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El Congreso, la religión y el sexo

por Redacción BL
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Colombia siempre se ha ganado el deshonroso récord Guiness cuando se trata del tema de reivindicar los derechos de las minorías. Esto ha sucedido con las minorías religiosas que no son católicas; ha pasado con las minorías étnicas indígenas y afros, y está aconteciendo con las minorías gay, que hoy reclaman un derecho civil.
 
La votación del Congreso en relación con la ley del matrimonio gay nos demuestra que el país se sigue gobernando con la Constitución del 86, y nuestros senadores y funcionarios públicos no legislan con la ley que impone el Estado de Derecho, sino con la biblia debajo del brazo.
 
Cuando se trata de creencias religiosas, siempre hay que tener el respeto por el otro, independientemente de que este sea católico, cristiano, musulmán, orisha o ateo. Pero lo que es insoportable para un país que se precia de ser moderno es que sea gobernado por legisladores y funcionarios públicos que, ante un debate civil como es el derecho a casarse y a tener una familia por parte de una minoría, se la apabulle y se la derrote con dogmas judeo-cristianos.
La Constitución del 86 decía que Colombia era un país católico, apostólico y romano; pero la Constitución del 91, que es la que nos rige, definió que Colombia es un país laico donde existe la libertad de cultos, y debe ser gobernado bajo el Estado de Derecho. Pero aquí las cosas son como para Ripley.
 
Los honorables senadores de la República sacan sus biblias y se rasgan sus vestiduras en nombre del matrimonio heterosexual, solo para derrotar a una minoría, que simplemente ama y desea de una manera distinta a ellos.
 
Lo que piden las parejas gais es que se las reconozca dentro de la ley; que tengan el derecho a unirse en pareja, a gozar de una seguridad y un patrimonio familiar, como tenemos el resto de los mortales.
 
El Congreso está confundido al querer legislar no con la ley sino con la religión que profesan. ¿O es que, acaso, Colombia es un Estado religioso como Afganistán o Irán?
 
Por las declaraciones de algunos congresistas y funcionarios públicos, temo que el país está siendo gobernado por una cúpula de machos sementales (senador Roy Barreras: aclaro que no dije cópula), que piensan que solo su sexualidad es válida y legítima porque así lo dictan los curas.
 
Ni para qué pensar en las declaraciones odiosas del senador Gerléin, que en este debate ha sacado a relucir una imaginación delirante y “escatológica”.
Si realmente somos coherentes con la Constitución del 91, no podemos seguir gobernando con camándula en mano, como nos lo pide el procurador Alejandro Ordóñez, o invocando al Señor de los Milagros, como lo hace el vicepresidente Angelino Garzón.
 
Como panteísta que soy, respeto las creencias religiosas que ambos profesan, pero no las comparto; en el caso de Angelino, no entiendo que el ‘vice’ esté inmiscuyendo a mi vecino de Buga en los asuntos del Estado.
 
Un país moderno es aquel que siendo laico, se debe gobernar con la ley, respetando el derecho que tienen las minorías étnicas, religiosas y sexuales a vivir en sociedad.

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