fiestas patronales

“¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios?” 

Así, en el primer capitulo del libro bíblico de Isaías, se expresa la perplejidad de dios mismo frente a ofrendas y sacrificios, supuestamente destinadas a la divinidad. 

 

A pesar del hecho de creer o no a una entidad suprema, considerar a un dios que no pide nada al ser humano, significa dejar atrás creencias enredadas en el miedo y en la ignorancia. El dios que sirve para explicar un fenómeno natural desconocido, el dios con quien mercadear soluciones mágicas a la cotidiana realidad del ser humano, nunca será una respuesta digna para el deseo de vida de una persona. 

 

¿Quien pide algo de las manos de tantos devotos que en las fiestas patronales pisan los atrios de iglesias y santuarios? Dios, no; tampoco la Virgen del Carmen o San Buenaventura o el Milagroso. Si Dios no pide: ¿porque mucha gente siente el obligo de traer ofrendas o hacer sacrificios para la divinidad? El sentido religioso, desde el comienzo de la conciencia humana, ha manejado dios con ofrendas y sacrificios, mercadeando por miedo su benevolencia. La enseñanza de Jesús de Nazaret sacó totalmente este tema afuera de las relaciones entre dios y hombre. Los que Jesús consideró más cercanos a dios, eran personas que la religión oficial consideraba impuras y malditas. Para ellos no existía un sacrificio suficientemente preciado para mercadear una cualquier amistad con dios. Jesús no pagó ningún documento de cobro en lugar de estos malditos. Sencillamente reveló que dios los quería y que la vida de ellos ya era parte de la vida misma de dios. 

 

Si alguien cree en esto, puede encontrar una belleza inesperada en cualquier acontecimiento de su humanidad. Si alguien no cree en esto, puede encontrar personas creyentes en dios, que no huyen lo humano, lo científico, lo racional, para dibujarse un paraíso futuro. 

La humanidad querida por un dios que ama la vida siempre, y aun más que entrega su vida misma para la felicidad del ser humano, es un lugar fecundo donde encontrar diferencias y permitirse un camino de paz.