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Fútbol, devoción de fieles con pasión, fe y esperanza – Fútbol Internacional – Deportes

por Redacción BL
Fútbol como religión


Cuando los futbolistas hacen un gol suelen mirar al cielo. Se arrodillan y abren los brazos como si fueran los elegidos, los iluminados –y quizá lo son–. Se persignan, cierran los ojos, murmuran oraciones y luego festejan con sus feligreses, los que elevan plegarias, los que aprietan camándulas, los que pactan penitencias para que ese gol se revele ante ellos. Es el ritual que sucede en la cancha y en la tribuna, en un equipo y en otro, en un estadio o en el potrero, en la tierra o en el cielo. El fútbol es una religión llena de símbolos, de creencias y de dioses.

El estadio de fútbol es un recinto sagrado al que acuden miles de parroquianos –los hinchas–. Allí exponen un ritual que incluye la exhibición orgullosa de sus símbolos: sus escudos, sus camisetas, sus banderas. Corean cánticos cuidadosamente creados y adaptados y religiosamente aprendidos. Agitan los brazos incesantes. Tiran papelitos al viento para saludar a los héroes que pisan ese pasto sagrado y que parecen sus salvadores. Es cuando estos feligreses estallan de locura y se preparan para vivir 90 minutos de pasión, de sufrimiento. No lo harán solos, lo harán con los desconocidos de siempre, los de la tribuna.

Jugadores de la Selección Colombia rezando

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Jugadores de la Selección Colombia rezando

Fútbol como religión

Los jugadores del Fútbol Iraní, se encuentran rezando antes del segundo tiempo del partido amistoso en esa ciudad, contra Nantes. Juego preparatorio para la Copa Mundo Francia 1998

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Los jugadores del Fútbol Iraní, se encuentran rezando antes del segundo tiempo del partido amistoso en esa ciudad, contra Nantes. Juego preparatorio para la Copa Mundo Francia 1998

Los símbolos se van manifestando por esos fieles seguidores que encuentran en el fútbol una forma de expresión, de rebeldía, de pasión religiosa. El académico colombiano César Giraldo –docente universitario, comunicador social y estudioso de las dinámicas culturales del fútbol– lo ve como una revelación de algo inexplicable. “La religión y el fútbol comparten muchas cosas, como el fanatismo: esa locura que invade a los hinchas y a los feligreses y que lo lleva a cometer locuras o a ejecutar actos irracionales. Ambas intentan conectarlo a uno, religarlo, que es el origen de la palabra religión, con algo extraviado. En el fútbol existe esa parte metafísica que tienen las religiones y es que cuando se gana o se pierde los hinchas nos conectamos con algo que no se puede palpar, es como el éxtasis que puede sentir un fiel en cualquier culto”, dice Giraldo.

En ese templo sagrado del fútbol el hincha es capaz de orar intensamente, de llorar, de sufrir, de patear balones imaginarios. No se da cuenta de su locura, no le importa. Se entrega en cuerpo, alma y espíritu en espera de la redención: del gol, de la victoria. En medio de su fulgor, pensará que el milagro se consumó por cuenta de su fe. Entonces lo más conveniente es que cumpla sus penitencias.

“Las gentilezas se agradecen –escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro El fútbol, a sol y sombra–. Los hinchas favorecidos por los dioses trepan de rodillas las cuestas de los altos cerros, envueltos en la bandera del club, o pasan el resto de sus días susurrando el millón de rosarios que han jurado rezar”. Los hinchas, se supone, cumplen.

Pareciera que nadie escapa a este culto. Hasta quienes lo aborrecen tienen algo que ver con él. Son multitudes de creyentes. Y los que llegan por primera vez ya no se van. Por el contrario, se unen con devoción. Es como si encontraran en el fútbol el sentido de la vida, algo que les lleva –como dijo el escritor Javier Marías–, a la recuperación semanal de la infancia. Por algo Galeano calificó al fútbol como “la única religión que no tiene ateos”. Es, quizá, una forma sustituta de la fe.

“Quizá hoy el fútbol nos representa mejor desde lo religioso –dice Alejandro Villanueva, sociólogo y estudioso de las prácticas sociales y culturales del fútbol– con toda esta decadencia de las iglesias cristianas, de la corrupción católica, de las confrontaciones religiosas en el mundo. Esas características sagradas de la religión se transmitieron al futbol, con fuertes dosis de fe, de esperanza, de pasión y gozo. Incluso pensamos a los jugadores como héroes, como redentores”.

El ritual de los jugadores

El ritual que se exhibe en las tribunas del templo sagrado empieza en el camerino. Mientras los hinchas despliegan su parafernalia religiosa en las tribunas, los futbolistas preparan su propia ceremonia. Se reúnen, se abrazan, cierran los ojos mientras alguno lidera las oraciones. Antes de saltar al césped por la victoria, claman a su Dios por un buen partido, piden que no se lesionen y, por supuesto, que ganen. Los futbolistas son devotos. Creen en algo, en alguna religión, en algún ser supremo. Depositan su fe en esas creencias.

“En los camerinos uno puede encontrar estampitas del Divino Niño, del Señor Caído de Buga, de la Virgen del Carmen. Hay elementos religiosos muy interesantes ahí y más cuando vemos que hay fuertes dosis de pasión, de drama y de redención en el marco del fútbol. Hay mucha simbología en un partido: las oraciones, las bendiciones, el pisar con el pie derecho la cancha, el llevar un rosario…”, dice Villanueva, que ha investigado en profundidad los rituales del fútbol.

