El ícono sudafricano triunfó logrando que una sociedad terriblemente polarizada entrara en el camino del perdón y la reconciliación.
En el mundo actual hay dos clases de héroes: los que hacen la guerra y los que hacen la paz. Los primeros, como Pinochet, Videla o el general serbio Mladic, hacen parte de la historia de la infamia. Los segundos son los que pasarán a la Historia. A esta última categoría pertenece el líder surafricano Nelson Mandela, quien con su vida se ha convertido en el símbolo de la libertad y la reconciliación en el mundo.
Desde joven, Madiba (nombre familiar con que se le conoce entre los ancianos sabios de su clan), intuyó que su vida iba a estar signada por la lucha contra un régimen colonialista, basado en el racismo y la exclusión social.
Al contrario de muchos líderes que utilizan la violencia para luchar por sus ideales, la protesta de Mandela siempre fue pacífica y estuvo iluminada por los principios filosóficos de la desobediencia civil. Por esto, el líder surafricano pasará a la Historia, al lado de líderes como Martin Luther King y Mahatma Gandhi.
La vida de Mandela por los derechos de sus hermanos africanos y por los derechos civiles, nunca fue fácil, y siempre estuvo llena de tribulaciones. Desde su época de estudiante fue perseguido por la policía secreta del ‘apartheid’, padeció el rigor de la cárcel durante más de dos décadas, y estuvo al borde de ser asesinado por un régimen oscuro que gobernó a su país durante muchos años.
Al final, Mandela triunfó logrando que una sociedad terriblemente polarizada como era Sudáfrica, entrara por el camino del perdón y la reconciliación. Su lucha lo llevó a ser el primer presidente negro de su país y a ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Para los latinoamericanos, Mandela debe convertirse en un símbolo de paz y reconciliación. Desde los tiempos de la Colonia, América latina viene reproduciendo como una enfermedad endémica historias de racismo, inequidad y exclusión social. En muchas ocasiones, los héroes que creamos están manchados de sangre o son seres virtuales, efímeros, que hacen parte del fetichismo mediático que hoy agobia a la sociedad.
En América Latina necesitamos héroes de verdad como Mandela, que se comprometan a acabar con aquellas exclusiones odiosas que todavía imperan en el continente. Necesitamos un continente que amplíe y profundice su democracia y sea más justo con sus ciudadanos. Esto fue por lo que luchó Mandela a lo largo de su vida, sin necesidad de disparar un solo tiro.
‘Isabel y el cometa’: la profesora María Eugenia Rojas acaba de terminar un cortometraje de ficción que refresca el cine nacional, siempre contaminado de violencia. La dirección del documental estuvo a cargo de Juan Carlos Trujillo bajo el apoyo de la Universidad del Valle.
