo y potenciar la autoestima. Este proceso de
autoconocimiento es  fundamental para
conocer la valoración personal que hacemos de nosotros mismos. Es una edad
donde triunfan los juegos de rol, las construcciones complejas y los
videojuegos entre muchos más.

Las conclusiones son evidentes: el juego ayuda a
integrar y potenciar la socialización, a mejorar los procesos de comunicación,
a resolver conflictos por medio del ensayo-error y de esta forma aprender a
gestionar la adversidad, potencia los vínculos interpersonales y es una
actividad que proporciona emociones positivas, confianza, enriquecimiento
personal y autoestima.  

Y ante  dudas como: ¿Entonces que hago con los dispositivos tecnológicos, se los quito, los prohíbo? ¿Y mi hijo/a va a ser el único que no tiene tablet ni móvil? ¿Se sentirá desplazado/a?

Prohibir no educa, hay que enseñar a pensar a nuestros hijos e hijas desde muy corta edad, a usar con responsabilidad los dispositivos tecnológicos en tiempo y forma y los padres y madres actuar en consecuencia. Comportarse de manera diferente a otras personas no es motivo de preocupación sino de respeto a la individualidad y a los principios educativos que cada familia considere importantes en la educación de sus hijos e hijas.

Fuente de la Noticia

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