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¿Es la tecnología (el COVID-19, por ejemplo) un mecanismo de control? - Noticias de Buenaventura y el Mundo
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¿Es la tecnología (el COVID-19, por ejemplo) un mecanismo de control?

por Redacción BL
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¿Es la tecnología (el COVID-19, por ejemplo) un mecanismo de control?

Comentario Sobre Artículo: ¿Tienen política los artefactos?

¿Alguna vez has pensado o escuchado a alguien hablar sobre que el COVID-19 es un invento del hombre con fines de control de la población y fines económicos ocultos? ¿Alguna vez has pensado cómo ha cambiado el estilo de vida y de comunicarse de nuestra sociedad? ¿Será posible que la tecnología sea responsable de cierto control de la sociedad?

El texto que leerán a continuación es una humilde opinión acerca del artículo “¿Tienen política los artefactos?” de Langdon Winner, en el cual se ponen de manifiesto dos teorías como las posibles respuestas a la pregunta que es el título del artículo en cuestión, con ejemplos y explicaciones claras. El hecho de que los artefactos o avances tecnológicos puedan ser usados por el hombre o un grupo social, a lo largo de toda la historia, para imponer orden social o poder autoritario es el foco del artículo y el autor lo aborda de una manera clara y explicada con ejemplos de hechos encontrados en la historia.

El autor inicia con un punto de vista defensor de la tecnología. Inicia hablando sobre la teoría que defiende a los artefactos de la acusación de tener cualidades políticas, esto lo hace aclarando que la culpa no es del hardware ni del software, sino más bien de las circunstancias sociales o económicas en las que se encarnan. Estos argumentos presentados por el autor, es lo que se denomina el determinismo social de la tecnología, teoría que se queda corta al no mirar qué hay detrás de la tecnología, de su creación y de su uso. Todos sabemos que un cuchillo aporta gran valor en la cocina, permite pelar y cortar los alimentos que, luego de cocinados, son ingeridos por nosotros; sin embargo, el mismo cuchillo que es de utilidad en la cocina puede llegar a ser un arma de opresión, control y miedo en las manos equivocadas.

Lo anteriormente expuesto no quiere decir que los artefactos, y tecnologías en general, no tienen participación en las obras de opresión, poder, justicias e injusticias del ser humano; todo lo contrario, el papel que terminan jugando de manera forzada los artefactos es tan importante que debe ser investigado y estudiado en los diferentes momentos de la historia que se pueda detectar algún hecho de este tipo.

Por otro lado tenemos la teoría de las políticas tecnológicas, la cual, en palabras del autor, “presta mucha atención al ímpetu de los sistemas sociotécnicos a gran escala, a la respuesta de las sociedades modernas a ciertos imperativos tecnológicos y a todos los signos habituales de la adaptación de los fines humanos a los medios técnicos”; lo que se traduce en una teoría que da importancia a las características de la tecnología y al significado de la misma, lo que nos plantea un punto de vista que va de un poco más allá del determinismo social de la tecnología debido a que las características de un artefacto son pensadas, analizadas, diseñadas y moldeadas por las personas detrás de la creación de dicho artefacto; personas que deliberadamente pueden buscar ejercer poder a través de dicho artefacto. La teoría de las políticas tecnológicas no resulta descabellada ni siquiera para alguien como yo, partidario de la defensa de los artefactos, ya que no es secreto para nadie que el hombre, a lo largo de la historia, ha realizado diferentes acciones encaminadas al dominio, control y orden de la sociedad a través del uso de artefactos ya existentes o de nuevos artefactos creados desde un inicio para apoyar tales acciones. Aunque es de creencia personal que el determinar si un artefacto fue creado desde un inicio con intenciones políticas o no, es una tarea que, en muchas ocasiones, se torna casi imposible porque es muy fácil confundir eventos en los cuales un artefacto se creó con fines de desarrollo y avance social o económico y luego de verle terminado vislumbrar un uso político para el mismo; a pesar de esto hay otras ocasiones donde resulta obvio el objetivo político, como es el caso de las invenciones que tienen sus orígenes en la milicia, por ejemplo.

Es de conocimiento generalizado que nuestra sociedad está llena de tecnología que se descubrió mientras se intentaba desarrollar alguna tecnología para fines militares, como es el caso del Internet. Esto refuerza el hecho planteado sobre que los artefactos no son los responsables sino las personas detrás de estos.

