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¿La tecnología atenta contra la vida?

por Redacción BL

Conmovidos por la situación del futbolista Santiago «Morro» García y su dramático final, los medios y referentes están poniendo sobre el tapete la salud mental. Hay mucho por hacer a nivel público, empresarial e institucional, así como familiar y personal.  Son diversos factores los que inciden en la ansiedad, el estrés, la depresión, el sobrepeso y hasta los suicidios. Me refiero a la alimentación, la interacción social, el ejercicio, el sueño, entre otros.  Uno de los relevantes es la tecnología. 

El doctor Perlmutter, reconocido neurólogo vinculado a la práctica clínica y la investigación proporciona evidencias.  Citando a Christian Lous Lange, Premio Nobel de la Paz, asegura que: “La tecnología es un sirviente útil, pero un patrón peligroso”.

Es indudable que mejora y aporta en muchos sentidos a nuestras vidas.  Lo que sucede cuando somos cada uno de nosotros quienes determinamos su uso, tenemos un para qué, cómo y cuando la utilizamos.  La tecnología nos proporciona herramientas fascinantes y en continua evolución, que nos acerca al conocimiento just in time.  Nos permite viajar, soñar, crear y muchas cosas positivas más. En los diversos ámbitos bien utilizada genera valor.  En medio de esta pandemia loca, nos da la posibilidad de reunirnos, intercambiar, sostener la educación, los negocios, relaciones y más. Es tal como una moneda, tiene dos caras: una es de aporte y la otra resta. Siendo la parte que resta peligrosa. Mal utilizada puede llevar al camino de la adicción. Un diagnóstico que aún no integra los manuales de psiquiatría -solo porque faltan unos años para generalizar su impacto en la salud-. Aún así, refiere Perlmutter que muchos estudios de calidad ya aseguran sobre cambios estructurales en el cerebro de adictos a la tecnología.

En principio se trata de una alteración en un área que se relaciona con el control de impulsos, el cíngulo anterior que tiene una especial conexión con el cerebro límbico o emocional y la corteza prefrontal o cerebro inteligente. Falta determinar si esta alteración es causa o consecuencia de la adicción y en personas que hacen un uso excesivo de internet: ¿cuál es el huevo o la gallina? Nuestras decisiones y acciones alteran estructuralmente nuestro cerebro -para bien o para mal-.

La cuestión es más preocupante ante el descontrol en el uso de las pantallas. Genera desconexión. Los ciberanzuelos a los que estamos expuestos, esos que nos llevan de las narices, descienden nuestra capacidad de reflexión y concentración, así como de estar presentes. ¿Te pasó que empezaste a navegar y de pronto no podías creer el tiempo que transcurrió? ¿O estar buscando determinada información y encontrarte de pronto navegando en aplicaciones, interesándote en productos y demás, que ni imaginabas?  Esos y similares momentos son indicadores que quedaste atrapado por los ciberanzuelos.  Y en ese momento en que nos genera cierta frustración el tiempo perdido, buscamos una satisfacción inmediata, como puede ser la comida, un nuevo episodio…

El celular está en medio de muchas de las situaciones de la vida cotidiana.    ¿Viste ese momento en que alguien te habla y de pronto lees WhatsApp y al levantar la vista estás un breve instante como en blanco? El otro se da cuenta y vos preguntas, ¿qué?  A eso me refiero.

Esta situación es más peligrosa aún en los adolescentes que están en pleno desarrollo cerebral que será clave en la organización de sus respuestas a la frustración, manejo de impulsos, gestión emocional. Además de la pérdida de interacción social que los lleva a la pérdida de calidad en sus relaciones de amistad. Muchos se creen que mantienen una amistad completa jugando en línea y no es así.  Nada sustituye la necesidad de cada ser humano de interaccionar en forma real con otras personas.  Se trata de salud, lo que es en si misma primordial.  Es importante tener en cuenta que el mal uso de la tecnología eleva la estadística de depresión y aún suicidios adolescentes.

A modo de ejemplo, diversos estudios sobre el uso de las redes sociales evidenciaron que personas que dejaron de utilizarlas por una semana, refirieron mayor satisfacción con sus vidas que quienes las siguieron usando como lo hacían. Asimismo disminuyeron los índices de depresión, soledad y asilamiento. Estudios basados en tomografías mostraron que el abuso de redes sociales genera alteraciones en la material blanca del cerebro, afectando la conexión entre los hemisferios, lo que genera dificultades en la interacción, el aprendizaje y la autoestima.

¿Cómo determinar un buen uso? Cuando la red está a nuestro servicio, sea comercial, laboral, para estudios, cuando nos da información que fuimos a buscar, cuando somos activos en publicaciones positivas.  En ningún caso cuando navegamos sin rumbo, cuando se nos van los minutos, las horas, los días…

Quizá por todo esto, Perlmutter propone:

Poner un límite de tiempo. Puede ayudar un temporizador para que vayas ajustando el tiempo que determines.

Utilizar la tecnología de forma deliberada. Antes de utilizar cualquier artefacto tecnológico tener claro para qué y si la respuesta te beneficia, ir ahí.  No hacerlo en forma automática, como tantas veces que apenas abrimos los ojos agarramos el celular o chequeamos el mail o las redes compulsivamente.

Procurar que sea enriquecedor a través de un buen uso. Algunas preguntas claves para discernirlo: ¿aporta a tus conocimientos? ¿Te ayuda a mejorar como persona? ¿Hace que te sientas más alegre y optimista? ¿O solo es una distracción?



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