Hay técnicos que despliegan su ritual en público. A Gustavo Costas, extécnico de Santa Fe, se le veía en el banquillo besando tres veces una imagen del Señor de los Milagros. Y a sus jugadores de entonces se les veía caminar en la cancha descalzos antes de los partidos. Lo hacían siguiendo una frase bíblica del libro Deuteronomio 11:24: “Todo lugar donde pise la planta de vuestro pie será vuestro”. Curiosamente, los títulos los acompañaron.

Fútbol como religión

Jugadores de América de Cali celebran luego de lograr de nuevo el ascenso a la A del fútbol colombiano.

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Jugadores de América de Cali celebran luego de lograr de nuevo el ascenso a la A del fútbol colombiano.

Fútbol como religión

Fútbol femenino colombiano, Jugadores de Patriotas de Tunja.

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Fútbol femenino colombiano, Jugadores de Patriotas de Tunja.

Fútbol como religión

Jugadores de Brasil luego del empate 2-2 frente a Uruguay, Copa América 2007

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Jugadores de Brasil luego del empate 2-2 frente a Uruguay, Copa América 2007

Héroes, ídolos, dioses

No puede existir religión sin un Dios. Y en el fútbol, ese Mesías se traduce en el ídolo que puede guiar al equipo a alcanzar la gloria, ese futbolista superior que encarna la capacidad suprema para hacer posible lo imposible. En nuestro tiempo presente se llaman Messi o Cristiano; antes, ese Dios se llamaba Pelé, D’Stéfano, Maradona –considerado literalmente un Dios por sus seguidores–. Quizá por eso la obra cumbre del escritor español Manuel Vázquez Montalbán se llama Fútbol, una religión en busca de un Dios. Un Dios futbolero que aparece cada tanto para dicha de sus feligreses.

“Los hinchas tienen varios mesías, dioses encarnados en los jugadores. Hay una relación casi que espiritual entre ellos. Cada hinchada tiene sus propios dioses y esperan que llegue el mesías para salvarlos. Encarnan esa ilusión de salvamento que cuando las cosas están más complicadas, aparezcan ellos, dividan el mar, caminen por entre las aguas y saquen todo adelante”, opina César Giraldo.

Para el hincha, mientras aparece su Dios redentor, los jugadores de su club son todos sujetos de culto. No importará que su juego sea discreto –decir que es malo es herejía–. Es como dice Vicente Verdú en su libro El fútbol: mitos, ritos y símbolos: “Así como no hay nunca, en la imaginaria religiosa, un santo al que se le considere mal parecido, no hay para el hincha posibilidad de crítica externa que no concluya en la devoción (…). Su equipo puede no ser el mejor a los ojos de los hombres, pero es incomparablemente el primero a los ojos de su fe”.

Fútbol y religión

El 13 de marzo del 2013 mientras el humo blanco anunciaba en el Vaticano la elección de un nuevo Papa, uno argentino, el fútbol festejó. Se trataba del pontífice futbolero, hincha, socio y devoto del club San Lorenzo: Francisco. Como por milagro, el equipo argentino, cuyos destinos ahora son guiados por el pontífice, ganó la Copa Libertadores por primera vez en su historia. Para muchos, se trató de obra divina. Un milagro.

Los argentinos, en medio de su creatividad, su orgullo y su pasión futbolera, se atrevieron a decir que no solo tenían al Papa, sino que también tienen al Dios, refiriéndose a Diego Maradona, que allí es admirado con culto, con devoción religiosa. Por eso algunos fervorosos crearon una iglesia que llamaron maradoniana, donde se le rinde culto a ese mesías.

Fútbol como religión

Los maradonianos esperan reunidos el 30 de octubre todos los años, fecha en que celebran el cumpleaños de Maradona, «navidad» dentro de su «liturgia»

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Los maradonianos esperan reunidos el 30 de octubre todos los años, fecha en que celebran el cumpleaños de Maradona, «navidad» dentro de su «liturgia»

Otro caso exacerbado sucede en Europa, en Escocia, donde los dos principales clubes representan una tendencia religiosa. El Celtic, de católicos, y el Rangers, de protestantes. La rivalidad es tal que es considerado uno de los derbis más hostiles del mundo. Las creencias religiosas, así como la política, están de por medio.
La religión del fútbol se vive en las tribunas, se traslada a la cancha, y en cualquier parte del mundo. Es una religión universal. El escritor mexicano Juan Villoro exploró esos ritos y llegó a una conclusión reveladora: que Dios es redondo. Así bautizó uno de sus libros de fútbol.

Cuando el gol se consuma, los futbolistas, que se han arrodillado y han celebrado al cielo, dirán como en una grabación que “el gol fue voluntad de Dios”. Y si fallaron, dirán que fue “voluntad de Dios”. El jugador, y el hincha, reducen el azar y la técnica a la voluntad divina, al milagro, a la fe. Lo que todos saben y quizá olvidan –o prefieren olvidar– es que las hinchadas de todos los equipos quieren la misma ayuda celestial para ganar. Tal vez por eso en la religión del fútbol existe, de vez en cuando, el empate. Amén.

Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET



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