El autor ofrece ejemplos de dos formas diferentes en las que los artefactos pueden poseer cualidades políticas, una de ellas es: planes técnicos como formas de orden, y la otra: tecnologías inherentemente políticas. En la primera, plantea como diversas cosas que llamamos tecnología sirven para ordenar nuestra sociedad; es decir, que de una manera u otra ofrecen la funcionalidad de influir en cómo se desarrolla cierta actividad humana.

En la actualidad nos comunicamos diferente a como lo hacía la sociedad veinte años atrás, esto es gracias a la tecnología. Antes disfrutábamos de una conversación con otra persona donde intercambiábamos no solo palabras sino también gestos, emociones, miradas y silencios delatadores. Hoy día, la mayor parte del tiempo, nos comunicamos por mensajería de texto, intentando remplazar los gestos y emociones por Emojis, sin vernos el rostro, sin escuchar la risa o el llanto, sin esa mirada profunda que nos afirma o niega nuestras conjeturas. Esto es solo un ejemplo de muchos sobre como nuestra forma de vida se ve guiada por la tecnología; de una manera tan impactante que se adquiere de forma inconsciente hasta depender de la misma y renunciar inadvertidamente a nuestra libertad de elección. En este sentido, establece el autor y corroboro con él, “las innovaciones tecnológicas se asemejan a los decretos legislativos o las fundamentaciones políticas que establecen un marco para el orden público que se perpetuará a través de las generaciones”; incitándonos de esta manera a abrir los ojos y prestar atención a las nuevas tecnologías que pueden parecer inofensivas y de gran utilidad, pero que detrás de las mismas puede haber un objetivo político de orden de nuestra sociedad que pudiera no verse concretado en nuestra generación y resultar afectando a nuestros hijos o a sus hijos.

Winner ofrece importantes ejemplos de como los artefactos pueden poseer cualidades políticas para ordenar la sociedad en un ámbito determinado, como es el caso de los puentes de Robert Moses, el gran constructor de carreteras, parques, puentes y otras obras públicas de Nueva York entre los años veinte y setenta. Moses diseñó cerca de doscientos pasos de elevados en Long Island cuya altura impedía el paso del transporte público, con lo cual lograba mantener a distancia de los parques y atracciones de Long Island a las minorías raciales y grupos sociales menos favorecidos. Adicional a este ejemplo, Winner ofrece otros fascinantes como el caso de las máquinas de forja McCormick, en el cual se desmanteló la organización de sindicatos a través de una gran inversión en maquinarias que económicamente no resultaba atractiva, pero sí estratégicamente. Estos ejemplos nos incitan a ver las cosas de una manera diferente, a ver más allá del uso de los artefactos y analizar los posibles intereses relacionados con dicho uso en un contexto especifico de una manera holística; como el autor mismo dice: “Si el lenguaje político y moral con el que valoramos las tecnologías sólo incluye categorías relacionadas con las herramientas y sus usos; si no presta atención al significado de los diseños y planes de nuestros artefactos, entonces estaremos ciegos ante gran parte de lo que es importante desde el punto de vista intelectual y práctico”.

La segunda forma, planteada por Winner, en las cuales los artefactos poseen cualidades políticas se refiere a las tecnologías inherentemente políticas, idea en la cual – establece Winner- “ciertos tipos de tecnología no permiten tanta flexibilidad y que elegirlos es elegir una determinada forma de vida política”. Dicho en otras palabras, el hecho de que ciertos tipos de tecnologías requieren de cierta organización u orden para poder ser utilizadas y aprovechadas de manera eficaz. Winner menciona dos formas básicas de abordar este tema, “Una versión defiende que la adopción de un determinado sistema técnico requiere de hecho la creación y mantenimiento de un conjunto particular de condiciones sociales como ambiente de funcionamiento de dicho sistema”; en la primera versión se nos plantea la idea de tecnologías que traen consigo una necesidad obligatoria de adopción de medidas que afectan algún aspecto de nuestra sociedad, como la bomba atómica, por ejemplo. La bomba atómica requiere la existencia obligatoria de una centralización jerárquica de poder que se encuentre hermética a toda influencia externa. Entiendo que esto es muy cierto, no obstante, no es todo culpa de la tecnología en sí misma; sino que va muy de la mano de la realidad expresada en la frase escrita por Stan Lee: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, la cual, además de hablar del peso del poder, revela la realidad humana acerca de que tenemos limitaciones diferentes unos de otros y, por ende, no todos podemos (o deseamos) cargar con el peso de tomar grandes decisiones y, lo que es peor aún, si todos podemos participar de esa toma de decisión, lamentablemente, no obtendremos más que caos; con esto no quiero decir que la decisión no se llegará a tomar, puede que sí o puede que no, pero de lo que si estoy seguro es de que no se tomará de manera eficiente y, muy difícilmente, oportuna; en el transcurso se malgastará tiempo, mientras un grupo busca satisfacer intereses particulares, otros están neutrales por el miedo a la responsabilidad, otros buscan el bien común, en fin posiciones diferentes basadas en idiosincrasias y niveles de conocimiento y experiencia diferentes. Lo que supone un escenario rico en la creación de conocimiento y defensa de la democracia, entiendo que supondría un caos en la gestión de ciertas tecnologías como la bomba atómica, situaciones que ciertamente requieren de una estructura jerárquica que se atañe a procedimientos, normas y políticas elaboradas para tales fines.

