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la Iglesia católica consiente el divorcio

por Redacción BL
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¿Como puede un sacerdote católico calificar  “pecado”, o todavía como algo malo, una “unión libre” que actúa los valores cristianos, a pesar de no haber podido celebrar el sacramento del matrimonio? 

 

La pregunta no se encuentra en el listado del ya famoso documento preparatorio de la III asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos (“Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización” – octubre 2014). Es todavía una pregunta que esta en la mente y en el corazón de toda la gente de buena voluntad, cuando tenga algo que hacer con el camino de las personas con situaciones conyugales difíciles. 

 

Muchos obispos (en representación mundial) se van a reunir en asamblea para considerar, junto al Santo Padre, unos asuntos urgentes para el tema de la familia. No hay que esperar el documento conclusivo de este futuro sínodo para contestar a la pregunta inicial: no se puede calificar con rechazo a cuantos viven un autentico camino de fe, a pesar que no tienen todos los papeles arreglados como le gustaría a los archivos eclesiásticos.

 

Si miramos a la vida real antes que a los papeles, nos enteramos que ya ahora la Iglesia católica puede hacer algo más favorable para muchas parejas que tienen derecho a recibir palabras del evangelio más que leyes de un código.  

 

En el documento preparatorio (que nos hace mirar con esperanza al éxito de este sínodo) hay muchas preguntas. Una en particular nos provoca a entender que también las leyes del código nos podrían ayudar a ser fieles a las enseñanzas de Jesucristo: “¿Podría ofrecer realmente un aporte positivo a la solución de las problemáticas de las personas implicadas, agilizar la praxis canónica en orden al reconocimiento de la declaración de nulidad del vínculo matrimonial?” 

 

En un proceso canónico para la nulidad del matrimonio, se trabaja mucho para averiguar el posible titulo de nulidad en la historia de un fracaso matrimonial. Este final negativo es tal vez tan repentino que queda evidente la falta de un cualquier fundamento serio a la decisión de casarse. Los que trabajan en estos procesos todavía saben que con frecuencia no es tan sencillo llegar a la claridad de una prueba.

 

Algo que también se sabe, pero de lo que no se habla mucho, es que la Iglesia católica tiene praxis de divorcio. El matrimonio “rato y no consumado” es valido y todavía el Santo Padre puede conceder la dispensa y permitir que los cónyuges separados puedan celebrar otra vez el sacramento (CJC can 1697-1706). 

 

Si consideramos, justamente, tan importante una completa relación sexual para el buen camino de una convivencia, ¿porqué no considerar otros aspectos como motivos validos para conceder la misma dispensa? Hay realidades que afectan aun más la dignidad humana y cristiana de una unión, como violencias, maltratos, falta grave de respeto, descuido del bien común… Eso nos permitiría mirar adelante en la vida de la gente, sin quedarnos a demostrar, con recorridos a veces muy complicados (y lucrativos para abogados y tribunales), que hay un identificable titulo de nulidad. 

 

Esperamos la celebración del sínodo extraordinario con mucha confianza. Entretanto sería bueno dejar de esconderse atrás de un dedo leguleyo y llamar bueno a lo que es bueno, a pesar de unos papeles que a veces faltan.

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