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La biblioteca virtual

por Redacción BL
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La idea de querer reunir en un solo dispositivo el conocimiento universal ha sido un proyecto del ser humano a través de todos los tiempos. Desde los hombres que construyeron la torre de Babel para intentar alcanzar el cielo y fueron castigados por Dios ante tamaña osadía, el hombre no ha cesado en su empeño por saber y conocerlo todo.
 
Desde los tiempos de la Biblioteca de Alejandría, pasando por la invención de la imprenta, hasta llegar a la ‘Enciclopedia’ de Diderot y d’Alembert, el ser humano ha intentado reunir en un ‘lugar’ o ‘recipiente’ todo el conocimiento humano.
 
Quizás fue Borges, en aquel magnífico cuento titulado ‘La biblioteca de Babel’, quien mejor definió la biblioteca, al compararla con el Universo. Para el autor argentino, que tuvo dos grandes obsesiones en su vida (su madre y los libros), la biblioteca es infinita; como Dios.
 
Flaubert, por su parte, a través de los escribanos Buvard y Pécuchet, puso en duda la posibilidad de que el ser humano pueda reunir todo el conocimiento humano, y concluyó señalando que la aventura de los dos ingenuos copistas solo es obra de la estupidez humana.
 
Pese a las ideas pesimistas del ‘aguafiestas’ de Flaubert, es cierto que hoy más que nunca la humanidad está comprometida en construir la biblioteca de Babel, o sea, la biblioteca del saber y el conocimiento.
 
Es cierto que con Internet estamos ante una revolución científica sin precedentes (solo comparable a la que se vivió con Gutenberg, en 1492), y que cambiará las relaciones interhumanas.
 
En el caso particular del libro, que es el anfitrión príncipe de la biblioteca, la revolución ya está en camino. Ahora mismo los gobiernos, los ministerios de Educación y Cultura, y las empresas editoriales y culturales están en la titánica tarea de construir las bibliotecas virtuales, que contra el pesimismo de Flaubert, y parafraseando a Borges, se convertirán en las grandes galerías hexagonales virtuales del conocimiento humano.
 
Esta revolución no acabará, por supuesto, con el libro; como piensan algunos tontos de espíritu. En la revolución virtual lo que cambia es el medio, el artefacto; y el libro se desplegará, ya no con sus sedosas páginas de papel y su tinta endeleble, sino que se dejará leer entre los pliegues fantasmales de las pantallas lechosas, donde el otro o la otra nos vigila y nos fisgonea sin piedad.
 
En toda revolución científica existen sus retos y sus riesgos, que es necesario asumir. Por ejemplo, ¿será que efectivamente el ser humano puede lograr esta vez construir la torre de Babel y alcanzar el cielo del conocimiento? ¿No será que en el fondo, el viejo Flaubert tiene razón, y lo que estamos haciendo es una enciclopedia de la estupidez humana, como lo dijo en su época George Sand? ¿Qué vamos a hacer con la vanidad de los escritores que solo utilizan la red como un espejo gastado? Y cuando hayamos reunido todo el conocimiento universal, ¿qué pasará con el ser humano?
 
Posdata: Cuando esto suceda, yo, felizmente, ya no estaré entre vosotros.

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