Con lo anteriormente expuesto, no estoy intentando menospreciar ni las capacidades de nadie ni la igualdad de derechos, más bien intento clarificar la necesidad de dirección y liderazgo que, en sentido general, tenemos la mayoría de los humanos y la influencia de dicha necesidad en las cualidades políticas que se adjudican a ciertas tecnologías, buscando simplemente esclarecer que esta primera visión que menciona Winner no va a dejar de existir, principalmente, por causa de nuestra propia naturaleza.

Una segunda versión del argumento sobre las tecnologías inherentemente políticas, “en cierto sentido más débil, sostiene que cierto tipo de tecnología es fuertemente compatible con, pero no requiere en sentido estricto, relaciones sociales y políticas de cierto estilo”, poniendo como ejemplo el caso de la energía solar, “muchas apologías de la energía solar sostienen ahora que esta clase de tecnologías son más compatibles con una sociedad igualitaria y democrática que los sistemas basados en la energía del carbón, del petróleo o en la energía nuclear…”. En lo particular, entiendo que esto es una forma de verlo, pero defiendo la tecnología en cuanto a que posean cualidades políticas en este ámbito, ya que las cualidades políticas vendrían del uso de las mismas y no de sus características. Si lo pensamos bien, el hecho de usar la energía solar de una forma centralizada es posible, aunque técnica y económicamente menos razonable; esto claramente demuestra que la energía solar en sí, aunque sea más compatible con una sociedad descentralizada, no es la responsable de las consecuencias finales, sino nuestras decisiones, acertadas o no, respecto al uso de las mismas son las que al final poseen las cualidades políticas.

Son muchos los casos en los que podemos confundir que la responsabilidad política sea de la tecnología en si misma y no un producto de nuestras decisiones, muchas veces en busca de la eficiencia y productividad y otras tantas en busca de la comodidad o interés de un grupo. A modo de ejemplo puedo citar un caso particular de mi empresa, Soluciones Almonte Gil (SAG), en la cual hace un buen tiempo desarrollamos un sistema de notificaciones administrativas y lo bautizamos como SagAlerta. El objetivo de SagAlerta es mantener a los altos ejecutivos informados de eventualidades importantes a través de una notificación resumida con los datos importantes, sirviendo de herramienta de apoyo a la eficiencia; un ejemplo de esto es el envío de una notificación con el resumen de las operaciones del día tras realizar el cierre de caja, ya sea uno por cada cajero o un cierre en general. En SAG hemos implementado SagAlerta en diferentes sectores empresariales, pero en lo que a Discotecas se refiere terminó creando un cambio en la forma de gestión de las mismas, personas que anteriormente necesitaban hacer acto de presencia a la hora de cierre terminaron cambiando a hacer una llamada de seguimiento; esto es solo un ejemplo del cambio que surgió en la forma de gestión, sin mencionar la gran dependencia sobre la tecnología inherente a este cambio. Lo importante de este ejemplo es que el sistema SagAlerta en sí mismo no fue creado con estas cualidades en mente, sin embargo, el beneficio representado por el uso en sí ocasionó que los usuarios otorgaran estas cualidades políticas a SagAlerta.

Estoy de acuerdo con Winner respecto a que debemos ser juiciosos respecto a las consecuencias de la adopción o no de ciertas tecnologías porque, como hemos visto en los numerosos ejemplos, el autor demuestra “cómo pueden las características específicas del diseño y planificación de un artefacto o sistema convertirse en medios de establecer determinados patrones de poder y autoridad en un cierto entorno” a través de la adopción de los mismos en un contexto específico y, “en segundo lugar, examinamos de qué modos las propiedades rebeldes de ciertos tipos de tecnología se encuentran fuertemente, y quizá inevitablemente, ligadas a particulares patrones institucionalizados de poder y autoridad”. De esta manera, seríamos unos ingenuos si dijéramos que no importa la tecnología en sí; el que la culpa real no sea de la tecnología en sí misma, no borra el hecho de que sea a través de éstas que, en muchas ocasiones a lo largo de la historia, se haya logrado ejercer alguna especie de poder y control social. Debemos aprender de nuestro pasado para asegurarnos de tomar, en el presente, las decisiones que aseguren el futuro de nuestros hijos.

Una tercera teoría, referente a la tecnología, que no es tema del artículo en cuestión y que posee características de ciencia ficción, es la teoría de que llegará el día en que la tecnología se revele en contra de la raza huma en busca de la propia preservación de las personas. Es decir, destruirnos con el objetivo de protegernos de nosotros mismos; quizá destruyendo una gran parte de la población e imponiendo un orden autoritario al remanente de la humanidad. En esta teoría, estaríamos hablando de una evolución de una tecnología creada originalmente para la protección y cuidado y que termina convirtiéndose en el sistema político en sí misma. Sin lugar a duda, los muchos avances recientes de Inteligencia Artificial y robótica nos hacen pensar qué tan ciencia ficción es todo este tema, nuestra mente vuela y viaja a un espacio de ideas encontradas en el que creamos nuestras propias películas sin fin aparente sobre esta idea, para muchos demasiado alocada, pero para todos muy preocupante. Entiendo que esta última teoría está fuera del contenido del artículo, pero me resulta tan interesante y complejo que quise compartir al respecto, con la intención principal de sembrar la semilla del pensamiento crítico necesario para las posibles toma de decisiones futuras respecto al uso de los avances tecnológicos que, espero, logremos en los próximos 10 o 15 años.

Sin lugar a dudas, es necesario que analicemos la adopción de ciertas tecnologías con un pensamiento que vaya más allá de las características propias de la tecnología, debemos incluir los actores relacionados a las mismas, sus usos, el contexto en general; debemos estudiar las posibles consecuencias o resultados obtenidos y, lo que es más difícil, el impacto del cambio provocado en la sociedad. Es una tarea importante, la cual debemos abrazar con entrega y responsabilidad para asegurar el mañana de las futuras generaciones y el bienestar de toda la sociedad actual.

En momentos como este, donde tenemos una sociedad asustada y coartada por una enfermedad infecciosa tan alarmante y peligrosa como lo es el COVID-19, podemos pensar en el gran poder que se puede ejercer sobre la humanidad a través de ciertas tecnologías, nos hace cuestionar sobre qué realidades ocultas podemos encontrar detrás de ciertos virus creados por el hombre, nos crea una sed de respuestas verdaderas sobre el qué, cómo, dónde, cuándo, para y por qué del Coronavirus COVID-19. ¿Será el COVID-19 un intento más del uso político de la tecnología de un grupo oculto de la sociedad? ¿Tendrá la vacuna del COVID-19 cualidades inherentemente políticas? Estos son dos ejemplos de las tantas preguntas que pasa por la mente de millones de personas a nivel mundial, preguntas de las cuales muchas recibirán respuestas y demasiadas podrían tardar años en ser respondidas, pero incluso las respuestas que se obtengan podrían seguir sembrando dudas en la población; lo que es seguro, sin embargo, es el cambio de vida forzado que ha traído consigo este Coronavirus y que no solo afecta el presente, ya que hará falta el paso de varios años para que una gran parte de la población vuelva del todo a la normalidad. Haya, el COVID-19, sido usado o no con intenciones políticas, el mismo demuestra el gran poder y control que pueden llegar a otorgar las tecnologías que permiten infringir miedo a la humanidad.

A modo de conclusión de este sencillo y humilde comentario personal, estoy de acuerdo con la defensa de los artefactos y tecnologías, entiendo que lo que llamamos tecnologías inherentemente políticas es más bien un uso inherentemente político de la tecnología. Un simple cambio sobre en qué debe caer la responsabilidad de las cualidades políticas, sin restar importancia en los argumentos expuestos por Langdon Winner y enalteciendo el grado de importancia que representa su contenido para la ampliación del pensamiento crítico que tanto necesita la sociedad actual. Recomiendo la lectura de este artículo y animo a quien lo lea a que, estando de acuerdo o no con el carácter político de los artefactos, cultive ese pensamiento crítico y actitud investigativa respecto a las verdaderas intenciones detrás, no solo de la tecnología, sino también de las decisiones que afectan a nuestra sociedad, a nuestra comunidad y/o a nuestra familia.



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